Como comentamos ayer en este espacio, en su afán por suceder a Andrés Manuel López Obrador, Adán Augusto López Hernández trazó una estrategia que incluía colocar a un aliado en el gobierno de Veracruz. El objetivo era claro: contrarrestar con el peso político y electoral de la entidad jarocha el creciente impulso que para entonces ya acumulaba Claudia Sheinbaum.
Desde la Secretaría de Gobernación y con respaldo en la Cámara de Diputados, Adán Augusto impulsó con fuerza la candidatura de Sergio Gutiérrez Luna, un personaje hasta entonces prácticamente desconocido en su estado natal. Sin embargo, bajo el cobijo del poderoso secretario, logró atraer reflectores y convencer a varios actores políticos locales de que podía ser el “tapado”, respaldado por quien se perfilaba como el gran operador del sexenio. Incluso el gobernador Cuitláhuac García, por ingenuidad política o cálculo perverso, se mostró cercano al proyecto presidencial del tabasqueño, brindándole recibimientos con bombo y platillo en sus visitas a Veracruz… Hasta que desde Palacio Nacional le dejaron claro que no era momento de inventar, y que mejor se enfocara en entregar el gobierno sin sobresaltos a Rocío Nahle.
Al final, ni Gutiérrez Luna fue candidato a gobernador ni Adán Augusto logró la candidatura presidencial. A regañadientes, aceptó la postulación de Sheinbaum, aunque de inmediato comenzó a construir su nuevo objetivo: el 2030. Para ello, Morena le otorgó un “premio de consolación” nada menor: la coordinación del grupo parlamentario oficialista en el Senado, desde donde ha empezado a edificar su “segundo piso” político, sin escatimar recursos ni alianzas con personajes de toda índole, incluidos algunos de reputación francamente cuestionable, pero que él considera piezas útiles para su causa.
Lo que no ha cambiado es su obsesión con Veracruz. Si en 2024 necesitaba un aliado en Xalapa para apuntalar su proyecto presidencial, hoy la realidad es aún más desafiante: al frente del gobierno jarocho está ahora su principal rival en la sucesión. Nahle no solo es cercana a la presidenta Sheinbaum, sino que, en un sexenio marcado por el impulso a las mujeres, es la figura femenina de mayor peso dentro de la 4T con posibilidades reales de competir por la grande.
Por eso Adán Augusto ha desplegado toda su artillería política contra ella, tratando de debilitarla a cada paso. El intento de incorporar a los Yunes azules a Morena, enemigos históricos de Nahle, es el episodio más evidente de esta ofensiva. Sin embargo, la maniobra les reventó en las manos cuando la Comisión de Honestidad y Justicia del partido —a petición de la gobernadora— decidió frenar en seco dicha afiliación.
El activismo desbordado del ex secretario de gobernación ha empezado a generar incomodidad en el ala dura de Morena, los llamados “Puros”, que ven en sus movimientos más ambición que proyecto. En Veracruz, por ahora, Nahle lleva la delantera, no tanto por sus propios méritos, sino por los tropiezos constantes de su adversario, como el escándalo con Andrea Chávez. Pues cuando más debía Nahle asegurarse de apuntalar a su gobierno reforzando sus posiciones locales, su actuación -u omisión- en el proceso interno de Morena ha evidenciado que va de tropiezo en tropiezo, quizá rehén de una dirigencia estatal morenista que le impone candidatos a presidentes municipales ajenos a su visión de gobierno, debilitando sus márgenes de maniobra.
Pero de eso hablaremos en una próxima entrega.
X: @Renegado_L