La inauguración del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles originó una discusión que bien se pudo abordar desde varias y distintas vertientes.

Si bien es cierto que los argumentos técnicos englobaron los aspectos más serios y de mayor profundidad respecto al debate entorno a la abertura del AIFA. No obstante, por tratarse de un asunto tan complejo, los tecnicismos brillaron por su ausencia en la gresca desatada en redes sociales.

Además, considero que al existir un sinfín de obras inconclusas alrededor de este aeropuerto y a causa de que el mismo todavía no está en condiciones de prestar la totalidad de los servicios que se tienen programados para ofrecerle a los usuarios, aún no se le puede juzgar a conciencia y de manera integral.

Por otro lado, es importante destacar que el afán de comparar Santa Lucía con lo que iba a ser el Nuevo Aeropuerto Internacional de México de Texcoco resulta un absurdo. Todos los comentarios que destacaban la comparación entre uno y el otro aeropuerto estaban destinados a naufragar en el abismo del sinsentido. Porque el Felipe Ángeles jamás se edificó con la intención de suplir al NAIM. Al contrario. Además, el AIFA es y será un aeropuerto regional, cuyo único propósito será el aportar a remediar la saturación que aqueja al Aeropuerto Internacional Benito Juárez, aportando sus pistas a la red aeroportuaria de la metrópoli.

Durante el debate, también surgieron comentarios notoriamente clasistas.

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Aunque cualquier disputa argumentativa sobre un aeropuerto siempre tendrá una connotación socioeconómica, los insultos y adjetivos despectivos con los que se calificaron algunos sucesos como la venta de tlayudas y parafernalia lopezobradorista, nada aportaron al intercambio de ideas y a pesar de ello se llevaron los reflectores en Twitter, WhatsApp, Instagram y Facebook.

Así las cosas, infiero que lo acontecido el lunes 21 de marzo debe analizarse desde una óptica política; pues se trató de un espectáculo político. Hubo personalidades de la política; hubo acarreo político; hubo especialistas en movilización política; hubo discursos políticos. El simbolismo fue total y absolutamente político.

El Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles básicamente sigue inacabado. Lo que se develó ayer fue el cumplimiento de una promesa. El mensaje de la inauguración de la obra emblema del oficialismo no iba dirigido a potenciales usuarios de este aeropuerto. Para nada. De quien se buscó la atención fue de los electores. Andrés Manuel López Obrador prometió entregarle a México un aeropuerto el día 21 de marzo de 2022 para celebrar con ello el natalicio de Benito Juárez. ¡Misión cumplida!

Se ha inaugurado un pequeño aeropuerto regional que entra en funciones con unas veinte operaciones diarias. Es decir, 880 vuelos menos—entre salidas y llegadas— que los que opera el Benito Juárez. Sin embargo, el impacto mediático fue tal que a la oposición, al oficialismo, a todos se nos olvidó que van ocho periodistas asesinados en lo que va del año; que se sufre un desabasto de medicinas que tiene a cientos de familias en vilo; que protagonistas y actores políticos de las más altas esferas del poder han venido intercambiando una serie de denuncias que desnuda a un gobierno corrupto y fracturado; que más de cien mexicanos mueren de manera violenta diariamente; que los feminicidios no cesan; que a la gente cada vez le alcanza para menos; que los mexicanos día a día nos aborrecemos más.

Atrás quedaron los escándalos. López Obrador recuperó la agenda y volvió a adueñarse de la ficción oficialista.

Si lo que vendía la señora eran tlayudas o doraditas, es lo que importa. Lo demás nos vale madres.

AMLO está de fiesta; venció políticamente con el AIFA.