Si el paso del tiempo acredita el valor de propuestas y discursos que trascienden más allá de la coyuntura, sin duda que el pronunciado por Colosio el 6 de marzo de 1994 tiene un lugar prominente.

La personalidad política del candidato, carácter, compromiso con las ideas y la capacidad de transmitirlas adecuada y vehementemente quedaron plasmados ese día; pero ha de insistirse que no fue el único destello de su elocuencia, pues diversos momentos e intervenciones en su carrera política dan testimonio de su empeño reformador, innovador y de fuerza comunicacional, tanto en su etapa de funcionario público, legislador, dirigente del PRI, Secretario de Desarrollo Social y como candidato presidencial.

De forma similar a otras campañas, la de Luis Donaldo Colosio a la presidencia de la república, tenía sus fases, ritmos y estrategia; pero desde el principio lidió con eventos inéditos, como lo fue el 1 de enero de 1994, con el levantamiento armado en Chiapas que cimbró al país. De hecho, se había previsto que el sonorense comenzara su proselitismo en esa entidad para simbolizar su definición en contra de las desigualdades y a favor de un desarrollo que fuera social, regional y sustentable.

En tales circunstancias y en respeto a las definiciones que debería tomar el gobierno para sortear tal reto, postergó el inicio de su campaña para hacerlo hasta el 10 de enero en Huejutla, Hidalgo., lugar seleccionado en virtud de tener rasgos que marcaban cierto paralelismo por su condición indígena, antecedentes de confrontaciones violentas y fuertes signos de exclusión social.

Se mantuvo el trazo de la campaña, pero adoptó énfasis y rasgos acordes a las nuevas condiciones; desde luego la necesidad de elevar la calidad de la organización de los eventos y la contundencia del mensaje político dentro de una primera fase que habría de culminar en Sonora, como el mejor espacio para cerrar en todo lo alto y con la mayor fuerza política su primer recorrido por el país, precisamente en la tierra de donde era originario, a la que le guardaba el más entrañable afecto y en donde gozaba del mayor respaldo.

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Buenos actos, discurso de excelencia, capacidad de acuerdo y negociación para resolver diferendos con el “Comisionado para la Paz Digna en Chiapas”, Manuel Camacho, y cerrar la primera fase de la campaña de forma contundente, fueron parte de la estrategia afinada para solventar las dificultades que le tocó enfrentar al sonorense.

Por diversas razones, el 6 de marzo era una fecha llamada a marcar un momento decisivo; habían ocurrido los eventos que señalaron la agenda del país con el conflicto en Chiapas, y con la decisión de colocar al frente de las negociaciones a quien había disputado la candidatura al propio Colosio. La campaña caminaba cada vez mejor, aun en medio de ese inesperado escenario; al mismo tiempo, la fecha del aniversario del PRI, el 4 de marzo, que siempre fue emblemática para el candidato presidencial sería una oportunidad brillante para pronunciarse; en torno de ello, la decisión de realizar el festejo dos días después para evitar un magno evento en día hábil, lo que invariablemente generaría grandes molestias a los habitantes de la capital del país.

Colosio había previsto para el aniversario del PRI un discurso de definiciones, como corresponde a una campaña en el marco de la competencia política que ya había aparecido en 1988, y que ahora tendría un escenario más exigente por los acontecimientos que la rodeaban y, además, por los debates al que había llamado el propio Colosio con los otros candidatos presidenciales, y, como lo dijo, por su decisión de construir el triunfo en la capacidad de interlocución, propuestas y convencimiento, en vez de descansar en el gobierno.

Ese es el contexto del discurso que Colosio pronunció el 6 de marzo de 1994. El método de trabajo fue el que siempre había observado, recibió propuestas, las calificó, subrayó frases y consideró se discutiera su incorporación, compartió con su equipo discusiones abiertas e intensas sobre la materia (como acostumbraba); el tema estaba decidido, la reforma del poder en una perspectiva crítica sobre el presidencialismo y el compromiso que asumió para impulsar una nueva etapa del régimen republicano y democrático; sería una oportunidad para recuperar expresiones y definiciones previas en algunos de sus recorridos, agrupadas ahora bajo un claro paraguas conceptual.

Él era un reformista, así lo demostró en la XIV Asamblea del PRI cuando en el escenario de la crisis precedente de 1988, impulsó un gran debate y construyó las bases para una nueva etapa en la vida del PRI; lo reiteró en la Sedesol y en todos los espacios que ocupó, pues siempre buscó realizar aportes que mejoraran las definiciones políticas y el diseño de las políticas públicas.

Es de destacar que Colosio asumió una dura crítica al régimen de gobierno presidencial, pero en el entendido que, quien quedaría obligado a responder frente a ellas y a encausar las soluciones necesarias, era él mismo, en su condición de arribar y encabezar al nuevo gobierno. Tendría el reto de cumplir una agenda rigurosa de reformas y de impulsar una nueva dinámica respecto del PRI y de su relación con el gobierno, tema, por cierto, que conocía mejor que nadie.

Así, la crítica colosista al régimen de gobierno, más que ser referencia al pasado -que lo era-, integraba un compromiso en términos de la visión de futuro que plasmaría y detallaría en la marcha de su campaña, en los debates y en sus propuestas.

De ninguna manera puede verse el discurso del 6 de marzo de 1994 como un texto aislado y fuera de su contexto; por el contrario, fue un pronunciamiento claramente inscrito en la dinámica de una campaña, en el carácter y temperamento del candidato y de la estrategia que estaba desplegándose. De todas formas, fue un discurso señero, emblemático y de gran actualidad, por más que hallan pasado 30 años desde aquel entonces.