Mucho se ha ido especulando en torno al proceso electoral que tendremos en 2027. Basta ver lo que aconteció en Chihuahua, y lo poderosa de la respuesta de la presidenta constitucional de México, Claudia Sheinbaum. Las propias corcholatas, como resultado de una pregunta abierta que le hicieron en su momento al mismo Andrés Manuel López Obrador, sirvió de marco para abrir el compás de un juego que, como tal, comenzó después del ejercicio democrático del 2021. Eso movió el tablero, pero también alborotó las pugnas internas al interior del seno morenista. El punto crucial, queda claro, fue que el propio AMLO, viejo lobo de mar, supo mantener el control y, con ello, pactó un acuerdo con todos los presidenciables para evitar las divisiones. Todos ellos, incluidos los aspirantes del PVEM y PT, se mostraron dispuestos a acatar los resultados luego de conocer la encuesta final.

Así de trepidante ha ido avanzando el proceso electoral pese al tiempo que resta. Lo que pasó en Chihuahua, evidentemente, es la prueba más clara del dinamismo y activismo social que se vive. Quizá las formas publicitarias hicieron que la presidenta constitucional lanzara un llamado a la dirigencia para fijar las reglas de participación, pues, más allá de todo, esto ha comenzado desde que Sheinbaum tomó la estafeta en Palacio Nacional. Se ha vuelto algo así como un hecho rutinario ir anticipando. Es verdad, con la postura que emitió Claudia, el Consejo Nacional será más enérgico con los aspirantes para que se sujeten a los tiempos que marcan las leyes, por lo menos en proyectar su imagen en espectaculares.

Por lo que respecta a la posición de Claudia Sheinbaum, y desde luego el poder político que tiene con el partido que la ha llevado al poder, mandó un claro mensaje. A mi juicio, lo que pudo llegar más a incomodar fueron los espectaculares que, por cierto, ya los retiraron. Lo que veremos, en términos más legales, será un posicionamiento ante la sociedad. Hay más formas de procesar ese activismo que, de manera franca, lo han hecho todos a través de asambleas informativas sobre temas de la reforma electoral o, de plano, el llamado a la unidad. Eso, tras bambalinas, son coyunturas para aprovechar al máximo los espacios públicos que se prestan para tener contacto con la ciudadanía. Las mismas corcholatas, en su momento, hicieron acto de presencia en informes legislativos, giras, asambleas, etc. acto público en el que acudían era ante los reflectores de la prensa pública.

Y eso, como se ha hecho parte de la cultura en procesos electorales, no debe de extrañarnos que siga sucediendo, especialmente cuando se avecina un proceso en el que se jugarán las gubernaturas de la mitad del país. Allí, por supuesto, será responsabilidad de la dirigencia nacional de Morena saber conducir los trabajos, en especial para evitar pugnas y especulaciones de piso disparejo. Esto, por supuesto, daría mayor certidumbre a un proceso, máxime por los mecanismos de participación que, como dijimos ayer, deben estar abiertos para todos sin excepción alguna, pues el rubro de nepotismo, como un criterio que buscan reformar, está suficientemente claro qué es y qué no es. De hecho, será válido que aquellos personajes que los liga un tema de consanguinidad, puedan ir en busca de la gubernatura, específicamente aquellas entidades que hemos identificado y, sobre todo, mencionado en estos espacios de opinión.

Eso, a la par de que todos se ajusten a las reglas de participación en Morena para no adelantar vísperas, será la primera prueba de fuego para la dirigencia nacional. Con esos criterios, y con la cancha pareja para todos aquellos que busquen un puesto de elección popular, Morena, como sucedió el pasado 2 de junio, está destinado a arrasar en las urnas. Ganará todas las gubernaturas, incluyendo Aguascalientes, Chihuahua y Querétaro. Después de ese triunfo histórico, ahora sí, hay que preparar el terreno para que las próximas corcholatas salten al escenario en esa carrera que está haciéndose una costumbre ir anticipando pese al tiempo que resta. Será algo similar a lo que vivimos hace más de tres años. Incluso eso, de manera paradójica, no se ha movido, al menos, en los principales referentes del movimiento.

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Hace poco, a través de un estudio que realizó MetricsMx, el sondeo pudo evaluar algunos protagonistas claves de este proceso de construcción del segundo piso que, por su importancia mediática y política, ténganlo por seguro que estaban en ese listado. Uno de ellos, sin duda, Omar García Harfuch, lo mismo que Marcelo Ebrard, Luisa María Alcalde, Gerardo Fernández Noroña, Ricardo Monreal y Adán Augusto López. Ellos dos, inclusive, repetirían sus aspiraciones, especialmente por el poder político que han acumulado como coordinadores de la fracción parlamentaria en su respectiva cámara.

A nuestro juicio, en efecto, surgirán más nombres que, en una de esas, los nombre la propia presidenta constitucional en una mañanera. Todos tenemos muy claro que esa pregunta llegará en cualquier momento y, si así lo tiene pensado Claudia, abrirá el juego sucesorio pasando las elecciones intermedias. Eso, por estrategia, le funcionó muy bien al propio Andrés Manuel, pues a la par de generar un dinamismo interno, acotó el margen de maniobra de la oposición que, una vez más, luce disminuida, específicamente porque sigue siendo el más claro ejemplo de cómo no hacer política.

Será una prueba de fuego para Morena, primero, ponerse de acuerdo en el tema de las candidaturas y, con ello, saber conducir la sucesión presidencial de Claudia Sheinbaum. Sí, falta mucho, pero también hay perfiles que, con intensidad, vienen empujando fuerte para encarrilar en ese juego de las corcholatas.