Daniel Cosío Villegas y su disgusto por la corrupción del sistema político mexicano.

Hace unos años, en un artículo de rememoración del fallecimiento de Daniel Cosío Villegas, Lorenzo Meyer señaló que el desarrollo de esa vasta obra concentrada en los diez tomos de la Historia Moderna de México surgió, más que como un proyecto académico, como un intento personal del historiador de dar respuesta a una pregunta:

“¿Cómo explicar que el régiman que sustituyó al porfirista, es decir, el revolucionario, que tanta sangre y destrucción costó, hubiera terminado por convertirse en poco tiempo en un neoporfirismo?”.

En su ensayo “La crisis”, recuerda Meyer, Cosío Villegas condena a la clase política surgida de la revolución mexicana por no haber estado a la altura de las circunstancias de la histora y haber sucumbido a la corrupción en gran escala.

En ése y en otros ensayos, el historiador fallecido el 10 de marzo de 1976 hizo notar que los “herederos de la revolución” fomentaron la prevaricación, el robo y el peculado, la corrupción administrativa y la impunidad.

Es muy significativo que Cosío Villegas relacione al porfirismo con el neoporfirismo acudiendo precisamente a esa práctica, la corrupción. Fija su pernicioso arraigo en la política mexicana quince años después de terminado el sexenio del general Lázaro Cárdenas:

“La angustia, disgusto y decepción de Cosío Villegas con la vida cívica de su tiempo -dice Meyer- surgió de constatar que a menos de tres lustros de haber concluido el gobierno del general Lázaro Cárdenas, el país estaba ya dominado por un “’neoporfirismo’”.

“Monarquía sexenal” le llamaba el autor de la Historia General de México al sistema presidencialista mexicano. No le tocó atestiguar que ese sistema creado por el PRI trascendió al mismo partido, y que la alternancia del año 2000 sólo fue un cambio de membrete en las siglas de quien gobernaba.

 

Los incómodos recordatorios del presidente a los abajofirmantes de un desplegado.

Muestra de que los intereses que conformaban la ahora poco a poco debilitada mafia del poder eran más fuertes que un aparato administrativo y controlador, la corrupción y la impunidad se enraizaron y fortalecieron todavía más en el aparto de Estado con el PAN en el poder, y llegaron al tope de la ignominia con el regreso del PRI en 2012.

Ayer en su conferencia matutina el presidente Andrés Manuel López Obrador calificó a Daniel Cosío Villegas como el mejor intelectual-historiador que ha habido en los últimos tiempos. En referencia directa a Enrique Krauze (aludió a “los que fueron alumnos de don Daniel Cosío Villegas”), cuestiona:

“¿Qué decía don Daniel, cómo se les olvidó? Que la causa que tronchó la revolución mexicana, lo que más daño causó, fue el establecimiento de la corrupción en México”.

Y es que Enrique Krauze y otras personas relacionadas con la academia, la literatura, el arte y el periodismo, han propuesto que la ciudadanía construya un pacto con los partidos de oposición, es decir, con el PRI y el PAN en tanto son los más importantes, para restablecer “el verdadero rostro de la pluralidad ciudadana en las eleciones parlamentarias de 2021”. Porponen, pues, pactar con los responsables de que la corrupción y la impunidad hayan terminado por reinar hasta lo impensable en las diversas esferas de la política mexicana.

Por increíble que parezca.

 

La honradez de Porfirio Díaz según Krauze.

Pero gracias a un artículo titulado “Breve historia de la corrupción”, publicado en octubre de 2019 en Letras Libres  , es posible acercarse al concepto que el autor del membrete de “El mesías tropical”, tiene de la corrupción.

Primero describe cómo Porfirio Díaz, tras el llamado de las autoridades al ex presidente Manuel González por la realización de negocios ilícitos que impactaron la hacienda pública, “pérfido instigador de la maniobra, terminó por absolver a su compadre y de ese modo se enfiló, sin rival alguno, hacia la reelección perpetua”.

Y líneas después:

“De Porfirio Díaz pueden decirse muchas cosas, pero no que fuera corrupto. Dueño de un dominio político absoluto, podía otorgar mercedes, prebendas, concesiones con la liberalidad de un rey, pero en lo personal tenía que ser, y parecer, honrado. Para que la Cámara, la Corte y la prensa no tuvieran que llamar a cuentas, las cuentas quedarían a cargo del ministro de Hacienda, quien ejercería un manejo financiero responsable y autocontenido en el cual cabían ciertos favores y preferencias, pero no la corrupción. Por lo demás, cosa que con frecuencia se olvida, en tiempos porfirianos los niveles medios del aparato judicial funcionaban con eficacia y honestidad”.

Es curiosísimo. Para Krauze el gobernante puede hacer y deshacer a su antojo, pasar por encima de las leyes, otorgar prebendas, hacer concesiones, beneficiar a discreción con favores y preferencias, y no ser corrupto sino todo lo contrario, ¡honrado!

 

La corrupción de Porfirio Díaz según Jorge H. Jiménez y Andres Manuel López Obrador.

El historiador mexicano Jorge H. Jiménez, autor del libro Empresario y dictador. Los negocios de Porfirio Díaz (1876-1911) (RM, 2015) califica a Porfirio Díaz como “truculento, mañoso y corrupto”. Su objetivo, dice, era “promover a la nación como una empresa en la que los extranjeros pudieran invertir sus capitales”. Fue “precursor institucional de las turbias relaciones entre políticos y empresarios. Incluso modificó el artículo 72 para poder darles todas las concesiones a sus amigos y familiares. Ése fue el método que utilizó para crear su pequeño grupo de leales y mantenerse en el poder por tanto tiempo”. Es muy probable, agrega Jiménez, que una buena parte de los vicios políticos de México se haya gestado durante el Porfiriato, como el enriquecimiento ilícito, el nepotismo, el asqueo institucional.

En su libro Neoporfirismo. Hoy como ayer (Grijalbo, 2014), Andrés Manuel López Obrador se ocupa también de las relaciones entre el profirismo y el neoporfirismo y, por supuesto, de la corrupción que hermana a ambos períodos:

"Hoy como ayer existe una República simulada y un Estado que sólo funciona para garantizar la acumulación de las riquezas en pocas manos, sin ocuparse del bienestar general. Hoy como en el Porfiriato, las minas, los ferrocarriles, el petróleo, la electricidad y otros bienes colectivos, se ha entregado a particulares, nacionales y extranjeros. México es un país sin democracia, con corrupción, desigualdad y opulencia."

Pero Krauze no ve corrupción en la persona de Porfirio Díaz.

 

Los cándidos años de corrupción “contenida” del panismo.

En el resto de su artículo habla muy atinadamente de las distintas tendencias que presentó la práctica de la corrupción en los gobiernos del siglo XX hasta Carlos Salinas de Gortari y, en una posdata, el defensor de la honradez de Porfirio Díaz anota estas perlas:

“La corrupción, como es obvio, no cesó en el siglo XXI. Pero es claro que gracias a nuestra democracia, a las libertades que le son intrínsecas, y a las instituciones que ha creado (en particular el Instituto Nacional de Transparencia), los políticos han estado bajo el escrutinio público en una medida mucho mayor que en tiempos de la presidencia imperial. Por la acción de la prensa (ya no solo Proceso sino Reforma y otros diarios y programas radiofónicos) la corrupción pudo contenerse –solo contenerse– en el gobierno federal entre 2000 y 2012. Por desgracia, la corrupción –hidra de muchas cabezas– se refugió en los estados”.

¡La corrupción se contuvo en los dos periodos que gobernó el PAN! ¡El fraude de Calderón no lo fue! Aunque esto último no es ninguna novedad pues, como es bastante conocido, Krauze fue de los que avaló el fraude. ¡La guerra contra el narco no lo fue, ni siquiera los reconocidos por la misma administración “daños colaterales” existieron! Y como para coronar mejor la honorabilidad del ex presidente panista decide lanzar la idea de que, como por arte de magia, la corrupción, desolada por el rechazo tajante del gobierno federal, “se refugió” en los estados del país.

Un historiador con mirada convenientemente ciega al presente.

A Peña Nieto lo acusa de haber incurrido y alentado la corrupción, y de la actual administración y del presidente López Obrador, dice:

“El nuevo gobierno ha puesto en el centro de su programa el combate a la corrupción. La intención es impecable, pero la instrumentación ha sido errática, inconsistente y contradictoria. Lo más preocupante es el acoso a las libertades e instituciones creadas por la democracia para ir acotando la corrupción de la única forma en que cabe hacerlo: mediante la exhibición pública de los delitos y la aplicación estricta de la ley. En vez de esas vías, el nuevo gobierno –que se presenta como un nuevo régimen, casi como una nueva era– propone desterrar la corrupción mediante un acto casi místico de purificación moral que parte del presidente y llega hasta el último ciudadano”.

Hay tres reflexiones que surgen de la lectura de ese párrafo:

a) Lo que él llama “acoso a las libertades e instituciones creadas” es precisamente ¡la limpia necesaria de corrupción que urge hacer en las instituciones! ¿Si no es en ellas, dónde? La administración pública, donde ha anidado la corrupción, está anclada en las instituciones, precisamente en ellas. No se trata de quimeras o de entelequias. Poseen infraestructura, bienes muebles, recursos, financiamiento, funcionarios que las manejan; ahí se realizan los protocolos, las operaciones, las negociaciones lícitas o ilícitas, que es lo que hay que deslindar y atender. La premisa de Krauze es completamente falsa y errática: que las instituciones, por el solo hecho de haber sido creadas, deben mantenerse;

b) Se está llevando a cabo precisamente lo que Krauze dice que debe hacerse, pero su manejo retórico quiere implicar que hay una total omisión al respecto: “la exhibición pública de los delitos y la aplicación estricta de la ley”. ¿No está enterado de la exhibición periódica de delitos, por ciertos lapsos a diario, que se ha estado haciendo desde las distintas instancias de gobierno, comenzando por el Poder Ejecutivo? Si no es por la aplicación estricta de la ley, ¿cómo es que altos funcionarios están en la cárcel, que otros están siendo procesados, que hay cientos de cuentas de delincuentes y narcotraficantes congeladas, que el huachicol está en proceso de extinción, que...? Si para el momento en que escribió su nota no todo lo anterior se había ejecutado, ya había bastantes ejemplos que tomar en cuenta;

c) Que el presidente haya difundido la Cartilla Moral, que dé consejos para que la gente se porte bien, que hable de la honradez y del honor, no excluye que, poco a poco y sin la espectacularización a la que se recurría en sexenios pasados y que muchos añoran por costumbre, morbo o influencia de Televisa, se está haciendo un trabajo continuo e intenso para combatir la corrupción con base en la legalidad.

 

Ejercer el derecho de réplica lleva sólo unos minutos del día.

Que nos se preocupe Krauze. La publicación de un desplegado y el recurrir al derecho de réplica, no tiene el más mínimo impacto en el trabajo diario.

Escribir que:

“Mientras la pandemia arrasa con la vida de decenas de miles de compatriotas desprotegidos, mientras la economía y el empleo se desploman, mientras la violencia impera... el presidente ataca a un grupo de intelectuales” es un despropósito. ¿Acaso dedicar unos minutos a responder un desplegado y hacer mención de ello en dos o tres conferencias matutinas, es motivo para que el presidente deje de trabajar? Además de soberbio, el de Krauze es un mensaje alarmista y dramático, muy propio de quien ahora se ve acorralado por su propio discurso y su nada honorable proceder.