Si tomamos en estos días tan complicados para el país un momento de calma, cerramos los ojos y recordamos por un breve instante lo que fue aquella histórica noche del 1ero de julio del año 2018, nos trasladaremos -a través de la memoria personal y colectiva- a observar y escuchar las voces de millones de mexicanos esperanzados en un mejor futuro para todos, y eso es justo lo que marca en sí: un momento icónico para muchos, ya que representó el parteaguas no sólo auditivo y visual sino también concientizador y programático del inicio (apenas el inicio) de una enorme transformación (la 4ta) de dimensiones históricas aún por definir para este país.
En esencia tenemos el comienzo -después de un largo camino recorrido y después de una abrumadora victoria por la vía pacífica y electoral (a diferencia de las anteriores transformaciones)- de un profundo cambio de paradigma en la vida pública de este país llamado México.
Sé que pasarán aún muchos años para calibrar correctamente los cambios en marcha y que vendrán, ya que el anterior régimen de oprobio por décadas destrozó lacerantemente al país a través de la corrupción, la concentración del ingreso en muy pocas manos y el rompimiento del tejido social.
Por lo cual, si nos ubicamos ya en el presente a más de un año del arribo formal del proyecto de izquierda del Presidente Andrés Manuel López Obrador a Palacio Nacional (ya no en los imperiales Pinos que ahora se han convertido en un Centro Cultural al alcance de todos), podemos ver que aún falta mucho por hacer, pero que el avance ha sido tremendo: sumado a la prohibición constitucional de seguir otorgando las oprobiosas condonaciones fiscales (impuestos) a los grandes macro grupos empresariales, a la par hemos tenido un histórico aumento al salario mínimo, una redistribución del ingreso con una política social innovadora y universal para incentivar empleo, estudio y demanda agregada (además de la necesaria protección social a grupos vulnerables). También hemos visto la construcción de las bases legales e institucionales para tener un verdadero sistema público de salud universal (mejorar muchísimo la calidad y la cobertura en atención médica gratuita e integral son los objetivos clave a conseguir).
Asimismo, tenemos en funcionamiento el más importante programa de reforestación de la historia moderna del país, del lado ecológico tenemos la prohibición de la introducción de maíz transgénico en las cosechas nacionales y también del fracking como mecanismo extractivo de devastación medio-ambiental.
Y desde luego que en este año 2020, vienen todas las obras de infraestructura productiva y social con los proyectos de inversión mixta en camino.
Sumado a ello tenemos (en este 1er año de gobierno progresista): una inflación históricamente a la baja, una apreciación de nuestra moneda, además de un aumento de las remesas de los connacionales viviendo y trabajando en E.U. a sus familiares en nuestro país, observamos de igual forma un aumento de la Inversión Extranjera Directa, de las reservas internacionales, de las ganancias de las empresas en la BMV y una disminución de la deuda pública como no se había visto en años. E insisto: aún falta mucho más por hacer por parte del #GobiernoMX.
Por ejemplo: Más políticas públicas intra-sectoriales con enfoque y perspectiva de equidad de género.
En cuanto a lo sustancial de los datos duros de esta estabilidad macroeconómica, habrá que preguntarle a millones de familias mexicanas: si es (o no) buena noticia que el apoyo económico que reciben -de sus familiares en EU- haya aumentado en 2019. Además la comisión que cobraban los bancos por su envío viene a la baja (logro del Gobierno del Presidente Andrés Manuel).
Junto con la estabilidad macro (cambiaria e inflacionaria) el Indice de Precios y Cotizaciones también se ha mantenido estable y a la alza (+6.71%) durante todo el 2019.
Como mencionábamos ha bajado el endeudamiento externo, no se han creado nuevos impuestos y hay una nueva política hacendaria de ahorro y combate a la corrupción (con un notable avance en el Índice de Transparencia Internacional), además ya inician los ajustes contracíclicos para impulsar el crecimiento económico (tema fundamental y aún pendiente -así como el de la seguridad pública- en esta etapa de configuración de la #4T).
Y sí, aún hay muchas cosas por corregir y por mejorar (crecimiento del PIB, sin olvidar que es aún más relevante e importante el avance del Índice de Desarrollo Humano y la disminución de la desigualdad con un Coeficiente de Gini a la baja): como en especial -y de igual forma- la erradicación de la violencia en contra de la niñez y en contra de la mujer.
Así que si bien es cierto que los pilares se están cimentando, no hay que olvidar que venimos de más de 36 años de estancamiento económico crónico, de brutal corrupción e impunidad, de un subdesarrollo imperante, de una extrema concentración del ingreso y de una degradación moral y de valores con la destrucción del tejido familiar y comunitario y por ende una preocupante descomposición social.
Por todo ello, obvio no será nada fácil, llevará tiempo, pero el cambio de régimen vía democrática y por el bien de todos sin duda está en marcha.
Por ello, también hay que comprender que si bien es sano criticar, exigir y proponer, hay que tener la templanza primordial de reflexionar y entender que los procesos de cambio conllevan años para consolidarse y dejar un mejor presente colectivo con paz, bienestar y tranquilidad social que -como dice el Presidente Andrés Manuel- sólo pueden ser frutos de la justicia y la equidad. El camino es el correcto, habrá caídas, ayudemos a levantarnos entre sí, curar heridas, ajustar y corregir el paso y seguir avanzando.