Estimado Federico Arreola:
Acabo de leer tu artículo de esta misma tarde. A ello me refiero y agrego breves comentarios y una admonición: ni como cortesía, ni como muletilla puedo entender que llames “amigo” a Noroña. Estoy seguro que en modo alguno lo es.
En mis conversaciones, cuando viene al caso, acostumbro llamarle “Norroña”, me parece que eso es en sentido amplio.
Aficionado a recetarles adjetivos punitivos a quienes supone “enemigos de clase” sus expresiones son lamentables. Admito que se las celebro y las disfruto cuando lo hace en tribuna o fuera de ese foro, y las endereza a esa oposición sin aliento ni horizonte que constituyen, en general los y las prianistas que son sus iguales o peores que él, aunque de distinto signo ideológico.
Las derechas y las ultraderechas de mi país o de otras latitudes siempre contarán con mi rechazo.
Pero ni eso exime a Norroña de su vulgaridad disfrazada de ingenio. Tampoco su supuesta militancia de “izquierda”; son demasiados los episodios en que lo vemos remar a contracorriente del movimiento de transformación que lidera el presidente AMLO, que incluye al propio presidente de México. ¿Cómo entender esa vergonzosa defensa que hizo del sátrapa Mauricio Toledo, ex alcalde de Coyoacán, prófugo de la justicia y en vías de ser extraditado de Chile donde se encuentra, acusado entre otras cosas de enriquecimiento ilícito y otras lindezas? Pues lo hizo, se opuso a su desafuero como diputado electo. Su sistemática oposición a desaparecer o al menos reducir el número de diputaciones plurinominales, solo lo puedo entender a partir de su desparpajado dispendio de lo que no le pertenece: el dinero público. Y qué decir cuando se refiere a AMLO como el “compañero presidente” Ni es su compañero ni es su “ñero”. Es el presidente de México. Y según entiendo, no son pares, aunque a todos nos iguale la ley.
Noroña no es ningún idealista. Es un oportunista y un advenedizo de concurso. No necesita “lecciones de economía”, como señalas; sencillamente le urge aprender economía y hacerse de sentido común que su desdibujada personalidad entiende como charadas: es un personaje rotundamente elemental y rupestre, aunque se crea chistoso.
¿Qué algún día será presidente de México? Esa es, más que una hipótesis, heroica, imposible; moralmente imposible y fuera del alcance de un malandro con el síndrome de infantilismo de izquierda.
Quién lo creyera, Norroña empata puntualmente con las sandeces que suele escupir la señora Denise Dresser en contra del ingeniero Carlos Slim. De esa forma se hermanan el griterío de izquierdas y los arrebatos de la ultraderecha disfrazada de intelectual.
Nada agrego de Carlos Slim. Sé quién es, con independencia de sus caudales. Un antiguo profesor de cálculo en la Facultad de Ingeniería de la UNAM; un asombroso diletante y practicante de la economía política y la política económica que se acoge a lo mejor del pensamiento latinoamericano; el que proviene del viejo Prebisch, padre fundador de la Comisión Económica para la América Latina y el Caribe. Tal vez por eso, pero no únicamente, es el empresario de fuelle para esta hora de México; tal vez por eso sus coincidencias (y seguro también divergencias) con ese hombre que conocemos como Andrés Manuel López Obrador. Un presidente de México singular; tal vez irrepetible.
Recibe un abrazo grande y muchos saludos, Federico.
Mail del autor: franciscofloresalonso@yahoo.com.mx