Es el disco más polémico y criticado de Joaquín Sabina. Sus más empecinados detractores lo tildan de muy malo; en contraparte, para sus fans incondicionales es una belleza literaria y musical. La historia eterna del artista controvertido.

Es el disco que más le ha emocionado crear, desde que grabó el ya clásico “19 días y 500 noches”. Tras ocho años de no haber lanzado una nueva producción, un lujo que pocos cantautores se pueden tomar, es su decimoséptimo disco.

Definitivamente, Joaquín Sabina sigue siendo un orfebre de la palabra.

“Quién más, quién menos”

Con un sonido country de introducción, que recuerda al soundtrack de la legendaria serie “Breaking bad”, y voces infantiles a coro, poética musical de lo etéreo, se abre el telón del disco con “Quién más, quién menos”.

Quién más, quien menos tiró una vez la casa por la ventana, se tatuó en las sienes una diana probó un veneno,

 Quién más, quién menos se ha tomado a sí mismo como rehén y tiene una conciencia todoterreno del mal y el bien

 Quién más, quién menos,

Se agarró a un clavo ardiente,

Por no caer…

 Se nos presenta un Sabina reflexivo que se ve al espejo haciendo a un lado la tentación de la vanidad, e invita con naturalidad a los que escuchan a hacer lo mismo, con la autoridad de “Maestro”, título que se ha ganado, sin pedirlo, a lo largo de un camino recto e impecable como creador y filósofo de la música popular.

Después de años intensos de probar la vida loca, vemos al “genio de Úbeda” con la madurez de sus 68 años. La pieza es una especie de nueva versión de “Tan joven y tan viejo”, recargada con las baterías de dos décadas más. Es un canto a la nostalgia, sustancia esencial de sus canciones.

Pero yo fui más lejos,

Le adiviné las cartas al adivino,

 

Aposté contra mí, por no hacerme viejo,

En la ruleta rusa de los casinos…

Ni un paso atrás.

 “No tan deprisa”

Con un ritmo muy parecido a “Rosa de Lima”, tanto en la música como en la métrica de la voz, “No tan deprisa” es una buena rola para escuchar, por ejemplo, cuando se realiza el ritual de poner orden en casa. No invita a la intemperie: es una melodía para escucharse en espacios cerrados. No hay que salir tan deprisa del hogar sin antes poner orden, y qué mejor que llenarse de vida con música ante la jornada cotidiana.

 Un coyote en el porche,

Una mecedora

Un cuello de botella,

Unas horas tan muertas que no son horas,

La comanche de anoche que ya se va

 Ser feliz con dos latas

en la nevera,

Y un gramo de esperanza,

en lista de espera.

 “Lo niego todo”

“Lo niego todo” es una de las canciones mejor logradas del álbum, que lleva el mismo nombre. Con un inicio melancólico y pausado, para no dejar dudas de lo que se expresa, después da espacio a la balada pop en el estribillo, con un teclado de fondo muy beatle.

 

Ni ángel con alas negras,

Ni profeta del vicio,

Ni rey de los suburbios,

Ni flor del precipicio,

Ni cantante de orquesta…

Ni el Dylan español…

 Habla el artista consumado. Un recorrido por su propia leyenda; una rotunda autonegación, un rechazo a la exageración del marketing y a la frivolidad de la prensa. Aunque al fin y al cabo un artista de la música popular necesita de esas herramientas, se cuestiona eso que llaman “inflar” la imagen. Finalmente se cumple con el cometido: el rechazo a lo que él mismo llama su “caricatura”.

 

Ni soy un libro abierto,

Ni quién tú te imaginas…

Lloro con las más cursis

Películas de amor.

 Él mismo desmitifica, pues, su leyenda, para expresar y dejar claro su lado humano doméstico, imperfecto y hasta trivial, lo cual da espacio a una innovadora poética de la negación, con los matices, también, de una personalidad cambiante, contradictoria.

 Lo niego todo,

Incluso la verdad…

 La leyenda del suicida,

Y la del bala perdida

 Si me cuentas mi vida,

Lo niego todo.

 

“Posdata”

Para bailarla acompañado y sin pudor, a cuatro pies y cuatro manos. Con tono alegre y una fórmula que combina la ranchera y evoca a José Alfredo, una de las grandes influencias de Sabina, con un ritmo unidireccional hasta el final de la canción, esta pieza habla del despecho, del amor perdido y su recuerdo y la no idealización del amor de pareja.

La canción que te escribo,

No es más que una postdata,

Si la bailas con otro, no te acuerdes de mí.

Ni tú eras para tanto, ni tú eras para tanto…

Ni yo soy para ti.

 “Lágrimas de mármol”

Las lágrimas del sabio se condensan, ya no son líquidas. Pesan. Se han vuelto quizá de marfil, a diferencia de la ligera juventud de antaño, donde todo era fuego.

 Acabaré como una puta vieja,

hablando con mis gatos.

 Es la canción de un bohemio solitario, que hace años, debido a la mala salud y las consecuencias de la fama, cambió los bares de la noche por la cantina de su casa.

 Desde el observatorio de mi casa,

la fiesta se resfría.

 Aunque si por él fuera, saldría “como un gato en celo” a seguir vagando por las calles de la noche. Sin embargo:

Los pocos que me quieren no me dejan,

Perderme por si disparato.

 La melancolía de la letra combina con un rock que atenúa su densidad. Los desenfrenos del vicio no sólo influyen negativamente:

 Superviviente, sí, ¡maldita sea!

Nunca me cansaré de celebrarlo”

Antes de que consuma la marea,

Las huellas de mis lágrimas de mármol,

Si me tocó bailar con la más fea..

Viví para cantarlo

Me duele más la muerte de un amigo,

que la que a mí me ronda.

 El poeta William Blake dijo: “El camino de los excesos, conduce al palacio de la sabiduría”. 

 “Leningrado”

Considero que es la canción más profunda del álbum, tanto en la complejidad de la música, compuesta por Jaime Asúa, joven guitarrista del fiel conjunto que lo acompaña en sus giras, como en su fina escritura: es el reencuentro con la amante y, a la vez, una crítica al régimen de la desaparecida Unión Soviética, con sus tabúes sexuales.  

 No era fácil en la Unión Soviética

ir por condones a recepción,

Años gris de la rutina…

Enviudó una golondrina en mi balcón.

 El último verso es una paráfrasis del poema “Volverán las oscuras golondrinas” de Gustavo Adolfo Becquer, laureado poeta del romanticismo.

 Y el lado de la nostalgia, de la remembranza:

 No sé cómo pasó ni cómo fue,

que nos topáramos aquella noche loca.

Hace casi medio siglo que no te veía.

 La pasión y el color rojo de una juventud lejana. Y ahora, en otro tiempo, en la etapa opuesta… la remembranza:

 Nos matábamos de ganas de vivir,

No dormir era más dulce que soñar,

y envejecer con dignidad, una blasfemia.

 Me doctoré en tus labios de ocasión,

En una sórdida pensión de Leningrado,

Sin pasaporte y fuera de la ley,

Pero borracho, como un rey desheredado

 “Canción de primavera”.

Es un espacio abierto a la ternura, con una mezcla de acordes que la vuelven muy dinámica y agradable.

En la analogía de la primavera con el otoño, este último es visto no tanto como estación, sino como un ciclo universal del tiempo… el de los años, pero cubierto siempre por la sombra apasionada de la primavera.

 Otoñales van mis años, por el río Guadalquivir

Si se te olvidan las bragas, en mis últimos jardines,

Te regalo una biznaga de jazmines.

 Buenas noches, primavera,

Perfume del corazón…

No me tumbes en la era de internet.

 

Buenas noches, primavera, novia mía.

 “Sin pena ni gloria”

Con un inicio impetuoso en la lírica, que no deja lugar para el respiro, el juglar moderno nos canta:

Cuando los dioses paganos

Me otorguen su bendición,

Terminaré la canción

Que te prometí un verano,

Con una condición..

Que me quieras libre y partisano.

 

Sabina no se asume claramente como ateo. Si alguna fe religiosa tiene, ésta nace de una posición politeísta.

Se entrega a explorar la naturaleza del corazón humano: el querer amar y ser amado, la fragilidad existencial que nos ata a la búsqueda del otro, de alguien que abrace nuestros miedos y nuestros deseos.

El corazón mientras late

Sueña con amanecer

Abrazado a una mujer

Que lo bese y lo rescate,

Y aunque pierda la fe,

Nunca da por perdido el combate.

 

“Las noches de domingo acaban mal”.

Un rock and roll que condena el tedio del domingo, su color gris e insípido… antesala de una semana más: la digestión de una amalgama de experiencias predecibles, otras no tanto... Una vuelta al almanaque en el día más reflexivo de la semana, el menos apropiado para recordar un desamor.

Algunas noches no duermo contigo

Más de una vez,

No tengo a dónde ir

 

A veces ni predico

Ni doy trigo,

Despierto en casa

Y ya no vivo aquí.

 

Los viernes dan películas de miedo,

Los sábados te vas y yo me quedo…

Las noches de domingo acaban mal.

 

“Qué estoy haciendo aquí”

¡Por fin un reggae a lo Sabina! La vida a ritmo jamaiquino…  con el plus de la ronquera del juglar moderno. Un canto a la felicidad, una búsqueda del antídoto contra la tristeza, y un diálogo con uno mismo que cuestiona su propia existencia y la tediosa rutina. También exalta su vena de cronista, que aprendió en gran medida de Bob Dylan.

Marisa sale muerta del trabajo,

una semana más, tirando a gris

El plano del edén, no tiene atajos…

Para los que no aprenden a reír.

Y el cuestionamiento existencial en el coro…

 

¿Qué estoy haciendo aquí, de quién es esta vida,

Qué estoy haciendo aquí,

Callejón sin salida?”

“Churumbelas”

Es la rumbita que no puede faltar en los más recientes discos del “Flaco de Úbeda”. El poeta recoge sus vagancias para convertirlas en música. Más vale no dejar el amor en el baúl.  Un viejo enamorado de tres chicas, de las cuales… “Podría ser su abuelito”. La pasión, la libido aún despierta en el pecho de un joven de corazón, que se niega a dejar de sentir. Una historia literaria, digna de leerse, incluso, sin escuchar su melodía.  La canción hecha literatura, con el atributo de la rima.

 Eran tres hermanas churumbelas

Del barrio de Lavapiés

La Verónica, la Merche, La Carmela

Toma, candela y olé

Eran tres gitanas

En el siglo XXI

 Y yo que espío desde mi ventana,

Cada mañana,

A la sultana de Lavapiés

Me estoy muriendo de ganas

De casarme con las tres.

 “Por delicadeza”

En el desenlace del disco, se expresa la sabiduría popular: Sin rosas ni espinas, no hay amor. Una rola que recuerda la temática de su clásico “Contigo”, rejuvenecida a dueto con Leiva, el afortunado treintañero que produjo este material, ex integrante del grupo Pereza, con quien tiempo atrás compuso “Tiramisú de limón”. Sabina se ha dado el lujo (y el riesgo) de volver de manera simbólica a su propia juventud, con su amigo y colega.

No es una canción de enamorados. En todo caso, se plasma el lado objetivo del amor.

 Me acusas de buscar siempre un atajo,

Para tratarnos peor…

Me acusas que mi arma no dispara,

Más que balas de hielo…

Me acusas de no dar nunca la cara

Pero aquí sigo estando… ya lo ves,

Salvado por la campana..

 Prefiero seguir dudando,

Entre el depende y el cuándo

Entre lo duro y lo blando

Ayer te quise por amor al arte,

Hoy por delicadeza.

pabloaldaco@gmail.com