El juego de las alianzas resulta tan contrario a la práctica política tradicional de México y a las características de los ciudadanos, que pudiera parecer inconveniente, y nada adecuado, para concretar un gobierno que beneficie a la nación.
Los tres principales partidos PAN, PRI y Morena debaten la necesidad de las alianzas electorales para garantizar su triunfo con planteamientos a muy corto plazo, por ganar elecciones, no por un interés común por gobernar. Su interés es llegar al poder, por el poder mismo, tal como lo vemos con el actual presidente de la República.
¿AMLO representa a la alianza que lo llevó al poder?
López Obrador se alío a cualquier partido y a cualquier político que le sumara votos. Lo hizo con los más corruptos del PRI, con los panistas más radicales y conservadores, con los partidos fundados por Carlos Salinas, el PT y el PVEM; con los evangélicos y con el partido de Elba Esther, pero con ninguno compartió planes ni programas de gobierno, simplemente los utilizó para llegar al poder.
Las corcholatas
Los precandidatos de Morena se enfrentan con todo, Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum intercambian acusaciones de corrupción, descalificaciones y preguntas sembradas en las mañaneras y, los aspirantes a corcholatas como Ricardo Monreal, se lanzan en contra del presidente y de los elegidos por el mesías tropical.
Al final, se puede esperar la inminente salida de Marcelo para ser candidato de MC de Dante Delgado sin descartar la posibilidad de que se lleve de cargada al PVEM y al PRI. Este escenario será posible si AMLO no aplica la misma estrategia que usó con Alito Moreno y lo frena a punta de audios y grabaciones, amenazas o billetazos.
Ahora, visto de manera pragmática, al PRI no le conviene aliarse con el PAN, y no por sus diferencias programáticas ya que, de hecho, podrían ser los únicos partidos capaces de generar una alianza de gobierno; la realidad es que, si el PRI se junta con el PAN, siempre estará por debajo, toda vez que el blanquiazul ha mantenido una mejor estructura y una mayor fuerza electoral.
Otra opción de alianza es la que busca Alejandro Moreno con Morena y que representaría la confirmación de que el PRI desaparece para convertirse en una parte de Morena sometida bajo la tutela del caudillo. Sería la tumba del PRI, pero quizá la exoneración de Alito. Al PRI lo que más le convendría, es una alianza con MC, aunque no cuente con presencia nacional.
Si este escenario se concreta, en 2024 se enfrentarían tres grupos con fuerzas más o menos equiparables: Morena y PT con Claudia Sheinbaum; MC y PRI con Marcelo Ebrard y el PAN que iría solo, pero cuenta con opciones interesantes para tener un candidato fuerte. La elección quedaría en tercios y con un Congreso dividido, donde, gane quien gane, estaría obligado a negociar con las otras dos fuerzas.
En mi opinión este sería el mejor escenario para la democracia en México.
Sin lugar a duda, el único perdedor sería AMLO, que perdería el control al que aspira como el de Plutarco Elías Calles. Él sabe que mantener un debate sobre alianzas y al final destruirlas desde Palacio Nacional, genera el debilitamiento de todas las opciones futuras de gobierno, desde Morena hasta la oposición, dejando solamente su opción, sea con Sheinbaum o sea él mismo.
La apuesta
Gana con la polarización política, por eso la nutre cada día y se desentiende de temas como la inseguridad hasta que sea época electoral, le da abrazos al crimen organizado, para luego justificar sacar al Ejército y así crear las condiciones para en su momento declarar, como ya lo advirtió Porfirio Muñoz Ledo, un Estado de Excepción por no existir condiciones para llevar a cabo elecciones de forma pacífica.
Al final, el único partido con estructura y fuerza para ir solo en 2024 parece ser el PAN y es así como mejor le conviene, por ser capaz de enfrentar el poder autoritario de AMLO una vez que el PRI se quitó la máscara para hacer el PRIMOR.