Como siempre, llegué puntual a la cita. El Consejo Nacional de Morena se reunía un lunes de marzo del 2015 en el Salón D¨Luz. En su Consejo Nacional se estaba impulsando la figura de los Enlaces Distritales para después hacerlos candidatos a Representantes Populares. Se abría, por primera vez, un estilo que ponía a trabajar a los “probables” Se trataba de que hicieran méritos y así, merecer el visto bueno de los chipocludos para hacerlos candidatos a Diputados. Ese día, sentí el peso de la “autoridad” Un trabajo de cincuenta años en las filas de la oposición, estaba siendo cuestionado por un personaje que me acusaba de criticarlo al través de un artículo que yo no escribí. Pero como a mí no se me da la quema del incienso ni soy un lambiscón, no recurrí a las disculpas sino a la exigencia de que se me aclararan las terminantes palabras de sus ujieres que, en la puerta principal me atajaron diciéndome: “Tú no puedes entrar a la reunión porque estás vetado” .

¡No hablaré de los detalles de este penoso incidente. La conducta de los que tienen poder está llena de soberbia y autoritarismo que hay que combatir. La liga de ese acontecimiento con este artículo, está en el hecho de que hoy hablaré de las “realidades y las ficciones” que en su libro “En busca de Nils Runeberg” ha escrito el joven político y escritor Héctor Palacio, alias Nietzsche Aristo (*) Para más señas, también  escribe en el periódico virtual de Federico Arreola. Después de la sanción fallida que se me quiso imponer, busqué a quien iba a ser el causante de que se me acusara de hacer mal uso de mi libertad de expresión y de crítica. Investigué y leí con más cuidado el artículo promotor de mi veto. Indagué el contenido de otros, le di seguimiento a sus viajes por el mundo de la cultura, nos leíamos y polemizábamos en las columnas de SDP. Así empezamos a cultivar una relación política y periodística que ha crecido a la fecha. Personalmente no lo conozco pero coincidimos en hacer críticas puntuales a los excesos y deformaciones políticas de los que ejercen el poder.

Voy a entrar, ahora sí, a dar mi opinión sobre una parte de su libro. Como él, también me recreo en los proyectos y en las ideas. Las de él más ligados a la literatura y al arte. En mi caso, hacia una inclinación pertinaz por la política, por lo que vive el país y también por las utopías. Una vez que recogí el libro de Héctor, regalo suyo, por supuesto, en las oficinas de Federico Arreola, me puse a buscar quién era el tal Nils Runeberg que había llevado a este joven escritor a buscar sus huellas en las mismas calles heladas de la pequeña ciudad de Malmo, en Suecia.  ¡Como él, no encontré mayor respuesta! Parece que Jorge Luis Borges inventó ese nombre para darle cuerpo a su cuento las “Tres versiones de Judas”.

Es obvio que no me propongo descubrir el propósito oculto o no que dicen tuvo el gran argentino para escribir un libro en el que se habla de este personaje. Un hombre que sus creencias lo llevaron a sostener que Judas intuyó la secreta divinidad y el terrible final de Jesús y que por eso, lo  refleja de algún modo, en su vida y comportamiento. De ahí los treinta denares, el beso a su Señor y la muerte voluntaria, para merecer más la reprobación. Así dilucidó Runeberg el enigma de este discípulo. Pero…. ¿Y las Tres versiones de Judas de Jorge Luis Borges dónde las ponemos?

Es verdad que muchas respuestas se han intentado. Pero como sucedió con la pretensión de acallar mi derecho a decir mi versión de las cosas en el mundo de la política, Héctor Palacio, hizo como los grandes de la literatura universal que han hablado sobre estas búsquedas. Se salió habilidosamente por la tangente diciendo que este asunto “sigue flotando en el aura de la incredulidad crédula” Y es a partir de ahí que, como otros, creo que lo verdaderamente trascendente no está en el nombre de los escritores sino en la obra que han legado a la humanidad, a las nuevas generaciones, que presurosas, andan buscando las fuentes primigenias que Borges sólo apuntó.

Lo que sigue es darle cauce a la creatividad y a la imaginación. La búsqueda de Nils Runeberg despertó en mi una especie de desencanto, de ansiedad, por tanto que hay a mi alrededor que aún no conozco. Ignoraba, incluso, la existencia de las Tres versiones de Judas y menos sabía del personaje que inteligentemente Borges colocó entre lo real y lo ficticio. Si en Tres versiones de Judas hay un despliegue de erudición, de talento y de fantasía, el mayor mérito de este autor está en haber descubierto la enorme incapacidad de muchos lectores para exhibir lo verdadero de lo falso. La batalla por ubicar libros y fuentes que den respuesta a la pregunta de Héctor Palacio sobre la búsqueda de Nils Runeberg, sigue hasta el infinito. Nadie quedará satisfecho con las pistas iniciales que se han descubierto. Varias décadas han pasado en ese ir y venir en busca de Nils y hasta ahora, nadie ha encontrado ningún rastro de su existencia

La enorme cantidad de libros y de autores que Borges nos pone  en frente para despistarnos, no puede inhibir nuestra búsqueda. El cruzamiento entre los mitos y la realidad son, al fin y al cabo, parte importante de lo que alimenta y nutre nuestro pensamiento. ¡Ojalá y así siga siendo!

(*) En busca de Nils Runeberg y otros ejercicios, Héctor Palacio, Editorial praxis