El Presidente Andrés Manuel (un hombre y gobernante con errores pero bueno y honesto) en estos momentos de crisis mundial por la pandemia del COVID-19, está cumpliendo con su responsabilidad constitucional y con el mandato democrático que le dio la mayoría de la población (ya que la soberanía reside esencialmente en el pueblo): transformar para bien a México.
Así que atendiendo a la pregunta que da título a este análisis prospectivo (aquí pueden leer también la primera parte ), responderemos considerando todo lo mencionado, que si bien es cierto que la lógica cortoplacista del supéravit primario (diferencia entre ingresos fiscales y gasto programable) es cuestionable, hoy en día, sí que es necesaria para poder seguir cumpliendo con las obligaciones anuales del pago del servicio -comisiones e intereses- de la deuda (tanto interna como externa) del sector público y financiero.
En otras palabras: no, no se debe contratar más deuda pública ya que la actual representa cerca de la mitad del PIB, es decir que es un lastre para la consecución de objetivos de presupuestación, proyectos de inversión (productivos y sociales) y su posterior impacto o efecto multiplicador en la economía. Por ello, requerimos estabilizar la proporción de deuda respecto del PIB (ojo: en 2019 se logró bajar por primera vez en años) aún en tiempos de crisis ya que necesitamos recuperar la autonomía financiera del Estado mexicano, ello en el corto y mediano plazo.
¿Entones debemos optar por una reforma fiscal progresiva? Sí, pero no en este momento (no en este año), ya que el cambio democrático de régimen implica justamente un cambio de paradigma económico (un cambio postneoliberal), pero para eso se necesita ser heterodoxo en la conducción económica, eso significa no estar atrapado ideológicamente por ninguna corriente de pensamiento económico, es decir que si bien es cierto que la visión económica de Andrés Manuel está mucho más cerca del keynesianismo, eso no quiere decir que él siga al pie de la letra todos sus fundamentos. Como por ejemplo: que en momentos de crisis (de una recesión económica) lo mejor es bajar los impuestos, incentivar el gasto público y hacer crecer el déficit fiscal para lograrlo, eso es justo lo que nos dice el librito, pero en este caso no se está considerando el actual contexto económico en nuestro país de 2 factores fundamentales:
Uno es que para reactivar la economía en esta época, de ninguna manera basta sólo la inversión pública, en una economía capitalista mixta exitosa se necesita la convergencia tanto de la inversión privada productiva como de la pública, y en este caso la proporción que se necesita es aproximadamente de 20 a 1, para cada proyecto de inversión ya sea en infraestructura social o productiva, de movilidad, interconectividad o ecológico sustentable, se necesita que de cada peso que aporte el Estado mexicano, la iniciativa privada lo complemente con 20 pesos (esa es la proporción requerida), es decir que la inversión pública sirve como capital semilla para atraer la fuertemente complementaria inversión privada productiva, y hoy en día esa proporción de inversión privada/pública está apenas en un 7 a 1, por lo cual está alejada en aproximadamente un 66% de su necesario potencial de crecimiento compartido junto con la estabilidad macro deseada.
Y dos: aunque suene ocioso, se necesita de una hacienda pública solida y eficiente para responder a las necesidades presupuestales y más en tiempos de crisis, por lo cual se necesita un equilibrio óptimo entre eficiencia recaudatoria, planeación, confianza e incentivos fiscales adecuados para atraer la inversión privada productiva y la correcta ejecución del gasto e inversión pública social y productiva.
Además en tiempos de crisis, los créditos productivos (con una tasa de interés mínima) de parte de la Banca de Desarrollo hacia las Pymes (que generan entre el 70% y 80% de trabajos en el país) se vuelven vitales de aplicar. Sin duda, así lo hará el gobierno progresista de Andrés Manuel.
Así que considerando que en 2019 en el primer año de gobierno del Presidente AMLO: la proporción de deuda pública como porcentaje del PIB (cercana como decíamos al 45%) pudo por primera vez en años bajar casi un 1% del total (que representan cientos de millones de pesos), ello en la búsqueda de ir recuperando progresivamente cierta autonomía financiera -sin el condicionamiento y las restricciones presupuestarias que nos van a costar a posteriori el contratar más deuda pública- concluiremos que aún en tiempos difíciles: NO es conveniente para el Estado mexicano hacer crecer de nuevo esa dependencia de apalancamiento externo, ya sea de instituciones financieras multinacionales o de organismos financieros supranacionales.
Actualmente nuestro país cuenta con solidez en sus finanzas públicas, ya que la política de ahorro y eficiencia en el ejercicio del gasto público ha rendido frutos y hoy se cuenta con ahorros plausibles que se obtuvieron -y siguen fluyendo- de la lucha contra la corrupción y de la austeridad republicana en el gobierno de AMLO (en contra del despilfarro y el saqueo del anterior régimen prianista), además se cuenta con fondos de estabilización presupuestaria, coberturas para los menores ingresos petroleros, fondos de emergencia contra la contigencia sanitaria e inclusive la disponibilidad para utilizar lineas de crédito revolvente de parte del FMI y otras instituciones financieras. Sumado a ello, las reservas internacionales de Banxico son un valioso activo para generar certidumbre y estabilidad monetaria y cambiaría (por lo cual es importante que no se usen para la especulación financiera de unos cuantos).
El nuevo T-MEC no es la panacea, pero se vuelve vital para generar confianza al exterior y para los flujos de inversión y comerciales de ida y vuelta en la economía nacional: hoy el T-MEC es un aliado para el gobierno de AMLO.
Apuntamos que el impulso (y la probable posterior aprobación en el legislativo) de una reforma fiscal progresiva (RFP) por parte del gobierno de AMLO, será sin duda uno de los grandes legados de este inicio de transformación en nuestra nación; creo que así será en un futuro cercano y además se convertirá en una de las 3 columnas vertebrales de acción de gobierno -junto con el avance paulatino de la política social universal y de la recuperación salarial de los trabajadores- para disminuir la lacerante pobreza y la extrema brecha de desigualdad acumulada por décadas en nuestro país.
Pero antes de ir por esa necesaria RFP, hay que darle la oportunidad a los capitanes de los grandes conglomerados empresariales (Slim, Salazar, Salinas Pliego, Azcárraga, Díez Morodo, Arumburuzabala, Del Valle, Zambrano, Alemán, H. González, Bremer etc.) a que redoblen esfuerzos e inviertan productivamente en el plan nacional de infraestructura y en los proyectos de inversión producivos y sociales en marcha, es decir que la necesaria RFP deberá llegar como parte de un gran consenso nacional por más difícil que parezca lograrlo.
Obvio no somos ingenuos y sabemos que otros oligarcas con poder e influencia se van a oponer con todos sus recursos -que son muchos- a la mano (si en esta etapa de consolidación de la 4T hemos visto algunos episodios de cuán miserable puede ser moralmente hablando la reacción conservadora, créanme cuando les digo que aun no hemos visto nada), por ello la correlación de fuerzas es aquí muy importante:
•Templanza de todos los sectores progresistas para con la 4T.
• Si la política y las decisiones necesitan el timing justo para desenvolverse adecuadamente, también lo es la eficacia del proceso legislativo, hoy hay una mayoría simple progresista, por lo cual el espacio de tiempo pertinente para elaborar, presentar, discutir, concensuar y aprobar la RFP se abre entre 2021 y 2022 (sin olvidar que en el 21 se renueva la Cámara de Diputados: la encargada de modificar y aprobar el proyecto de presupuesto -ley de ingresos y egresos- del Ejecutivo Federal).
Finalmente vemos que -parrafaseando a la comunicadora política en proceso Camila Martínez- el virus biológico nos da la posibilidad de vencer otro virus, el del neoliberalismo y la corrupción del régimen prianista. Ese virus que mantuvo arrumbado nuestro sistema de salud por décadas. Hoy, el sector salud está en reconstrucción con el cambio de régimen vía democrática. "La plena recuperación también pasa por ahí".