Existen temas o asuntos nacionales en la que la inmensa mayoría de los mexicanos estamos de acuerdo y uno de esos temas o asuntos es el fin al financiamiento público a partidos políticos. Para empezar, debemos recordar cuándo inició esa mala práctica en la política nacional. Fue a finales de los años 70s del siglo pasado cuando todavía predominaba un gran control del país por parte del partido único, partido hegemónico que era el PRI.
En esos años la oposición apenas ganaba algunas decenas de puestos de elección popular solo para darle legitimidad a nivel internacional a la inexistente democracia en nuestro país. En la cámara de diputados ganaban algunos espacios el PAN o partidos parasito o satélite del mismo PRI como era el PARM, PPS, entre otros. Nunca fueron suficientes para impulsar reformas que realmente abrieran los espacios en el ámbito público de México. El PRI le daba unos sorbos de lo que era el poder a la oposición para quitarles, de alguna manera, el antojo.
El PRI era un partido poderoso que contaba con recursos oficiales y no oficiales que le proveían los gobiernos municipales, estatales y federales más las cuotas de millones de afiliados a ese partido y la inmensa mayoría de los sindicatos en todo el país. A diferencia de la oposición, el PRI tenía recursos a manos llenas para realizar ostentosos eventos más dádivas a sus afiliados para conservarlos como miembros del partido y asistentes a eventos políticos tanto en campaña como en el ejercicio del poder.
La oposición era débil y se sostenía solo con los recursos que recibía de las cuotas de militante de sus afiliados que nunca eran suficientes para igualar las campañas del priísmo. El partido más organizado era el PAN que luchaba contra el elefante tricolor que los hacían polvo elección tras elección.
Fue hasta fines de los 70s y principios de los 80s cuando el PRI se vio obligado a darle cabida a la oposición en primera por medio de los plurinominales y en segunda otorgando a los partidos recursos de la federación para su funcionamiento. Hasta allí las cosas iban bien, se empezaron a ver bancadas de la oposición, se ganaban algunos municipios y a regaña dientes cedieron Baja California en los 80s al PAN solamente porque el fraude electoral fue tan descarado que el entonces presidente Ernesto Zedillo giró la orden para otorgar la gubernatura al panismo.
El problema empezó en los 90s cuando los recursos a los partidos empezaron a aumentar, así como el presupuesto del recién creado IFE (Instituto Federal Electoral). Los partidos poco a poco fueron obteniendo más y más recursos, mucho más de lo que necesitaban para mantener su estructura y financiar sus campañas. En los 90s nacieron partidos que viven hasta la fecha como el PRD, PVEM, Convergencia (Movimiento Ciudadano) y el Partido del Trabajo.
Con el nacimiento de esos partidos las cosas empezaron a salirse de las manos a los gobiernos y al mismo IFE ya que se perdió la esencia de lo que son los partidos políticos aquí y en China. ¿A qué me refiero? Sencillo, los partidos abusaron de los recursos que recibían e incluso se aumentaban los presupuestos en el congreso provocando que los partidos políticos no necesitaran de las cuotas de militante y haciendo que los partidos solo se dedicaran a conseguir el porcentaje mínimo para subsistir manteniendo su registro. Se olvidaron de sus afiliados, se olvidaron de su función como formador de cuadros que participaran como candidatos de elección popular y una buena cantidad de partidos (muchos de ellos ya desaparecieron) hicieron el lucrativo negocio de vender la franquicia del partido en municipios y estados, así como la venta de candidaturas de elección popular.
Recientemente los mexicanos están cansados de mantener a tanto partido y principalmente a aquellos partidos que no disimulan ser negocios familiares o de grupo como ocurre actualmente con el PT, MC y PVEM. En las recientes elecciones la sociedad demostró que está cansada de la partidocracia y que no van a permitir que sigan sobreviviendo partidos parásito. Estamos ante un parteaguas pues partidos históricos como el PRD, PAN y PRI sufrieron un duro golpe ante Morena que arrasó en las elecciones.
El PRD, PAN y PRI buscan la manera de seguir vigentes y de no desaparecer en tres o seis años pues se espera que para el 2021 buscarán conseguir el registro al menos dos partidos por cada uno de esos tres institutos políticos. Por ejemplo, el PRD intentará sobrevivir cambiando de nombre, colores y logotipo. El detalle es que al menos dos corrientes del partido del sol azteca buscarán el registro en 2020. Lo mismo pasa con el PAN donde ya se registró el primer instituto que buscará quitarles muchos militantes con el partido de Margarita Zavala. En el PRI las cosas están igual de complejas pues se registrarán al menos dos partidos que se asumen como los que van a rescatar los principios del priísmo.
Si bien hoy es un momento histórico para la creación de nuevos partidos políticos, estos tienen que llevar como bandera principal el abandono de los recursos o prerrogativas que reciben por parte del INE o al menos comprometerse a buscar que estas prerrogativas se reduzcan de manera muy significativa. La sociedad busca partidos frescos que les abran las puertas para participar activamente en la política local o nacional. Es muy difícil que el PRI, PAN y PRD puedan cambiar pues ya llevan en su ADN la corrupción, el amiguismo y el continuar con el lucrativo negocio de la partidocracia.
México hoy más que nunca requiere de institutos políticos formadores de nuevos liderazgos pues llevamos varios sexenios viendo como brincan de cargo en cargo los mismos políticos de siempre. En ninguno de los partidos se ha dado el cambio generacional que México tanto anhela. Se necesitan jóvenes con ideas frescas que permitan dar pasos firmes para un país más democrático, más inclusivo y más representativo.