Entre la población persiste la falsa idea de que el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) pretende “suplir” las operaciones del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México Benito Juárez (AICM).
Y no puedo culparlos, los medios de comunicación llevan años manejando esa narrativa, prácticamente desde que el gobierno de Peña Nieto anunció la construcción del “Nuevo Aeropuerto” (NAIM); ese sí estaba planeado con la función principal de suplir todas y cada una de las operaciones del aeropuerto capitalino.
En su momento la cobertura mediática, rendida a los pies del peñanietismo, no se cansó de lanzar loas al nuevo proyecto, ignorando todas las voces que disentían y consideraron un error la construcción de dicho aeropuerto en el ex lago de Texcoco.
El agua como gran protagonista en este tema. La historia de nuestra ciudad no comienza con la conquista, sino con su fundación, por un pueblo de nahuatlacas provenientes de “Aztlán”, que se asentaron en un islote, rodeados de agua.
Durante el virreinato, de lo que más padecieron los pobladores de la sede de la corte colonial fue de inundaciones; por esa razón los españoles tomaron la decisión de “desecar” el lago. A la distancia podemos darnos cuenta del “gran error” que implicó esa decisión y construir sobre el lecho. La ciudad nos ha recordado su pasado como cuerpo lacustre, una y otra vez.
El 21 de septiembre de 1629, una lluvia que duró más de 40 horas seguidas elevó el nivel del agua de los canales existentes, provocando que la ciudad se inundara con dos metros de agua. La inundación de la ciudad duró un espacio de cinco años, y desplazó a más de 20 mil familias españolas. Menudo jaque le puso al virrey Rodrigo Pacheco y Osorio, marqués de Cerralbo, no tanto para subsanar la tragedia, sino para evitar que la ciudad quedase desierta, pues tan solo 400 españoles continuaron poblando la misma.
¿Y qué decir del terremoto de 1985? A los que nos tocó vivir en carne propia el movimiento telúrico sabemos de los alcances de la fuerza de la naturaleza. Somos animales que seguimos sin comprender que no podemos modificar nuestro entorno a placer, y que la naturaleza nos recordará de una manera u otra que ella es dueña y señora.
Por eso fue, desde un comienzo, un grave desacierto creer que se podía construir sobre un vaso lacustre. Solamente para poder “hacer el suelo” del NAIM “se acabaron” los cerros de tezontle de alrededor. Más de 20 metros de dicho material quedaron en el subsuelo para poder hacer los cimientos y proceder a levantar los edificios que la terminal aeroportuaria requería.
Mantener el suelo nivelado se iba a convertir en un barril sin fondo, mucho más que la construcción misma del NAIM. A eso hay que sumarle que el gobierno de Peña Nieto violó la NOM-SEMARNAT 2010, que protege a las aves del lago de Texcoco, tanto las aves endémicas -más de 300 especies- como las aves migratorias, de las cuales once están en riesgo, tres más ya están declaradas en peligro de extinción.
Sin minimizar la importancia de estos seres vivos, debo recalcar que los problemas que un ave puede causar a un avión son muy graves, desde un parabrisas estrellado, hasta daños al fuselaje o a los motores. Cuando eso sucede, también corren peligro la vida de otros seres vivos: los humanos.
Otro tema, que callaron la mayoría de los medios masivos de comunicación, fue lo qué pasaría con los terrenos del actual AICM, una vez que el NAIM lo sustituyera. Jamás presentaron un proyecto serio que explicara el destino de ese espacio: 746.43 hectáreas, de las cuales más de 500,000 metros cuadrados están construidos. Para que usted amable lector se pueda dar una idea, todas las secciones del Bosque de Chapultepec suman 686 hectáreas; la Ciudad Universitaria de la UNAM tiene 713 hectáreas, de las que 284 son superficie construida.
Además de que nadie explicó qué iba a pasar con ese espacio, nunca se contemplaron importantes -y seguramente engorrosos- procesos legales. Dentro de este espacio se encuentra la Base de Mantenimiento MRO de Mexicana, los Almacenes Fiscales también de Mexicana, el Centro de Adiestramiento a Tripulaciones de Mexicana de Aviación, el CECAM (antes Alas de América) cuya mitad es de Aeroméxico y la otra, de Mexicana y el Edificio de Servicios de Mexicana, que hoy se encuentra entre una sentencia de quiebra que no se puede ejecutar, una retahíla de juicios, y muchos embargos en favor de sus trabajadores, que llevamos más de una década esperando que nos paguen. Por si eso fuera poco, hoy tendrían que añadir a la telaraña el edificio corporativo de Interjet, que también está dentro de la superficie del AICM.
Estoy segura que nada fue casualidad. Cuando se anunció la construcción del NAIM inició una campaña mediática bastante agresiva, cuya intención fue crear en el imaginario popular que por fin “íbamos a tener un aeropuerto de primer mundo” ¿a qué personaje de nuestra historia reciente les recuerda esa frase?, yo pienso inmediatamente en Carlos Salinas de Gortari, y la inminente entrada de México al TLC. El entonces Presidente también utilizó los medios para una campaña que nos hizo creer que dejaríamos de ser un país en vías de desarrollo, como eufemísticamente se decía. Hoy sabemos que todo fue una ilusión, y dos eventos se encargaron de bajar el telón: el error de diciembre en 1994 y el levantamiento zapatista en Chiapas, regresándonos a nuestra cruda realidad tercermundista, en vuelo directo y sin escalas.
Ahora, se volvió a utilizar esta misma narrativa, resaltando que un aeropuerto nos haría entrar al “primer mundo”. Nada más falso, pues se requieren muchas otras cosas básicas para dejar de ser tercermundistas, y mucho es responsabilidad de la sociedad, no solo del gobierno.
Nos dijeron que “por fin”, la puerta de entrada a nuestro país iba a ser digna de ser mostrada a todo el mundo… ¿en serio? Al que lo dudara inmediatamente le respondían que la obra estaría a manos del gran Norman Foster, arquitecto de fama internacional; en esa pronta respuesta obviaban mencionar las pifias que cometió este arquitecto en lugares como el Ayuntamiento de Londres, con una estructura redonda de metal y cristal que requiere de una inversión anual de 140 mil libras (tres millones 510 mil pesos) sólo para limpiar las ventanas. Y no solo eso, el edificio es sumamente ineficiente en términos de consumo de energía; emplea 375 kilovatios hora sobre metro cuadrado cada año; imaginen las que han de estar pasando ahora que hay una crisis de energéticos en Europa.
Otros casos son la Biblioteca Filológica de la Universidad Libre de Berlín en Alemania, el puente del Milenio en Londres, La torre Harmon en Las Vegas y La tienda de Apple en Chicago, estos dos últimos en los Estados Unidos de Norteamérica.
Dijo Napoleón “Lo que no fue, no será” … o sea José María Napoleón, y la canción la hizo famosa José José. De nada nos sirve entretenernos en lo que pudo haber sido y no fue. Hoy debemos tener muy claro -y no olvidar- que la intención de construir el AIFA no es en sustitución del AICM, sino para desahogar las operaciones que tiene el principal aeropuerto de la ciudad. Es por esto que resulta absurdo los planteamientos que algunos medios hacen en su afán de descalificar el aeropuerto de Santa Lucía.
Suponen y hacen cálculos sobre la nada: ¿cuánto tiempo te costará hacer una conexión entre el AICM y el AIFA?, por ejemplo. Este sofisma (argumento falso o capcioso que se pretende hacerse pasar por verdadero) puede demostrar lo poco que algunos medios de comunicación entienden sobre cómo funciona la aviación. Cuando tu adquieres un boleto de avión, ya sea por medio de una agencia o de la página de la aerolínea, vas a tener que pasar por un montón de filtros. En caso de que sea necesario hacer una conexión, la aerolínea o la agencia te recomendará las mejores opciones, siempre buscando en optimizar los tiempos de traslado.
Por esa razón, ninguna empresa aeronáutica te va a hacer una conexión cambiando de aeropuerto, a menos que el cliente así lo decida. ¡Ojo!, la aerolínea le advertirá al cliente de todas las adversidades por las que puede atravesar, incluso el riesgo de perder su vuelo. Las líneas aéreas son sumamente cuidadosas con el tema de las conexiones, siempre buscando optimizar la operación. Cada minuto de retraso son pérdidas millonarias.
Por lo tanto, no solo resulta descabellado, sino mentiroso hacer este tipo de “ejercicios” con la única finalidad de atizar el odio con respecto a la nueva terminal aérea, y eventualmente del gobierno en turno… y viceversa. Insisto, la función primordial del AIFA va a ser y será el desahogar las operaciones aeronáuticas del AICM, para que usted viajero que va a seguir utilizando el Benito Juárez, no tenga salas abarrotadas, ni filas interminables para documentarse, ni pasar horas formado en el área de migración y aduanas, ¿acaso no le conviene a usted más que sí funcione el AIFA, en lugar de que fracase? Vea las ventajas que como viajero -frecuente u ocasional- le brinda el AIFA. Recuerde que usted, como usuario, siempre decide de dónde salir, nadie lo va a obligar a usar el AIFA, si no quiere.