Cuenta la historia que allá por 1841, el irlandés Richard Meade Roche y la inglesa Frances Emily Lewis Meyer se casaron en Guanajuato enamorados del Bajío mexicano, de sus grandes llanuras y valles limitados por nostálgicos lomeríos y sierras, así como de la estabilidad que se vivía en la región, que parecía un oasis en medio de un país convulsionado por luchas intestinas de los independentistas, la guerra de Texas, la primera invasión francesa y la separación de Yucatán y de Tabasco de la república federal mexicana.

Pero la belleza de la geografía, la actividad comercial y minera de la que podían depender para criar a sus hijos, no fue suficiente para que el matrimonio se quedara en territorio nacional y decidieron emigrar a San Antonio, Texas. No obstante, los Meade Lewis nunca perdieron comunicación con amigos y socios comerciales de esa región y del país, al grado que a la muerte del padre, ocurrida en Monterrey, Nuevo León, en 1865, sus hijos migraron a San Luis Potosí donde contrajeron matrimonio, establecieron importantes negocios, dejaron una gran descendencia y una cultura refinada y apegada a la moral, que siguió siendo referente obligado para los potosinos durante muchas generaciones.

–¿Qué van a decir los Meade?, se decía hasta hace poco en las familias cuando se descubría una falla personal o se quería corregir una conducta en el matrimonio o de los hijos. La frase se volvió el mantra de la decencia de los potosinos. Y es que imagine usted, los Meade eran la representación del buen gusto y los buenos modales, lo que no sólo se reflejaba en los palacios que ordenaron construir, como la Quinta Vista Hermosa (un palacio inspirado en el renacentismo francés, de enormes corredores, grandes puertas y ventanas con marcos de piedra) sino incluso en su forma de vestir y de desenvolverse en público y en privado en la sociedad.

La historia viene a cuento porque la vida me invita a establecerme con Mi Gordo, compañero de viaje, no se por cuánto tiempo, en las tierras donde se asentaron los hijos de aquella pareja romántica que vino de tan lejos para enamorarse de este aire especial que se respira en el valle, una entidad de unos 2.5 millones de habitantes, con una actividad industrial pujante y un futuro prometedor.

San Luis Potosí elegirá gobernador el año próximo. Los partidos se preparan desde ahora para la contienda y me llama la atención lo que está haciendo Acción Nacional y su dirigente Marko Cortés: en una época en la que pocos apuestan a la democracia interna porque sienten que en las condiciones actuales, es mejor que las decisiones se tomen en conciliábulos y bajo acuerdos de cúpulas, el PAN decide empoderar al panismo y le otorga la facultad de elegir al abanderado mediante el voto directo.

Es cierto, por una parte, que la elección del 2021 requerirá de la unidad de todas las fuerzas políticas para vencer un proyecto de extensionismo político, de concentración de poder, como el de López Obrador. Pero las encuestas son muy claras y lo que indican es que la segunda fuerza política de San Luis Potosí es el PAN, y qué mejor que un panista sea el que represente la unión de voluntades que se necesitan sumar para declarar a San Luis Potosí territorio libre de Morena, como lo hicieron recientemente Hidalgo y Coahuila.

En 2018, el PAN aceptó condiciones desventajosas para sus militantes en aras de avanzar en una alianza federal con el PRD y Movimiento Ciudadano, empezando por ceder la alcaldía de San Luis Potosí, capital, a un personaje del PRD (el actual presidente municipal, Xavier Nava, perredista, cercano siempre al gobernador Juan Manuel Carreras y ahora a Morena) y dejando en primer lugar de la fórmula al Senado a otra perredista, María Leonor Noyola, quien se cambió a la fracción del Partido Verde para apoyar a la 4T.

Repetir la dosis el año próximo no hará que la gente diga “¿Qué van a decir los Meade?”. Pero sería algo que sin duda, desalentaría a una militancia que como en ningún otro estado, sabe que sólo un panista puede garantizar que en los cargos públicos se aplique el ideal humanista y promotor del bien común en el que creyeron Carlos Castillo Peraza y Manuel Clouthier.

Afortunadamente, hay prospectos valiosos que encarnan la tradición del PAN en San Luis Potosí, como el senador Marco Antonio Gama Basarte, como Octavio Pedroza y como la propia ex senadora Sonia Mendoza Díaz. Los tres han expresado su deseo de participar en la elección interna del 10 de enero próximo y representan ese orgullo panista que se necesita para presentar una candidatura ganadora.

Hay que resaltar que Marko Cortés tomó la decisión correcta ante la falsa la encrucijada que promueven algunos, porque sabe que las condiciones de 2018 han cambiado, empezando porque el motor político y económico que movía al PRD local, el diputado federal Ricardo Gallardo, adquirió la franquicia del Partido Verde y desde ahí, aspira a ser candidato a gobernador con quien se deje comprar por su dinero. Siguiendo porque el gobernador Carreras es el principal aliado de López Obrador en El Bajío y quiere que el PAN “se salga con la suya” para quedar bien con el presidente.

La gubernatura es importante, porque es la oportunidad de gobernar desde el territorio para cambiar o para mejorar las condiciones de vida de la gente. Pero de poco va a servir ganar el gobierno de SLP si Morena y AMLO ganan las diputaciones federales. Tendrán un gobierno local, pero no los recursos que se necesitan para los programas y acciones que la gente demanda. Ahí es donde se va a necesitar a perredistas como el alcalde Xavier Nava, que también puede buscar la reelección, y a militantes del Movimiento Ciudadano y de partidos locales. Pero en política hay muchos intereses, y una nunca sabe.