Nunca como ahora en la historia de nuestro país -antes de la llegada democrática al Ejecutivo Federal del gobierno progresista del hoy Presidente Andrés Manuel- se había invertido tanto -productiva y equitativamente- en las grandes mayorías sociales de México: en sus jóvenes, estudiantes, sembradores, adultos mayores, madres solteras, grupos vulnerables, micro y pequeños comerciantes, micro y pequeños empresarios (recuerden los millones de créditos productivos otorgados a las MiPyMes); todo ello en el contexto de la crisis económica y sanitaria mundial, y desde el inicio de la gestión de gobierno.
Por eso simplemente no te dejes engañar por los derefachos: que una pizca de mínimo sentido común y capacidad reflexiva dicté tu propia conclusión.
Así que si sumamos a los programas del bienestar: la paridad de género en las distintas secretarías de estado, el respeto a los derechos humanos, una política exterior realmente soberana y de cooperación para el desarrollo, el acompañamiento institucional y legal a los familiares de los 43 de Ayotzinapa, la prohibición del maiz transgénico, de la minería a cielo abierto y del fracking (fractura hidráulica en los mantos acuíferos), junto al compromiso social -no con las antiguas burocracias doradas sino- sustantivo con la salud y educación públicas (amplias y de calidad), con la ciencia y la cultura, así como del vital combate a la corrupción, se demuestra que los cambios del actual gobierno progresista, conllevan un imperativo ético de justicia y equidad.
Por eso podemos ver reflejada en la práctica, que la mejor decisión de un gobierno democrático, es la que toma en cuenta -por sobre todo- el interés del bien público de las grandes mayorías sociales de la población (no solamente el interés privado de una pequeña élite rapaz y corrupta); es decir, esa factible decisión de gobierno es la que mejor pondera -considerando el presupuesto público y el cómo invertirlo eficientemente- el beneficio social, económico y ambiental del país.
Así que no es tan difícil de entender, pero vayamos mas a fondo: hoy ya no existe una asignación de contratos irregulares (mucho menos leoninos), hay licitaciones y/o adjudicaciones transparentes, sin concesiones privatizadoras de explotación dañinas y -en la colaboración de construcción de obras con los privados- sin sobreprecios y sin “moches”, con una adecuada fiscalización de los recursos públicos y con rendición de cuentas; se acabaron los influyentismos, los conflictos de interés, los sobornos, el despilfarro prianista y los jugosos negocios al amparo del poder público; además las millones de becas y pensiones del bienestar, se entregan de manera directa -vía tarjeta bancaria-, sin intermediarios y de manera universal.
Y para que quede claro se ha separado al poder político del económico/oligárquico, en un equilibrio democrático que procura el desarrollo económico y social sustentable de esta nación.
Por ello retroalimentando la idea inicial: la más óptima (la mejor posible) decisión de política pública a seguir (siguiendo el programa de gobierno), es la que mejor evalúa (ex-ante) para el interés general: los costos y beneficios socioeconómicos y ambientales que dejará consigo su implementación.
Como ejemplo práctico, tenemos la correcta decisión -con una interesante consulta pública de por medio- de cancelar el robo al despoblado que significaba en todos los aspectos referidos con anterioridad: la construcción del brutalmente oneroso -para la hacienda pública mexicana- aeropuerto en el lago de Texcoco, y elegir ante ello la base aérea de Santa Lucia para construir el nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles para resolver el problema de saturación del AICM (aparte de que se echo a andar -de este último- su completa remodelación mucho antes de desecharlo como querían los corruptos y mediocres políticos y tecnócratas neoliberales), así como la conversión del antiguo lago de Texcoco en un parque ecológico protegido, es por ello que esa decisión pública llevada a cabo fue la más óptima en cuanto a ahorro público (maximizando ese ahorro para después redistribuirlo productiva y equitativamente), y en cuanto a la eficiencia y eficacia para el interés del bien general (tanto ambiental como de desarrollo económico sustentable). Y no, no fue una simple “improvisación” como se dijo en los círculos reaccionarios.
Ante lo mencionado, podemos apuntar que ya a estas alturas del partido -tras más de 3 décadas de insultante saqueo, de extrema concentración del ingreso en unas cuantas manos y de inmensa corrupción e ineptitud criminal prianista- quienes les vuelvan a creer a esos ladrones, a sus medios masivos de desinformación y a sus pseudo-periodistas u “opinadores afines”, se estarán convirtiendo en CÓMPLICES del mounstroso atraco que volverían a hacer de volver al poder: Nunca más!
Y aunque no les guste o se enojen los de “Letras Conservadoras” como Krauze, Dresser, Aguilar Camín y compañía, observamos -al contrario- que los sectores más conscientes e informados del país, sin duda están apoyando abrumadoramente los proyectos de inversión pública productiva que lleva a cabo con bríos el actual gobierno de la república encabezado por el Presidente Andrés Manuel:
En infraestructura y movilidad carretera, ferroviaria, portuaria y aeroportuaria (hacia un desarrollo regional sustentable), de turismo ecológico y arqueológico, de soberanía y autosuficiencia energética, de conectividad regional, de inclusión financiera (con los nuevos bancos del bienestar), de reforestación productiva, de política social universal, de aumento del salario mínimo y de amplitud de la cobertura en educación, salud y alimentación, así como -reiterando- la inversión social en jóvenes (empleo y estudio) que está en marcha, y -repetimos- como nunca antes en la historia del país (y además con sólidos indicadores macro fuera de factores externos).
Y todo financiado sin aumentar en términos reales la deuda pública, con eficiencia tanto recaudatoria progresiva como cortando de tajo el gasto superfluo y los anteriores lujos en el gobierno.
Sí, aún falta mucho por hacer y avanzar, pero hay que seguir adelante, por lo cual: ni un paso atrás en la transformación por el bien de México, por el bien de todas y todos.