Lo que hoy sería impensable en el mundo deportivo, antes era parte de las grandes competencias. Tal es el caso del Tour de Francia, donde antes se podía beber alcohol previo y durante las etapas.

Hasta la década de los 60′s, era habitual que los ciclistas bebieran cerveza, vino, champán o comieran chocolates. Todo esto, con la única intención de rendir más en las agotables rutas.

Una vez en altitud, el atleta debe adaptar el entrenamiento, la alimentación, comer más proteínas e hidratarse más, para limitar el riesgo de agotamiento o enfermedad, más fuerte en altitud.

La cerveza, el vino y el champán eran de las bebidas más consumidas, tanto durante la ruta como una vez finalizada.

“El té y el chocolate caliente eran productos que Henri Cornet, ganador del Tour de Francia en 1904, consumía a diario para completar en primera posición una carrera de hasta 18 horas sobre la bici en cada etapa”, cuenta el portal Brújula Bike.

Cervezas

Los tiempos han cambiado en el Tour de Francia

Actualmente, estas prácticas están vetadas en el Tour de Francia y la alimentación ha cambiado de forma radical a como era hace varias décadas.

Los equipos se preparan para las largas rutas estrategias de hidratación destinadas a reponer todo lo perdido con el sudor, mediante agua, sodio, potasio, magnesio o calcio.

“Hacia 1939, los ciclistas del Tour de Francia declararon tener un mejor rendimiento después de tomar suplementos vitamínicos”, se puede leer en un estudio llamado Search for the Competitive Edge: A History of Dietary Fads and Supplements.

Comenzó la edición 106 del Tour de Francia

Concentraciones en altitud, otra estrategia para los ciclistas

Los ciclistas tuvieron que esperar hasta la década de 1970 para que las bebidas deportivas propiamente dichas sustituyeran a sus bebidas preferidas.

Asimismo, comenzaron a planear más y mejores estrategias como concentraciones en altitud diferente a la que están acostumbrados, previo y durante el Tour de Francia.

La mayor parte de los especialistas consideran que las concentraciones de dos semanas ya son beneficiosas, aunque tres es lo ideal.

“Nos dimos cuenta de que quedándonos de manera constante en altitud, el organismo podía desarrollar mecanismos fisiológicos que permiten compensar el déficit de oxígeno”, dijo un competidor sobre las concentraciones en alta montaña.

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