“Adiu”
Expresión choquísima (español de Tabasco) para decir adiós
“Una palabra serena a un hombre sensato vale más que un año de súplicas a un tonto.”
NOAH GORDON
¡Qué rápido se descaró! ¡Qué poco duro el “gusto”! Adán Augusto, secretario de Gobernación, tabasqueño y suspirante a la candidatura presidencial por Morena, perdió la sensatez requerida para el puesto que desempeña. Ya no se diga para considerársele medianamente digno de ser abanderado electoral contendiendo por el cargo que sea…
Pero, para variar, me estoy adelantando. Digamos simplemente que hay gente que se sube a un ladrillo y se marea. Y esto resulta peor cuando la persona se desvía de su misión primordial; en este caso, la de proteger a la corcholata principal. Por alguna razón, el secretario se creyó el cuento de que en verdad era competitivo, lo suficiente para ganar la Presidencia -sin chanchullos—, y se extravió en eso.
Hasta hace poco, Adán Augusto parecía ser, de la camada color guinda, la propuesta más sensata. Un político que no iría al despeñadero por gusto y que cumplía la función de hacerle de escudo para cubrir a Claudia Sheinbaum y recibir los golpes a ella destinados. Aquel tabasqueño ecuánime, negociador, buen político, operador; ese que escuchaba —no importando el grupo o actor— y resolvía. Que también sabía actuar “al estilo Marcelo Ebrard” y, por lo mismo, le arrebataba reflectores al Cancilller y parte de su población votante.
Pero ahí está la ironía (al menos yo lo veo así): era mejor ese Adán — a pesar de que se sabía trataba de beneficiar a Claudia— que el de ahora.
El Adán que hoy vemos es bravucón, contestón y pendenciero. Dice y propone demagogia tras demagogia, barrabasada tras barrabasada, populismo tras populismo, igual que hace su compatriota tabasqueño. Ha iniciado la gira por los estados de la república pertrechado en su función de secretario de Gobernación, proponiendo solo disparates y despropósitos. Todo con el afán de subir en las encuestas.
Don Adán Augusto, con su actitud de diva, abona más a la división de Morena. A la par recalca que el obradorismo es pura lengua, lo que de cierta forma comienza a beneficiarle a Ebrard. Total, ni a cuál irle.
La ciudadanía sale perdiendo. Ahora ya tampoco tiene titular en Gobernación. Esta transformación en nada abona. ¡Adiu! a la sensatez; bienvenido uno más del montón cortado a imagen y semejanza del patrón.