La alfabetización ha sido históricamente un símbolo de movilidad social y transformación personal. Aprender a leer y escribir no solo incorpora un código escrito a la vida de una persona, sino que abre nuevas posibilidades de comunicación, participación y dignidad. Sin embargo, en la tradición occidental, esta transformación se ha concebido de manera unilateral: el que aprende cambia su mundo, mientras que quien enseña permanece casi intacto. Esta visión lineal ha marcado programas educativos por décadas.
En Chiapas, esta perspectiva está siendo superada gracias a experiencias innovadoras, como la estrategia de alfabetización Chiapas Puede, que promueve un modelo bidireccional. Aquí no hay un solo protagonista, tanto alfabetizador como aprendiz se transforman en el proceso. El alfabetizador deja de ser solo un transmisor del código escrito y se convierte en aprendiz receptor de historias, lenguas y modos de vida que enriquecen su propia mirada. A su vez, quien se alfabetiza no es un sujeto pasivo, sino un agente activo que comparte su cultura, palabras y cosmovisión. Como afirma el investigador Daniel Ochoa Nájera, la alfabetización recíproca es un intercambio cultural y humano donde maestro y aprendiz se modifican mutuamente.
Esta reciprocidad tiene profundas implicaciones. Rompe con la idea de que la educación busca uniformizar culturas. La cultura resiste, crea y se reinventa constantemente. Por más que se impongan esquemas rígidos, siempre encuentra formas nuevas de expresión. La alfabetización recíproca reconoce esta vitalidad cultural y la coloca en el centro del acto educativo. No se trata de borrar identidades, sino de dialogar con ellas y permitir que enriquezcan tanto al que aprende como al que enseña.
Además, esta forma de alfabetización abre un horizonte ético más amplio. Enseñar y aprender dejan de ser actividades separadas para convertirse en un proceso compartido de transformación humana. El alfabetizador descubre que cada persona tiene algo que aportar: lenguas originarias, relatos comunitarios y formas de entender el mundo son conocimientos legítimos. Quien aprende, por su parte, comprende que sus saberes no son secundarios, sino valiosos e indispensables para el diálogo. Así, la alfabetización recíproca se convierte en un acto de reconocimiento mutuo y dignidad compartida.
La alfabetización en Chiapas avanza por este camino. Ya no puede concebirse como la simple transferencia de códigos o un ejercicio mecánico que solo produce estadísticas: la alfabetización es emancipación. En este modelo, la lectura y la escritura dejan de ser un fin en sí mismas y se convierten en herramientas de encuentro, diálogo y creación colectiva. Esta visión se enmarca en la llamada Ceiba de la Educación, propuesta por el doctor Roger Mandujano Ayala, que se basa en cuatro pilares de la conciencia inspirados en la sabiduría de los pueblos originarios de Chiapas. La institución educativa también aprende de estas comunidades, acercándose a un modelo más humano, cercano y recíproco.
La alfabetización recíproca no es solo una estrategia pedagógica; es una apuesta por un sentido comunitario y humanista que define la Nueva ERA de la educación. Enseñar y aprender son actos inseparables y el intercambio cultural se convierte en la base de la transformación. De esta manera, la alfabetización deja de ser unilateral para transformarse en un proceso vivo y recíproco, que impacta tanto a quienes aprenden como a quienes enseñan. En esta transformación mutua se siembra la semilla de un nuevo Chiapas: más justo, humano y profundamente enraizado en la diversidad cultural que nos distingue.
Con la colaboración de Raúl Vázquez.



