Todo indica que Porfirio Muñoz Ledo, diputado electo, presidirá la Cámara de Diputados a partir del 1 de septiembre. De ser así, sería un justo y merecido reconocimiento en vida, a un político excepcional.

Muñoz Ledo es un hombre que ha vivido intensamente y  que ha sido un referente obligado por lo menos los últimos 50 años, siempre en primer nivel en la vida pública nacional. Como todo ser humano, tiene luces y sombras, ambas son muy poderosas, sin duda, pero sus luces son inconmensurables.

Porfirio Muñoz Ledo es alguien que alcanzó en su vida pública el merecido reconocimiento de genio político. Orador brillante, hombre culto, trabajador excepcional, carismático, seductor, amado y odiado, nunca ha pasado desapercibido.

Porfirio Muñoz Ledo es de  los pocos políticos que enaltecen el cargo, el cargo no lo enaltece a él.

Ha sido todo, y no relataré  aquí su intensa y productiva vida pública. Sólo traeré a la memoria algunos momentos.

Ganó cuando el PRI era invencible, el cargo de  senador de la República en 1988 por el Distrito Federal. Perpetrado el fraude electoral contra Cuauhtémoc Cárdenas en 1988, interpeló al entonces presidente, Miguel de la Madrid Hurtado, nada menos que en el día de su fiesta mayor, en el informe de gobierno del 1 de septiembre de ese año.

Marcó un hito, un antes y un después de esa interpelación  viril y emotiva e histórica sin duda. Demostró que los presidentes no eran intocables y tuvo las agallas para hacerlo de cara a la nación. Ahí inició un ciclo parlamentario de rebelión, de dignidad y de valentía, que se cerrará el próximo 1 de diciembre, cuando le entregue de propia mano, la banda presidencial al presidente electo Andrés Manuel López Obrador.

Siendo cuatro los senadores  de oposición, Porfirio Muñoz Ledo, con la brillantez que le caracteriza, traía él solo a raya, al Senado de la República entero. Invencible en el debate, vitoreado en la plaza pública, brillante siempre en el auditorio que lo pusieran, por igual se desenvuelve en una universidad, en un ámbito diplomático o en un mitin callejero, con alguna anécdota siempre presente, con picardía e intensidad, y la experiencia política formando parte de su piel y de su vida.

Porfirio Muñoz Ledo presidió la Cámara de Diputados cuando el PRI perdió por primera vez la mayoría en ésta, en el quiebre de 1997. Encabezó a toda la oposición en su conjunto y puso en jaque al gobierno de Ernesto Zedillo, hasta que éste logró desarticular el bloque construido. 

Muchas frases memorables y para la historia podría recordar de Porfirio Muñoz Ledo, pero sólo traeré una a cuenta: "El que apuesta a principios no se equivoca". Y Porfirio, que siempre ha trabajado para la historia, lo olvidó -desde mi punto de vista- cuando decidió apoyar a Vicente Fox  en el año 2000.

Muchas cosas se le pueden reclamar a un gran hombre con razón o sin ella, imposible que no genere polémica y Muñoz Ledo es un hombre que siempre ha estado envuelto en la polémica, sin embargo, a mi parecer, el único yerro considerable, fue su apoyo a Vicente Fox y no por lo que este patético personaje ha devenido, si no por lo que siempre ha representado.

Regresó de su exilio dorado  como embajador de México en la Unión Europea, en el último tercio del gobierno de Vicente Fox Quesada, a reincorporarse al movimiento y apoyar el liderazgo de López Obrador.

Batalló como un condenado para ser aceptado por la base popular que le silbaba y reclamaba durante sus intervenciones en los multitudinarios mítines por su inconsecuencia de haber apoyado al gobierno foxista. Remontó todo con la tenacidad que le caracteriza y volvió a tener un lugar destacado en el movimiento y en el corazón de nuestro pueblo.

El próximo 1 de diciembre,  al presidir la Cámara de Diputados y entregar la banda presidencial al presidente electo Andrés Manuel López Obrador, Porfirio Muñoz Ledo recibirá en vida, un merecido homenaje. Con este hecho histórico, se cierra un ciclo de insurgencia democrática que inició en 1988 con la corriente democrática del PRI, donde Muñoz Ledo formó parte central, iniciando su larga travesía rumbo a la cumbre del poder político en México. Esto no pretende borrar de un plumazo las décadas de esfuerzo de hombres y mujeres de izquierda, que pagaron incluso con su vida, su compromiso con su lucha por la democratización y el cambio profundo de nuestra patria; pero me centro en los últimos 30 duros años de esfuerzo político de millones de hombres y mujeres para lograr que se respetara el voto en las elecciones presidenciales y que se materializarán el próximo 1 de diciembre con la asunción de López Obrador a la presidencia de México.

El PRD, que hubiera podido tener un lugar destacado por derecho propio, se ahogó en la orilla, producto de su inconsecuencia, de su pragmatismo majadero y de su franca traición al pueblo.

Paradoja de paradojas, un  partido que luchó como pocos, por lograr el respeto al voto de los mexicanos, -pagando el alto costo de 600 militantes asesinados por esta causa, fundamentalmente durante el gobierno usurpador de Carlos Salinas de Gortari- que lucharon por lograr un cambio profundo en México, quizás ni siquiera tenga registro el próximo diciembre. Perder el registro sería una justísima culminación de su desventurado final. 

Volvamos a lo central, Porfirio Muñoz Ledo. Yo creo que los homenajes y reconocimientos hay que hacerlos en vida. Mi abuela, que algo sabía del tema, decía: "Después de muerta, para qué quiero calzones". Celebro que el próximo 1 de diciembre sea un hombre de la talla de Porfirio Muñoz Ledo quien presida tan importante ceremonia. Como ya dije, con ese evento se cierra un ciclo, y se abre uno nuevo de esperanza grande, de dura lucha política y de denodado esfuerzo para dar a nuestro pueblo el justo lugar que se merece, para lograr su redención y hacer realidad lo que con enorme llaneza expresó el gran revolucionario mexicano Ricardo Flores Magón, quien sostenía: "El pueblo tiene derecho a vivir y a ser feliz".

 

"El pueblo tiene derecho a vivir y a ser feliz".

 

Gerardo Fernández Noroña.

 

México D.F. a 21 de julio de 2018.