Cualquiera que haya tenido el privilegio de cursar la preparatoria o una carrera universitaria debe haber internalizado, mínimamente, ciertos principios o reglas básicas que tendrían que aflorar al momento de verbalizar, desde una opinión, hasta las conclusiones de un análisis académico o periodístico. 

Lo mismo ocurre con quienes, sin contar con credenciales académicas, han adquirido conocimientos y experiencia intelectual de manera autodidacta. 

La naturaleza de esas pautas o normas es tan elemental que no seguirlas equivale a no saber contar después de haber cursado la educación elemental o ignorar, al llegar a la edad adulta, que las estaciones meteorológicas son cuatro y que un año consta de 365 días.

La omisión de esos principios es muchísimo más grave en personas posicionadas en la sociedad como “intelectuales”. No aplicarlos es, en su caso, signo de un verdadero descalabro mental o moral.

Desglosados sin un orden jerárquico y tocante cada uno a distintos niveles de los textos y los contextos discursivos, algunas son:

a) No mentir.

b) No publicar textos escritos en condición inconveniente, concretamente en estado de ebriedad o algún otro.

c) Respaldar toda aseveración con pruebas, sustentos o fundamentos.

d) No basarse en creencias, apreciaciones subjetivas o en prejuicios para evaluar o juzgar aspectos de la realidad.

e) No caer en generalizaciones.

f) No discriminar ni mofarse de las personas por pertenecer a una determinada clase social, raza, religión, costumbres, etcétera.

Precisamente por su carácter elemental, en ninguna parte está escrito que esas reglas, incluidas las ortotipográficas, deban acatarse en el discurso público, menos en las redes sociales, aunque en los hechos es una exigencia cada vez más generalizada. 

La incorporación que se tiene o debe tenerse de ellas brota como especie de reflejo condicionado, en el mejor sentido de la expresión, a la hora de escribir y publicar cualquier texto sin distinción de medios y plataformas. El que esas improntas comiencen a ser ignoradas por personajes que en el pasado las acataron o fingieron o simularon acatarlas, sugiere que transitan por un estado de deterioro o decadencia intelectual o moral. Vale la pena exhibir caso por caso porque eso contribuye a la desmitificación de sus personalidades, antes encumbradas en el imaginario social.

Los ejemplos de lo aquí expuesto son muchos y la mayoría se puede encontrar con facilidad en las redes sociales y los medios de comunicación. Esa abundancia ha hecho difícil esta pequeña selección. Veamos:

Violación del inciso a) No mentir.

Caso Raúl Trejo Delarbre:

El 14 de diciembre de 2020 en el muro de quien esto redacta, Trejo Delarbre escribió, entre otras frases, las siguientes:

 “El otro tema que usted menciona es la elección de 2006. Lo voy a desilusionar: nunca se demostró que hubiera fraude en esa elección”. 

/ “Es mentira que el sector salud estuviera devastado”. / “El autoritarismo de AMLO, su desprecio explícito por opiniones distintas a las suyas, es peor que los (sic) de cualquier otro presidente en los últimos cincuenta años”. 

¿Cómo puede Trejo eludir la gran cantidad de información, buena parte de ella admitida por algunos de los personajes más importantes que intervinieron en el proceso electoral de aquel año, que demuestra que en 2006 hubo fraude? 

¿Cómo puede mentir de esa forma? 

¿Cómo puede pasar por alto las cifras que indican cómo se fue desmantelando el sistema de salud en México las últimas décadas, compartidas, analizadas y sopesadas una y otra vez, y cuyas consecuencias nefastas experimentamos con la pandemia? 

¿Cómo puede mentir de esa forma tan descarada? 

¿Cómo puede ignorar la guerra sucia de los sesenta, de los setenta y décadas posteriores, las amargas oleadas de civiles muertos, torturados y desaparecidos en los sexenios pasados por oponerse a las políticas de los gobiernos en turno, o simplemente por pensar distinto que las autoridades? 

¿Cómo puede pasar por alto que a quien ahora nos gobierna ahora no se le puede imputar ninguna de esas atrocidades? 

¿Cómo puede Raúl Trejo Delarbre mentir de esa forma tan cínica?

Violación del inciso b): No publicar textos escritos en condición inconveniente, concretamente en estado de ebriedad o algún otro (o en ausencia de un corrector de estilo si no se sabe escribir correctamente).

Caso Jorge Castañeda:

El 16 de febrero de este año Castañeda escribió en Twitter: “Agentesde (sic) la 4T se niegan a identificarse y confiscan mipasaporte (sic) en T2 aduana. 

Asi (sic) son”. Dados los errores ortotipográficos, o ésa es su manera natural de escribir, o redactó en estado inconveniente o su enojo obnubiló el rigor que alguien de “su talla” debería imprimir a lo que escribe o publica. 

En el primer caso (que ésa sea su forma natural de escribir) significa que todo lo suyo correctamente escrito que hemos leído, es de la autoría de otra persona o pasó, antes de ser publicado, por un trabajo de corrección. 

Si se trata de un texto redactado en una condición alterada se vienen abajo los atributos de seriedad, templanza, moderación y respeto por sí mismo y por los otros que alberga la categoría de “intelectual”. 

Si el enojo hizo presa de él y dio lugar a esas pifias e infracciones del lenguaje, lo mismo.

Violación del inciso c) Respaldar toda aseveración con pruebas, sustentos o fundamentos.

Caso Enrique Krauze:

El 4 de febrero de este año Krauze escribió en Twitter: “En 2018 se vacunó a más de 100 millones de personas. ¿Qué han hecho con esa estructura y esa experiencia? Sustituirlas con demagogia: destruirlas”. ¿Cómo, con qué datos puede comprobar Krauze que la estructura de vacunación ha sido destruida en el país? Imposible demostrarlo porque es falso. La actual estructura de vacunación retoma la experiencia y lo que fue construido con solidez en el pasado, reajusta esa estructura a los nuevos imperativos y circunstancias y atiende de la mejor manera posible a la población. ¿Alguien que se dice historiador, es decir, que (se supone) respeta ante todo la verdad, los datos, los hechos, se atreve a lanzar pontificaciones de ese tipo, sin el más mínimo respaldo? O en realidad la vocación de historiador de Krauze ha sido una tomadura de pelo y los textos aceptables firmados por él fueron escritos por otras personas, o algún sentimiento o pasión malsana lo lleva a mentir deliberadamente. Cualquier de las dos posibilidades resulta vergonzosa intelectual y moralmente.

Violación del inciso d): No basarse en creencias, apreciaciones subjetivas o en prejuicios para evaluar o juzgar aspectos de la realidad.

Caso Sergio Aguayo:

El 10 de febrero, en su columna para el periódico Reforma titulada “La plataforma”, Aguayo escribió (y luego destacó en un recuadro especial):

“Deseo que la vacunación sea todo un éxito, pero a la luz de los precedentes tengo serias dudas. Espero con intranquilidad la famosa llamada de los Servidores de la Nación (personajes merecedores de una columna) mientras sigo viendo cada día al doctor López-Gatell y sus imitaciones de Charles Chaplin en la película El gran dictador (1940) (las cursivas son mías). En suma, el principal enemigo de la 4T está resultando ser la 4T”. 

Lo que antecede a su demoledor juicio sobre la Cuarta Transformación son sus deseos, sus dudas, su intranquilidad, la burla y la ridiculización de un funcionario; lo que él siente, lo que a él le parece, lo que a él “se le figura”. 

Es la soberbia de quien se sabe o se cree considerado “intelectual” que, montado en su estrado autoconstruido, troca análisis por prejuicios, objetividad por subjetividad, enfoque racional por enfoque personalista.

Violación del inciso e): No caer en generalizaciones.

Caso Héctor Aguilar Camín:

El 17 de febrero de ese año Aguilar Camín escribió en Twitter: “El servilismo del Tribunal Electoral hacia el presidente de la república es un peligro para la democracia mexicana”. 

Con esa generalización, el otrora considerado “intelectual” tilda de serviles a quienes integran las siete magistraturas de la Sala Superior del tribunal, las quince magistraturas de las cinco Salas Regionales, la Secretaría General de Acuerdos y las cinco salas regionales de la Sala Superior del tribunal, por lo menos. 

Si utilizó la palabra según el diccionario, tacha a todos ellos, sin distinción ni consideración alguna, de someterse totalmente a la autoridad del presidente, de actuar de manera rastrera, como criados o siervos. 

Nadie está más lejano de la “intelectualidad” que quien, ante la ausencia de capacidad de análisis y de voluntad de conocer la verdad o lo más cercano a ella, recurre a la generalización haciéndola pasar por argumento.

Violación del inciso f): No discriminar ni mofarse de las personas por pertenecer a una determinada clase social, raza, religión, costumbres, etcétera.

Caso Héctor de Mauleón:

El 10 de febrero de ese año Mauleón escribió en Twitter: “Trabajadores de mototaxis se dicen prestos y entusiasmados para atender a los nuevos usuarios de la central avionera de Santa Lucía”. El texto es acompañado de una imagen de varios mototaxis que circulan por una avenida de una colonia humilde. 

¿De qué se burla Mauleón

Del futuro aeropuerto Felipe Ángeles, que quizá no sea de lujo, según su muy particular concepto del lujo, y que muy probablemente promueva la operación de vuelos económicos para que más mexicanos tengan acceso a ese medio de transporte. 

Se burla de las centrales camioneras al llamarle “central avionera” al nuevo aeropuerto. 

Se burla de los trabajadores de mototaxis cuyos clientes son personas humildes que no pueden acceder a medios de transporte más costosos y que si acaso pueden viajar lo harán en autobús. 

¿De qué se burla Mauleón? De los pobres.

(Esta columna continuará con el fraude a la inteligencia de algunos escritores mexicanos).