En mi anterior artículo abordé sobre las desafortunadas y sesgadas justificaciones que dieron dos diputados de MORENA para abrogar la reforma educativa de 2013, modificando el artículo tercero de la Constitución y más de 30 artículos de la Ley General de Educación, así como eliminando las leyes General del Servicio Profesional Docente y la del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación. En estas iniciativas no solo se pretende eliminar todos los procesos de evaluación docente (ingreso, promoción, permanencia y reconocimiento), sino también modificar la esencia del INEE. Para ello se propone, entre otras cosas: 1) cambiarle de nombre, 2) conservar su autonomía y 3) dejarle a la autoridad educativa federal la atribución de “realizar la planeación y la programación globales del sistema educativo nacional, evaluar a éste y fijar los lineamientos generales de la evaluación que las autoridades educativas locales deban realizar”.
Aunque la iniciativa de MORENA en el Congreso no habla de la total desaparición del INEE, sí deja entrever que habrá un cambio sustantivo de este instituto, no solo de nombre, sino de sus atribuciones y funciones fundamentales, de su estructura orgánica y, por ende, de sus autoridades (consejeros de la Junta de Gobierno y demás funcionarios de alto nivel).
En un sentido parecido, pero más radical, el 16 de octubre pasado se publicó (en este portal) una declaración del presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), en la que reiteró la abolición de la reforma educativa y adelantó la desaparición del INEE, cuestionando el actual sistema de evaluación y afirmando que el proceso que enfrentan los docentes es dictatorial y atenta contra sus derechos laborales. Por ello, anunció que ya no habrá un instituto de evaluación de la educación.
Ambos acontecimientos prenden las alarmas a quienes conocemos la historia, principios y esencia del INEE, así como de su importancia para monitorear y mejorar el Sistema Educativo Nacional (SEN). Hay que recordar que esta institución se creó en 2002 para evaluar la calidad de los servicios educativos que se ofrecen a la población de niños y jóvenes que habitan en el territorio nacional. Dicha evaluación tiene le propósito de informar a las autoridades educativas (federal y local) y a las autoridades escolares sobre el estado en que se encuentran los distintos componentes educativos del país, tales como: los aprendizajes de los estudiantes, la infraestructura escolar, los planes y programas de estudio, las prácticas pedagógicas, la formación inicial y continua de los profesores, etcétera. Un segundo propósito de esta evaluación es contribuir a que el sistema educativo rinda cuentas a la sociedad, para que ésta pueda exigir a las autoridades correspondientes realizar los cambios necesarios para mejorar la calidad y equidad de la educación mexicana.
Sin embargo, el INEE se enfrentó en 2006 con un nuevo gobierno, que no quiso tener una institución con la suficiente independencia para evaluar el comportamiento y resultados del SEN. En 2012, el gobierno actual amplió sustancialmente las atribuciones del INEE y le otorgó su autonomía constitucional; una de las nuevas funciones fue la de coordinarse con la SEP para evaluar el desempeño de los docentes. El INEE ha respetado las leyes y cumplido cabalmente con todas sus funciones; prueba de ello son los múltiples informes que ha publicado sobre la realidad del sistema educativo de nuestro país, así como las opiniones siempre favorables que han emitido organismos internacionales de gran prestigio, como es el caso de la UNESCO y de la OEI.
Eliminar al INEE equivaldría a sacarse un ojo y dejar a media obscuridad a la sociedad mexicana y a las propias autoridades sobre lo que sucede en el país con relación a la educación. Sería tanto como desaparecer al CONEVAL (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social) y al INEGI (Instituto Nacional de Estadística y Geografía), cuyas funciones son muy parecidas a las del INEE en materia de generar información sobre los distintos aspectos de la realidad mexicana. Por ello, espero que el nuevo gobierno reconsidere su posición actual sobre este instituto y que tome decisiones basadas en la racionalidad y no en la emotividad, que por ahora es lo que se percibe.
* El autor es presidente del Consejo Directivo de Métrica Educativa A.C. y ex presidente de la junta de Gobierno de INEE