Desde los dramáticos sucesos acaecidos en Nueva York y Washington el 11 de septiembre de 2001, los gobiernos de los Estados Unidos, sin distinción de bandera partidista, han hecho del tema de la seguridad nacional la máxima prioridad. El lector recordará que ello provocó el fracaso de la reforma migratoria ese mismo año. A diferencia de otros países golpeados por el terrorismo, como Francia, nuestro vecino del norte ha priorizado la materia sobre aun el mismo respeto de los derechos humanos de los ciudadanos.

Derivado de ello se puede concluir que, con la excepción del atentado en la ciudad de Boston de 2013, no se han registrado desde entonces mayores ataques terroristas sobre suelo estadounidense.

En este contexto, Julian Assange es un enemigo público de los Estados Unidos. A través del controversial Wikileaks, el programador australiano violó una serie de leyes federales estadounidenses, lo que ha provocado, a lo largo de los últimos años, un sinfín de litigios jurídicos y políticos. Hacia el final del proceso, Assange sería recibido en la embajada de Ecuador en Londres, y luego, arrestado por la policía británica en 2019.

Ante la más reciente negativa de extradición por parte de una jueza británica, el presidente Andrés Manuel López Obrador, en una torpe maniobra diplomática, ofreció ayer asilo político a uno de los individuos más perseguidos por el gobierno de los Estados Unidos.

El lector recordará que el propio presidente mexicano recibió al ex presidente boliviano Evo Morales, en un gesto de fraternidad de mandatarios de izquierda que poco encajaba en los objetivos de la política exterior de México; Morales, un presidente sudamericano que había reformado la constitución de su país con propósitos dictatoriales, y en violación a los resultados de un referendo en la materia.

A reserva de conocer el desarrollo de los hechos, el gobierno de Joe Biden no verá con buenos ojos el ofrecimiento de López Obrador. ¿Cómo entender a un presidente que cuenta con personajes de la talla de Marcelo Ebrard al frente de la cancillería, y a la vez verle cometer pifias innecesarias? México debe no nada a Assange, ni a Ecuador, ni a Australia ni al Reino Unido, pero su gobierno sí que está obligado a actuar en función de nuestros intereses primarios: la sana relación bilateral con los Estados Unidos; y aun más, en el contexto de una nueva administración en Washington.