Cuando se le dio asilo a Evo Morales la oposición sentenciaba sobre la "venezualización" de México; cuando AMLO fue a Estados Unidos lo acusaron de aliado, cómplice o servidor del imperio. Son sólo dos casos, pero cada una de esas dos tendencias de juicio pueden nutrirse con muchísimos ejemplos. La oposición, o cierta parte de ella, está muy confundida y por eso vive en una contradicción permanente.
Pero todo eso tiene una explicación: no comprenden que las acciones y decisiones ejercidas y asumidas por López Obrador tienen como base un repertorio de ideales bien definido, que, o se han negado a conocer, o si lo conocen no lo comprenden ya que sus paradigmas son tan rígidos que no permiten ser permeados por nada que amenace con tambalearlos. Hay otra posibilidad: sí los conocen pero los rechazan y entonces se dedican a tergiversarlos y manipularlos. La incompatibilidad con el presidente radica en que para ellos todo es coyuntura y contingencia; intereses inmediatos, sin ideales de por medio.
Así, dar asilo a Evo y visitar y acordar con Trump no son acciones contrapuestas porque no vulneran ninguno de los principios asumidos por el mandatario.
Ahora tenemos a quienes en lugar de centrarse en que haya caído una figura como Cienfuegos, responsable de graves acciones contra el derecho humano internacional, acusado de ser responsable y/o encubridor de crímenes como Tlatlaya y Ayotzinapa que significaron tanta violencia y dolor en México, enfoquen su discurso en otras aristas, lo cual no estaría mal siempre y cuando no ignoraran lo anterior. Pero hay omisiones que son imperdonables.
Para ellos es más importante que en Estados Unidos primero hayan premiado al exgeneral y luego lo hayan aprehendido (como si en nuestras manos estuviera la política gringa); que alguna vez cuando AMLO era candidato le haya dicho "matraquero" (sin explicar por qué se lo dijo y en qué contexto); que "a lo mejor" Estados Unidos nos cobra el favor más adelante (ignorando una vez más que este gobierno se asienta en principios bien definidos y que no "pagaría favores" si se le exige algo que los vulnere o contradiga, como cuando rechazó la intervención de EEUU en el caso de la terrible masacre en Bavispe, Sonora, el año pasado); que México debió reclamar a Estados Unidos por la aprehensión del exgeneral (como si ese país no tuviera el derecho de capturarlo en su territorio, nos guste o no); que la DEA y la CIA son corruptas (como si eso eximiera a Cienfuegos de corrupto); que de todos modos en el Ejército hay corruptos (como si la captura de marras no implicara por lo menos una primera limpia del personal de esa institución).
Admitir que Cienfuegos haya sido capturado en Estados Unidos porque viajó a ese país ¡por voluntad propia!, y en su territorio el gobierno gringo decide qué hacer con alguien a quien se le abrió una carpeta de investigación hace más de 10 años, cuando López Obrador no era presidente, no contradice los principios de éste, por eso está tan tranquilo.
Y bien, ¿qué preferimos? ¿A Cienfuegos preso o libre? Lo más sensato sería preguntarles a las víctimas directas de sus atrocidades, a quienes seguramente no les importa el punto del globo en que ese personaje se encuentre tras las rejas.
También están los que se afanan en sostener que con la captura del exsecretario de la Defensa “se pierde la cerdibilidad en México y en su ejército" (Jorge Zepeda Paterson dixit; lo cito sin considerarlo vocero de la oposición, sino como un periodista que bandea entre apoyar a ésta y a los objetivos de la 4T). ¿No es al contrario? ¿Que esa detención redunda en una recuperación de la confianza en el país y en esa institución, en tanto que se encuentra en proceso de recomposición porque, precisamente, desde hace décadas había ido perdiendo credibilidad al cometer una atrocidad tras otra?
¿Es un duro golpe “a la credibilidad de México y del ejército” que esté por fin tras las rejas precisamente quien en buena medida ha sido responsable de la pérdida paulatina de la credibilidad de México en el mundo y de la integridad de su ejército, los últimos años?
Se pierde aquello con lo que se cuenta, se pierde lo que se tiene ganado, y con acontecimientos como Tlatlaya, Ayotzinapa y otros antes y después de esas masacres (¡memoria, por favor!), el prestigio que podía tener el ejército mexicano fue declinando a los ojos del mundo.
Nos encontramos desde diciembre de 2018 en un proceso de recomposición de la imagen de las fuerzas armadas. Que Cienfuegos haya tenido el atrevimiento de pisar por cuenta propia territorio estadounidense no es sólo una acción de alguien que se sentía intocable, sino casi un acto de justicia poética.
¿Fueron las morias de los griegos o las parcas de los romanos las que trasladaron a Cienfuegos a suelo enemigo a toparse con su destino fatal, o su osadía se debe a algo más terrenal: ¿no creyó, como todos los que han ido cayendo, que las cosas están cambiando de verdad?
O fue AMLO el que le dijo al exgeneral: vete a pasear a Estados Unidos con tu familia, yo te pago el viaje...