¿Recuerdan ustedes la película estadounidense, de 1972, “El Candidato”? Protagonizada por Robert Redford y Peter Boyle, dirigida por Michael Ritchie, fue ganadora de un Oscar al mejor guión original. Examina las diversas facetas y maquinaciones de las campañas políticas.

Lo más impactante de la película es la escena final. Bill McKay (Robert Redford), el hijo idealista, guapo y carismático del ex gobernador de California John J. McKay (Melvyn Douglas), gana las elecciones. Se escapa de la fiesta de la victoria y busca a Marvin Lucas (Peter Boyle), el consultor político experto en elecciones. Lo lleva a una habitación mientras el ruido, los aplausos y una multitud de periodistas lo esperan afuera. McKay le pregunta con angustia a Lucas: “¿Y ahora qué hacemos?”

Todos los precandidatos a la presidencia de la República están muy ocupados con sus campañas que no son campañas. En su mente sólo está la nominación y luego la elección. Recorrerán el país. Se dedicarán en cuerpo y alma a convencer y ganar los votos de los ciudadanos. ¿Habrán pensado en lo que sigue? ¿Sabrán qué hacer para gobernar? ¿Alguien estará pensando en la transición?

La elección presidencial de 2024 será el 2 de junio. Quien gane rendirá protesta ante el Congreso el 1 de octubre. Así que tendrá sólo 120 días para implementar una transición exitosa. La organización de la transición debe pavimentar el camino para que el nuevo gobierno pueda mostrar resultados rápidos, en los primeros cien días. Se deben construir historias de éxito concretas, acciones y entregables para cada una de las prioridades.

Para entonces, la campaña y las elecciones habrán quedado atrás. La transición no será un ejercicio democrático ni agradable. Es muy probable que se tengan que enfrentar algunas crisis. Alguien tiene que pensar en todo eso desde ahora.

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¿Cuáles son las principales características de una transición presidencial exitosa?

  • Requiere cooperación y colaboración entre las administraciones saliente y entrante. Ambas partes deben estar dispuestas a trabajar juntas para garantizar una transferencia fluida de información y responsabilidades.
  • La comunicación efectiva es crucial. Las líneas de comunicación claras y abiertas entre las administraciones saliente y entrante ayudan a facilitar el intercambio de información, prioridades políticas y conocimiento institucional.
  • La administración entrante debe tener un plan bien definido, que describa su organización, sus prioridades, objetivos de política y nombramientos de personal clave. Esto ayuda a minimizar las interrupciones.
  • Los nombramientos rápidos y oportunos del personal clave, como miembros del gabinete y asesores principales, permite a la administración entrante comenzar a trabajar e implementar su agenda de manera efectiva.
  • Mantener la continuidad y la estabilidad en las operaciones del gobierno es indispensable. Las dependencias gubernamentales clave deben continuar funcionando sin problemas, asegurando la prestación de servicios esenciales y la implementación de políticas en curso.
  • La administración entrante debe tener acceso a información, resúmenes y documentos relevantes de la administración saliente. Esto ayuda a familiarizar al nuevo equipo con el estado actual de las cosas y permite tomar decisiones informadas.
  • Requiere transparencia y responsabilidad tanto de las administraciones entrante como saliente. La transparencia ayuda a generar confianza pública, y la rendición de cuentas garantiza una transferencia de poder fluida sin mala conducta ni irregularidades.
  • Es necesario defender los principios de la democracia y respetar la integridad del proceso electoral. La administración saliente debe demostrar respeto por los resultados de las elecciones y facilitar una transferencia pacífica del poder.
  • La capacidad de adaptarse a circunstancias cambiantes y desafíos inesperados es muy importante. La administración entrante debe estar preparada para ajustar sus planes y estrategias según sea necesario para abordar de manera efectiva los problemas emergentes.
  • Si bien las prioridades inmediatas son importantes, una transición exitosa también requiere una visión de largo plazo para el país. La administración entrante debe equilibrar los objetivos de corto plazo con una visión más amplia para el futuro, sentando las bases para un progreso sostenido y una gobernanza eficaz.

Las transiciones presidenciales presentan peligros y desafíos que, si no se gestionan adecuadamente, pueden impedir la transferencia fluida del poder y el funcionamiento efectivo del gobierno:

  • La preparación insuficiente para una transición puede resultar en retrasos en la implementación de políticas, confusión dentro de las dependencias gubernamentales y dificultades para abordar problemas apremiantes.
  • El intercambio incompleto o retrasado de información crítica puede dificultar la toma de decisiones y ralentizar la capacidad de la nueva administración para gobernar de manera efectiva.
  • Las transiciones presidenciales a menudo ocurren en entornos políticamente cargados y la polarización crónica puede representar un peligro. La retórica divisiva, la resistencia de la administración saliente o el estancamiento político pueden impedir la cooperación y obstaculizar el progreso.
  • El período de transición puede ser un momento vulnerable para la seguridad nacional. Los adversarios potenciales y las organizaciones criminales pueden intentar explotar cualquier brecha percibida en el liderazgo. Hay puestos clave de defensa e inteligencia que no pueden quedarse sin cabeza.
  • Si bien esto es una parte normal de las transiciones democráticas, los cambios repentinos pueden interrumpir los programas en curso, desestabilizar los mercados y crear incertidumbre para las empresas y los socios internacionales.
  • Lleva tiempo que una nueva administración nombre y confirme personal clave, como miembros del gabinete. Las vacantes en puestos críticos pueden dificultar la gobernanza y la toma de decisiones efectivas, particularmente en áreas que requieren atención inmediata.
  • La resistencia de burócratas arraigados dentro de las agencias gubernamentales puede presentar un peligro. Los desacuerdos sobre las direcciones de las políticas, la resistencia al cambio o la implementación tardía de nuevas prioridades pueden obstaculizar la agenda del nuevo gobierno.
  • Si una transición se percibe como caótica, desorganizada o polémica, puede erosionar la confianza pública en el gobierno y su capacidad para funcionar de manera efectiva. Esto puede socavar la legitimidad de la administración entrante y dificultar aún más la implementación de su agenda política.
  • Los medios de comunicación pueden sacar a la luz problemas legales o éticos de la administración anterior. Las investigaciones, demandas o denuncias de mala conducta pueden distraer la atención y los recursos, desviando el enfoque de las prioridades de la nueva administración.
  • Las transiciones presidenciales pueden introducir incertidumbres en las relaciones internacionales. Tanto aliados como adversarios observarán de cerca y evaluarán las posiciones de la nueva administración, lo que puede generar cambios potenciales en la dinámica internacional y los desafíos diplomáticos.

Las transiciones presidenciales son coyunturas críticas que determinan el rumbo futuro de una nación. Representan un momento crucial de cambio. Sin embargo, ciertas crisis pueden poner en peligro la estabilidad y eficacia de una nueva presidencia. Una transición presidencial exitosa en política económica requiere una cuidadosa planificación, coordinación y toma de decisiones estratégicas.

La administración entrante debe comprometerse con las partes interesadas clave, incluidos líderes empresariales, economistas y representantes de los sectores productivos, en una etapa temprana. Esto permite una mejor comprensión de los desafíos económicos, las prioridades y las posibles soluciones políticas. Las reuniones periódicas, las mesas redondas y las consultas ayudan a construir relaciones y fomentar un enfoque colaborativo de la política económica.

Quien llegue a la presidencia de México deberá mostrar una obsesión por el crecimiento económico. Para ello, tendrá que establecer equipos de asesoramiento de expertos, o grupos de trabajo, que puedan proporcionar ideas y recomendaciones valiosas. Incluso se puede pensar en llevar a cabo una “cumbre económica” para revisar las políticas, regulaciones e iniciativas existentes; y establecer objetivos económicos claros e identificar prioridades.

La nueva administración debe articular su visión económica, los objetivos de política y la lógica detrás de sus decisiones. La comunicación clara y transparente ayudará a gestionar las expectativas, abordar las preocupaciones y establecer una base de confianza con la gente.

Las transiciones exitosas en política económica requieren un delicado equilibrio entre la innovación y la continuidad. Mantener la estabilidad y la previsibilidad, definir reglas claras y apegarse a lo que prescribe el estado de derecho ayudará a fomentar el crecimiento económico.

Javier Treviño en Twitter: @javier_trevino