Aunque actualmente damos por hecho que pinturas y colores se pueden conseguir de manera fácil en tiendas o papelerías, hubo un momento en la historia del arte que estos eran considerados elementos muy codiciados; dentro de todos, el azul ultramar el más preciado.
El ultramar es un pigmento extraído de una piedra semi-preciosa conocida como el Lapizlázuli, la cual llegaba a la Europa de Renacimiento de las zonas lejanas a sus costas, de ahí que se le nombrara "ultramarino o ultramar".
Si bien dichas piedras eran fáciles de encontrar, la extracción del color requería de un proceso complicado para el momento (estamos hablando de los siglos XIV y XV), pues implicaba moler el lapislázuli, unirlo con cera, resinas, y aceites derretidos, envolver la masa en un paño, escurrirla y luego amasarla con una solución de sosa cáustica.
Producir azul ultramar era muy costoso
La razón de esta técnica para producir el azul ultramar se debe a que, si sólo se molía la piedra y se enjuagaba con agua, como se hacía para obtener otros colores, el resultado era un polvo gris que no generaba ningún color como tal.
Esto provoco que no muchas personas se aventuraran a extraer el pigmento del lapizlázuli, pues la piedra es muy dura y el proceso, además de laborioso, era muy costoso en términos económicos y humanos, lo que provocó que el ultramar comenzara a escasear.
Aunque se puede decir que los pintores del Renacimiento bien pudieron recurrir a otros azul para sus obras, la profundidad y brillo del ultramar era única, pues se amoldaba perfectamente al estilo de la época, que tenía como base el bermellón y el oro.
El azul ultramar era igual o más caro que el oro
Debido a que todos los pintores del Renacimiento querían azul ultramar; pero este era producido en pequeñas cantidades, la gente comenzó a buscarlo de manera desesperada, elevando su valor a un estadio igual (a veces superior) al oro.
Sólo los mecenas más ricos de la época, como los Medici, podían optar por obtener una muestra del color; artistas que no contaran con el favor de una familia con poder económico, sufrían al tratar de conseguir el apreciado pigmento.
Tal es el caso de Durero, quien se tuvo que prestar a trabajos extra para poder pagar unos gramos del color; mientras que Miguel Ángel, debido a la falta del mismo, dejó inconclusas varias obras.
Ante esto, autoridades e iglesia (muy unidas en el Renacimiento), decidieron que el color sólo sería usado en representaciones eclesiásticas, ya sea de santos, vírgenes o el propio Jesús; otros usos quedaban prohibidos y penados por la ley.
El ultramar aún sigue siendo apreciado en nuestra época
Lo anterior perduró hasta inicios del siglo XIX, cuando el avance de la industria permitió que el color, así como el resto de los mismos, fuera producido de manera artificial, sin la necesidad de triturar lapizlázuli. Asimismo, para esa época, había pasado la era dorada de la historia del arte, por lo que tampoco era tan requerido como antes.
Aún así, persistió un reducto de personajes y puristas que aún buscaban el pigmento de manera natural, alejándose de los químicos industrializados que se comenzaron a usar. Aunque eran los menos, su movimiento ha persistido hasta nuestros días, manteniendo al color como uno de los más codiciados entre pintores y comunidad artística.
Se estima que un kilo de azul ultramar puede llegar a costar entre los 1200 pesos, a los 380 mil pesos, dependiendo de la pureza de este.
Con información de Nature, Nammu, RAE y Pigments: Historical, Chemical and Artistic Importance of Coloring Agents: Lapis lazuli.