La estrategia económica del presidente Enrique Peña Nieto no ha dado los resultados esperados. Después de 18 meses presenta serias limitaciones. El ejercicio pleno de su administración sigue condicionado a la aprobación de las leyes reglamentarias derivadas de las reformas estructurales que él mismo propuso y sin las cuales, desde su perspectiva, el proyecto gubernamental no estaría suficiente e integralmente habilitado para operar.

La vía que escogió fue proponer al Congreso un complejo paquete de reformas constitucionales que profundizan el proceso de cambio estructural y que pretenden acelerar el crecimiento. Son reformas de amplio espectro, cambian paradigmas y han trastocado, y lo seguirán haciendo, a sectores estratégicos. Se asume que sin las reformas el país no avanzará, y se asegura que detonarán crecimiento económico.

Después de aprobadas las reformas hacendaria, financiera y de competencia, la economía sigue sin crecer lo suficiente: En 2013 creció 1.1% y en el primer trimestre de 2014, 1.8%. Esto obligó a la Secretaria de Hacienda a revisar a la baja sus expectativas. Subestimó la desaceleración de 2013 y sobreestimó el ritmo de los resultados de la estrategia reformista. Por lo anterior, es necesario un recuento de lo logrado en 18 meses:

1.- Una reforma hacendaria innovadora, progresiva y contracíclica.

2.- Cambios en la regla de balance estructural, para incurrir en déficits moderados cuando la economía se desacelera.

3.- Flexibilizar el déficit.

4.- Incrementar el gasto público en inversión en infraestructura y vivienda.

5.- Aprobar las reformas financiera y de competencia.

6.- Generar expectativas positivas respecto a las reformas energética y de telecomunicaciones.

7.- Mantener estables la inflación y el tipo de cambio.

8.- Un entorno de política macroeconómica favorable.

En contra de un mejor escenario para 2014 tenemos, entre otros, los siguientes elementos:

1.- Partimos de una base muy endeble (el crecimiento de sólo 1.1% en 2013).

2.- Estamos en un acelerado proceso de desindustrialización, por el lento crecimiento y la ausencia de una política industrial de largo plazo.

3.- No contamos con ejes de crecimiento endógeno consistentes que apoyen el mercado interno.

4.- Bajas expectativas de crecimiento de la economía norteamericana.

5.- Creciente capacidad ociosa.

6.- Un gran retraso en la inversión del sector privado, derivado de resistencias a los cambios generados por la nueva política fiscal y la no aprobación de algunas reformas.

7.- El sector privado no quiere asumir cambios y menos los riesgos que de estos se derivan.

8.- Cuellos de botella estructurales: baja competitividad, falta de infraestructura, mercados monopólicos, innovación insuficiente, competencia insuficiente, debilidad institucional y altos precios en servicios como telecomunicaciones y energía.

9.- La banca privada no ofrece crédito suficiente ni a costos competitivos. La banca es fundamentalmente comisionista, rentista y no asume riesgos.

10.- Altos precios esenciales afectan a la planta productiva.

11.- Profundización de la desigualdad, crecimiento del desempleo y subempleo.

12.- Caída del ingreso real y del consumo.

13.- Algunos agentes económicos preponderantes no quieren asumir nuevos retos ni nuevos mercados, ni adaptarse a la nueva política fiscal. Deliberadamente distorsionan y confunden las grandes discusiones de fondo, las importantes, las de largo plazo, las que son útiles al país.

Las reformas por sí solas no pueden resolver todos los problemas que generan el bajo crecimiento, el alto desempleo y el pésimo esquema distributivo; la inseguridad, la corrupción, la falta de transparencia y la rendición de cuentas, y el endeble estado de derecho y las crecientes fallas institucionales que padecemos.

¿Qué falta por hacer?

Urgentemente, una reforma monetaria para instrumentar una política monetaria mucho más activa. Hay que alinear, ya, la política monetaria a la política fiscal contracíclica. El Dr. Agustín Carstens debe asumir el reto. El Banco de México debe también contribuir de manera más abierta al crecimiento, asumiendo un papel mucho más contracíclico, incidiendo sobre la tasa de interés objetivo a la baja y asumiéndose como un actor responsable y relevante en este proceso.

El mercado interno necesita mucha más inversión y en consecuencia más crédito a costos verdaderamente competitivos, que incrementen los niveles de inversión fija bruta y los empleos de calidad. Una economía sin crédito suficiente no crecerá de manera consistente. Es urgente y oportuno adicionar al proceso reformador una gran reforma monetaria que posibilite y responsabilice al banco central a contribuir de manera directa al crecimiento. El Banco de México debe trascender la responsabilidad de cuidar la estabilidad cambiaria y de precios. Hay que comprometerlo estructuralmente, respetando su autonomía, con el crecimiento económico.

Dr. Carstens, ¿de qué sirven más de 188 mil millones de dólares en reservas si la economía no crece, el mercado interno se estanca y la desigualdad aumenta? México necesita crecer al menos 5 por ciento al año, y pronto. El Dr. Luis Videgaray, al frente de la Secretaria de Hacienda, asumió un cambio de paradigma. Hoy toca al Dr. Carstens y al Banco de México asumir y transitar hacia otro cambio de paradigma: apoyar el crecimiento de la economía. El banco central debe dejar esa cómoda posición en la que sólo vigila los agregados, la inflación, el tipo de cambio y hace laxos pronósticos, es decir, debe dejar de ver los toros desde la barrera.

Es urgente el cambio de paradigma en el diseño e instrumentación de la política monetaria. México está atorado, las expectativas positivas no se cumplen y las resistencias a las reformas pretenden ahogarlas en un complejo entorno político, económico y social. El país está inmerso en una vorágine que lo detiene. Los que se oponen no son consistentes, son maniqueos y timoratos; y los que proponen no son contundentes, a pesar de que hay argumentos suficientes. El tiempo corre y estamos llegando a situaciones límite. México no crece lo suficiente, seguimos con cuellos de botella estructurales que debemos romper y sin construir detonantes endógenos robustos.

Por lo anterior, alguien tiene que apoyar la propuesta, que no es nueva: ya en algún momento el Banco de México, con acierto, ha tratado de contribuir adelantándose a estos procesos. Ha bajado la tasa de referencia generando con ello expectativas positivas, enviando señales al mercado para bajar las tasas de interés, dándole un importante respaldo al mercado interno y a la economía en su conjunto, tratando de generar un entorno estable en el ámbito de la inflación y posibilitando una mayor oferta crediticia y estabilidad cambiaria. Pero no es suficiente. Debemos darle más atribuciones al Banco de México. Recordemos que la tasa de referencia que determina el Banco de México influye en el precio de los activos, en las diferentes tasas de interés y plazos, en el costo del crédito y el tipo de cambio. La baja en la tasa de referencia en el contexto en el que estamos viviendo, no solo es relevante, sino una medida estratégica para generar estabilidad en los mercados.

El cambio de paradigma monetario es urgente.

Hoy las posibilidades del banco central están acotadas, las reformas que se aprobaron en los noventa, entre ellas la nueva Ley del Banco de México, le cortaron las manos limitando su ámbito de acción para poder apoyar con mayores instrumentos a la economía, la estabilidad de los mercados, el crecimiento y la generación de empleo. La Ley del Banco de México, en sus artículos 2 y 18, le da el mandato de sólo responsabilizarse por la estabilidad de precios:

“ARTICULO 2o.- El Banco de México tendrá por finalidad proveer a la economía del país de moneda nacional…. tendrá como objetivo prioritario procurar la estabilidad del poder adquisitivo de dicha moneda.

“ARTICULO 18.- … contará con una reserva de activos internacionales, que tendrá por objeto coadyuvar a la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional mediante la compensación de desequilibrios entre los ingresos y egresos de divisas del país”.

Los legisladores de la época le amarraron las manos quitándole instrumentos de intervención para apoyar al mercado interno y hacer más robusto el crecimiento de la economía. El Banco de México, en la actualidad, no tiene el mandato de apoyar el crecimiento, pero con la manipulación de la tasa de referencia lo hace indirectamente y reconoce con ello la necesidad de intervenir.

Entonces, ¿por qué no hacerlo desde la ley?

El Banco de México y nuestros legisladores deben tomar y hacer suya esta propuesta. Urge revisar las funciones del banco central. En el actual contexto económico es algo estratégicamente relevante. En Estados Unidos y en algunos países de Europa los bancos centrales tienen la responsabilidad de detonar crecimiento económico, maximizar el nivel de empleo y velar por la estabilidad de precios.

Al Banco de México sólo le preocupa la estabilidad del poder adquisitivo y de los precios.

El Programa Monetario 2013 del Banco de México indica que para cumplir con el mandato constitucional de procurar la estabilidad de la moneda nacional, en 2001 adoptó un régimen de objetivos de inflación como marco para conducir la política monetaria, en el que se planteó como objetivo permanente una inflación anual de 3 por ciento. Solo eso. El Programa Monetario para 2014 dice que la Ley del Banco de México establece como “objetivo prioritario” la estabilidad. Se olvida el objetivo central de toda economía, el crecimiento.

Propongo un reto adicional a los legisladores: dar lo antes posible más atribuciones al Banco de México. Para impulsar el crecimiento, utilicemos las reservas de más de 188 mil millones de dólares con el fin de fortalecer el mercado interno. Hay varias vías para hacerlo, deben discutirse.

La reforma monetaria hace mucha falta, es urgente y necesaria. La estabilidad es absolutamente insuficiente para lograr crecimientos de al menos 5 o 6 por ciento al año. Espero que diputados y senadores no se atraganten con tantos temas que tienen que procesar. A sus responsabilidades legislativas deben adicionar esta propuesta de reforma monetaria para apoyar el crecimiento. Hay que sacarla adelante pensando en la viabilidad del país, en la urgencia de un mayor crecimiento y en un perfil de desarrollo de largo plazo mucho más equitativo. La población demanda resultados con urgencia, espero que los legisladores estén a la altura de sus responsabilidades.

Seguiré atento a lo que sigue…