Alguna vez dije que la democracia era como una dama celosa. Para ser políticamente correcto digo: hoy la democracia no tiene miedo a denunciar a los abusadores. Es difícil engañar, ya no hay secreto que no se sepa, ni maña que no quede exhibida… ¡en video!
La democracia mexicana sin embargo, está teniendo sus problemas porque nunca generamos la cultura apropiada. Ha seguido el juego con las encuestas balines, basadas en candidatos hipotéticos. Aunque dos partidos ya se adelantaron no se han definido todos los candidatos y la gente no tiene acceso aún a sus propuestas.
En situaciones de alta incertidumbre, mucho riesgo, y costo mayor la inteligencia debe prevalecer. Las preferencias hipotéticas se comportan como un blanco móvil. Hoy caes bien, pero comparado con quién. Mañana en el terreno real, quién sabe.
“Actúa siempre para aumentar tus opciones.” Es una máxima inobjetable. Es como cruzar la vía del tren: “Stop, Look, Listen”. No hay vidas extras, no hay mañana. Es necesario ir con el mejor plan disponible. Más vale que sobre, no que falte. Sobre todo cuando 2018 será una elección emocional, no lógica, con la corrupción como el problema número uno.
En el PRI y en MORENA la sucesión presidencial 2018 está atorada en el pensamiento tradicional. Sus mandamases operan bajo la premisa de que entre más pronto tengan candidato, mayor y mejor publicidad tendrá y más tiempo para que la gente lo conozca.
Al escoger con premura, tanto el PRI como MORENA le roban inclusive a sus propios miembros el derecho a participar en un juego democrático para elegir entre diversos precandidatos. En el PRI ya se descararon con Meade; y en MORENA conocemos el menú desde que se fundó y AMLO se encerró en la cocina.
Eso funcionaba antes, en los tiempos de la TV y las giras por los pueblos. Ahora con las redes y tantos y tantos canales de internet, cualquier candidato/a puede ser conocido/a en poco tiempo. Solo basta que porte el título con sobrada legitimidad. Ya palomeado el proceso positivamente, lo que contará es la hoja de antecedentes, el prestigio y el comando sobre sí mismo a la hora de un debate.
Siendo así, la única posibilidad de hacer un juego democrático queda en la decisión que tome el FRENTE CIUDADANO POR MEXICO. Ya hoy habla la Señora Barrales, dirigente del PRD que han considerado invitar ciudadanos para competir por la candidatura presidencial. Yo creo debería ser al revés. Cuestionar la conveniencia de que los dirigentes de los partidos aliados pudieran o debieran incluirse en la competencia. Nótese que tomaron el nombre “ciudadano” y no crearon un “frente” partidista. Si gana un dirigente, aún en buena lid, pierde el FRENTE su atractivo mayor.
Peor aún, riesgo real, real, real del FRENTE es que la competencia se torne auto-destructiva. Para eso hay que ser muy cuidadoso con las bases y las reglas de juego. La inclusión de un dirigente hace muy difícil el proceso porque genera muchas preguntas que no tienen fácil respuesta. ¿En qué momento se retira un dirigente o un funcionario para jugársela? ¿Y qué sucede entonces al interior de su partido? ¿Será más valioso como precandidato interno, aunque pierda afuera? ¿Y quién garantizará la estabilidad del proceso electoral?
Para que esto no se polarice quizá no sea mala idea que los partidos hagan lo suyo y los precandidatos sean todos externos. Luego incluso se pueden unir ya que uno de ellos gane. Pero si el contendiente es un funcionario de partido, las cosas se pueden poner feas, ante el beneplácito de la oposición que apuesta a limitar nuestras opciones como ciudadanos.
En el plano ciudadano se mencionan al menos una docena de tiradores posibles. Por datos emanados de los mismos partidos, y recontado en la prensa, la apertura tiene en la mira al ex-canciller Jorge Castañeda, al historiador Enrique Krauze, Denise Dresser, Héctor Aguilar Camín, al activista-periodista Juan Pardinas y varios más. En uno de los escenarios dos o más competirían contra Ricardo Anaya y Miguel Mancera, uno dirigente del PAN y el otro gobernador de CDMX.
No sé hasta qué punto esta mezcla seudo-ciudadana pueda resultar en una implosión; en vez de ganar-ganar, conduzca a generar un perder-perder. La democracia es una competencia, correcto, pero supone un mínimo de reglas claras, igualdad en la contienda y cada quien haciendo la función que le toca.
No se vale, por ejemplo, ponerse dos cachuchas a la vez como el BRONCO está haciendo.
Quizá para convencer a los escépticos ciudadanos se requieren más ciudadanos como precandidatos y que los dirigentes se queden al frente de su ya de por sí complicada función.
Es natural que en este momento haya una gran dispersión de opiniones sobre el proceso y las reglas que seguirá el FRENTE. Como es el único que ofrece opciones, toda la vista se concentrará en quienes lo lideran y conducen. El FRENTE no la tiene fácil y un error puede ser mortal: se los lleva el tren que ya está encarrerado. Podría por terminar de encumbrar a quién ya de por sí cree que la tiene ganada. Me refiero a AMLO que se frota las manos esperando el error de los únicos que le pueden realmente ganar si juegan como equipo.
La dama asertiva trae la espada desenvainada. Y patrulla a través de las redes sociales. Su juicio sería definitivo y contundente. Cualquiera puede pensar que jugarse un volado 50/50 por la presidencia es la mejor oportunidad que jamás tendrá. Lo que pasa es que México no sobreviviría con una derrota tan grande.