No hay que confundir de ninguna manera, el hoy fracasado paradigma económico neoliberal, el cual fue iniciado y conocido en su época (finales de los 70s principios de los 80s en EU) como el mainstream económico del Reaganomics: todo un hito ortodoxo y conservador, el cual en resumen tuvo y sigue teniendo dentro de sus características más importantes y nocivas -ya que pese a su arruinado presente tiene aún muchísimos defensores ya sea dentro o fuera de los círculos de poder (financieros, gubernamentales, mediáticos o académicos) más importantes del orbe- un cúmulo de ajustes estructurales tales como la desgravación sucesiva de los impuestos progresivos a la renta (en los sectores económicos más altos), una desregulación financiera que lleva consigo el dogma que nos dice que es mejor dejar hacer y dejar pasar a una supuesta mano invisible del mercado que se autorregula y -según ellos- produce por sí sola los equilibrios óptimos, por lo cual para ese fin, es necesario el retiro del Edo de la conducción económica, dándose una fuerte contracción de la inversión pública productiva y de la inversión pública social, y buscando con ello tener un supuesto goteo (trickle-down) desde los estratos económicos más altos hacia abajo, para lo cual -de igual forma- hay una desindustrialización de la economía, privatizaciones a ultranza, contención salarial, flexibilidad laboral y una apertura comercial salvaje e irrestricta; sin olvidar que éste último punto es prácticamente el único –de todo el conjunto de recetas del paquete neoliberal- que ha sido fuertemente cuestionado en la actualidad (pero de manera equivocada) dado sus funestos resultados: por el neofascista presidente norteamericano D. Trump y su afín establishment económico e ideológico.
Por lo cual, todo lo mencionado no debe siquiera pensarse en igualarse con la visión y acción programática de gobierno denominada en su momento (durante la campaña presidencial en México en el 2018): AMLOnomics, que significa en esencia y en contraparte a la visión friedmanciana -que se le vendió (y que él totalmente compró) al ex presidente Ronald Reagan (1980-1988)- una opción de cambio post al modelo neoliberal (que obviamente se le implantó a nuestro país desde hace 36 años). Aquí podemos ver algunas de sus líneas alternativas aún en marcha y desarrollo con el arribo democrático de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de la república (2019):
Consolidar fuentes de ingresos del gobierno. 1era etapa: Eliminando gastos superfluos, suntuosos e improductivos en las altas estructuras burocráticas y con un fuerte combate a la corrupción (nueva ética republicana en el ejercicio de gobierno). 2da etapa: reforma fiscal progresiva, todo ello para redirigir los ingresos a un aumento exponencial de la inversión pública productiva y de calidad (en proyectos de infraestructura, en desarrollo regional y ecológicos), esto como capital semilla para atraer una fuertemente complementaria inversión privada productiva.
Todo lo anterior, parte de la estructura conceptual heterodoxa llevada a la práctica -contraria a la “lógica” de política económica de los neoliberales- de promover un Estado rector, regulador (planeación factible) y de equilibrio con una economía de mercado sana pero mixta y con verdadera competencia (rompiendo monopolios y oligopolios empresariales privados: tema aún pendiente dada la actual etapa de configuración de la 4T).
De igual forma, es muy importante señalar que en este proyecto progresista del Presidente Andrés Manuel, integrar al sector energético en uno solo, es vital para generar todo un eslabonamiento inter-industrial de cadenas de valor con efecto multiplicador hacia otras ramas de la economía (lo cual se iniciaría recuperando a la industria petrolera, dándole valor agregado al producto -transformando la materia- durante todos las etapas de su proceso productivo: desde la exploración hasta su comercialización), buscando con ello justamente una industrialización de alto contenido nacional y con desarrollo sustentable (ya que la transición energética vendría en una tercera etapa), combinándolo con un aumento paulatino pero sostenido del salario mínimo, con una política social universal, con fomento al campo y al agro (importante también no dejar de señalar la importancia de la Banca de Desarrollo en la financiación de toda esta reactivación económica), para encontrar el objetivo primario de fortalecer el consumo (la demanda agregada) y la producción del mercado interno, y en otro plano más complejo, con una diversificación de las exportaciones en el mediano plazo (antes de ello con las mejoras en infraestructura aeroportuaria y ferroviaria necesarias para ello), y todo lo señalado se piensa hacer con estabilidad macroeconómica (sin hacer crecer en términos reales la deuda pública, por ende el déficit fiscal y además con estabilidad cambiaria y con una baja inflación dentro del rango inflacionario proyectado por el Banxico).
Continuará...