AMLO, en su actuar político, réplica escrupulosamente las acciones contenidas en el manual del dictadorzuelo latinoamericano. Sabedor de su gran popularidad, derivado, principalmente, de su carisma, de su extraordinario genio comunicativo y de los programas sociales, se presenta como el adalid de los intereses del pueblo y en detrimento de las pretensiones mezquinas de la minoría rapaz.

En una de sus más recientes declaraciones AMLO hizo alusión a su voluntad de hacer desaparecer a los organismos autónomos. Es decir, el jefe del Estado mexicano, en un abierto desprecio por la democracia constitucional lentamente forjada desde los años noventa, busca eliminar aquellas instituciones que surgieron como resultado de la exigencia ciudadana de limitar el poder del Ejecutivo.

Estas instituciones autónomas, cuya autonomía se encuentra consagrada en la Constitución y en las leyes secundarias, han hecho posible darle legitimidad a las acciones del Estado. Enseguida resumo brevemente algunas.

Gracias al IFE -ahora INE- fue posible recuperar la confianza ciudadana en los proceso electorales tras las dudas en torno a la legitimidad de los resultados de 1988.

El INEE -hoy eliminado de la Constitución tras la abrogación de la reforma educativa- representó en su momento un actor relevante para el mejoramiento de la calidad educativa.

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La Cofece, por su parte, ha sido útil en el aseguramiento de la competencia económica en aras de la construcción de un ambiente de legítima participación de todos los actores del Estado y privados. El IFAI, por su parte, ha sido apenas el primer escalón de una larga escalera que podría conducir hacia una mayor transparencia en la gestión de los recursos del Estado.

Y el Banco de México, ni se diga. Como resultado de las acciones responsables de los competentes funcionarios que han integrado su Junta de Gobierno, la economía mexicana no ha sido presa de una devaluación destructiva como aquellas conocidas en tiempos previos al otorgamiento de su autonomía.

En suma, los organismos autónomos son un baluarte del sistema de pesos y contrapesos del Estado mexicano. Ciertamente a AMLO no le gustan y le incomodan. Por ello, derivado de su ego político exacerbado, y dispuesto a imponer a la próxima presidenta su sello personal en una suerte de Maximato del siglo XXI, pretende establecer las directrices del próximo gobierno.

¿Y el deber de los mexicanos que están comprometidos con la democracia constitucional y con el respeto a los organismos autónomos? Ese reside en evitar que Morena y sus aliados alcancen la mayoría calificada en 2024.