Recuerdo que en el verano de 1988 acudí a un congreso de Medicina Interna muy importante en la Ciudad de México en el que se presentaron varios trabajos sobre la publicación de los doctores mexicanos: René Drucker e Ignacio Madrazo, de un año anterior, donde demostraron que la enfermedad de Parkinson podría curarse con una cirugía cerebral que ellos mismos idearon y desarrollaron.
Fue tan importante ésta aportación a la Medicina, que hasta el boxeador Muhammad Ali, quien padecía enfermedad de Parkinson, se interesó en ella.
Madrazo y Drucker
Recuerdo también que los doctores Madrazo y Drucker presentaron varios pacientes con enfermedad de Parkinson antes y después de la cirugía que les realizaron, que incluso ya llevaba su nombre, y la mejoría era literalmente milagrosa, hasta se presentaron en el entonces noticiero 24 horas.
Desafortunadamente, los pacientes operados después de varios meses volvieron a presentar la enfermedad de Parkinson, y se consideró que no sería la cura definitiva para dicha enfermedad esa cirugía.
Pero lo más triste del asunto es analizar la envidia y el coraje que se generó mundialmente en 1988 cuando la cirugía de Madrazo y Drucker podía ser la cura para la enfermedad de Parkinson, uno de los avances científicos más importantes de la Historia, y la posibilidad de obtener uno de los Premios Nobel más merecidos de su trayectoria.
La envidia y el coraje contra Madrazo y Drucker se veían, se sentían, y se leían en todas partes, girando alrededor de una pregunta sumamente maliciosa:
¿Cómo es posible que México y mexicanos se cuelguen la medalla por algo tan grande, como sería la curación de la enfermedad de Parkinson, algo por lo que se deberían colgar la medalla los que siempre lo han hecho, incluyendo a Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Israel y Alemania?
31 científicos
Esa misma envidia y ese coraje giran también alrededor de los científicos del Conacyt, los cuáles para pertenecer al Sistema Nacional de Investigadores dependiente del Consejo tienen que pasar por pruebas de muy alta competencia, yo mismo lo he intentado; ésta envidia y éste coraje también se ven, se sienten, y se leen en todos lados y en las redes sociales recientemente.
Claro que el fin no justifica los medios, pero los científicos mexicanos deberían tener el mismo derecho de tener los lujos y ganancias que los científicos de todo el mundo, los cuales, si se analizan, son mucho más excéntricos.
Alberto Halabe I Twitter: @cancercuretop2
Nota agregada: Sólo por interés, y sin afán publicitario, recomiendo visitar la página del Hotel Fountainebleau de Miami, Florida, sede de constantes congresos médicos y científicos nacionales-estadounidenses e internacionales.