El Senado hoy elegirá un nuevo ministro o una nueva ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Hay tres opciones: Bernardo Bátiz, Loretta Ortiz y Eva Verónica de Gyvés. Tres excelentes personas, tres competentes juristas. Se dice que Loretta es la favorita.
No dudo que Ortiz sea la elegida por senadores y senadoras. Pero, en mi opinión, sería un acto de gran justicia que los integrantes de la llamada cámara alta favorecieran a Batiz. Lo merece este hombre extraordinario; también, lo merece México. Ojalá opinen lo mismo que yo Olga Sánchez Cordero, Ricardo Monreal, Germán Martínez, Lilly Téllez, Emilio Álvarez Icaza, Xóchitl Gálvez, Kenia López Rabadán, Napoleón Gómez Urrutia, Susana Harp, Patricia Mercado, Juan Zepeda y el resto de las personas que hoy seleccionarán, por votación, al nuevo ministro o a la nueva ministra.
Se dice que Batiz es demasiado viejo para ocupar un cargo que dura 15 años. Lo será, pero su lucidez paradigmática ya la quisieran abogados y abogadas mucho más jóvenes. Con realismo debe decirse que este jurista de 85 años de edad, si fuese elegido ministro, no terminaría su periodo, esto es, seguramente moriría como miembro de la corte suprema. Quizá sea de mal gusto mencionarlo — si lo es, me disculpo— , pero él difícilmente llegará al centenario. Pocos seres humanos tienen ese privilegio y, con mucha probabilidad, Bernardo Batiz no vivirá tanto tiempo.
Mejor aún, un argumento más para hacerlo ministro: se le hará en su momento un merecido homenaje fúnebre en la sala principal de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Una gran homenaje, a la altura de una figura de la política mexicana con una trayectoria ejemplar, que le permitió a Bernardo Batiz el tránsito con gloria de ser un militante del mejor panismo —el de los ideales democráticos y humanistas, cuando en el PAN dominaban los principios— a estar entre los más destacados colaboradores realmente cercanos del hoy presidente López Obrador, y esto último sin jamás traicionar sus convicciones conservadoras, entendidas en el mejor sentido de la expresión.
Los discursos de los generales
Ayer en la tarde dije, en el noticiero de Pepe Cárdenas en Radio Fórmula, que el diario Reforma hace lo que se le pega la gana con la opinión pública que se opone a AMLO y a la 4T.
El sábado, el el desfile por el aniversario de la Revolución Mexicana, el general secretario Luis Cresencio Sandoval no pronunció, en su discurro, ninguna palabra fuera de lugar, ninguna frase criticable. Pero otra cosa pensaron los editores del periódico dirigido por Alejandro Junco y por el fanático de ultraderecha Juan Pardinas. Decidieron en ese medio de comunicación tergiversar por completo el mensaje del general Sandoval y lo acusaron de haber hecho política partidista. No era cierto, pero se les pegó la gana dar a conocer la nota con semejante sesgo.
Ocurrió exactamente como en la fábula de los perros de rancho, que nunca saben por qué o a quién le ladran, pero lo hacen con toda su ferocidad.
La manipulación del discurso del general secretario que hizo Reforma fue el primer ladrido, que de inmediato fue seguido de más ladridos, los de otros perros de rancho —los más ruidosos, Héctor Aguilar Camín, de Milenio, y José Miguel Vivanco, de Human Rights Watch—, quienes sin haberse dado el tiempo para analizar el discurso del general Sandoval, de inmediato se lanzaron a lincharlo por supuestamente apoyar a un partido político, Morena.
Felicidades a Reforma, que manipula con tanta facilidad a intelectuales que se supone son capaces de un gran rigor analítico antes de realizar sus diagnósticos.
Salvador Camarena, esta vez más serio que prácticamente toda la comentocracia, no ladró solo porque Reforma ladraba, sino que con rigor intelectual puso en contexto el discurso del general Sandoval: lo comparó en su artículo de El Financiero con los discursos de los secretarios de Defensa de otros presidentes. ¿Y qué creen? ¡¡¡Que todos han dicho lo mismo que el general Luis Cresencio Sandoval!!!, es decir, han apoyado a los gobiernos encabezados por sus jefes siempre por la vía de destacar la necesidad de la unidad nacional:
- El general Enrique Cervantes Aguirre apoyó a Ernesto Zedillo con palabras muy similares a las usadas por el general Sandoval para apoyar a AMLO
- El general Gerardo Clemente Vega apoyó a Vicente Fox con palabras muy similares a las usadas por el general Sandoval para apoyar a AMLO.
- El general Guillermo Galván Galván apoyó a Felipe Calderón con palabras muy similares a las usadas por el general Sandoval para apoyar a AMLO.
- El general Salvador Cienfuegos apoyó a Enrique Peña Nieto con palabras muy similares a las usadas por el general Sandoval para apoyar a AMLO.
Con toda razón concluye el articulista de El Financiero: “Las palabras del actual secretario, tan similares a las de sus antecesores, tienen sin embargo una resonancia muy distinta”.
Es decir, nadie cuestionó a los otros generales secretarios por cumplir con su trabajo: apoyar en la medida de sus posibilidades a sus presidentes. ¿Por qué al actual general secretario se le cuestiona tanto? La respuesta está en que así son los perros de rancho, sobre todo cuando alguien los ha entrenado para mostrarse rabiosos con un mandatario, López Obrador, quien no quiere callarlos aventándoles huesos para que los disfruten y se dejen de dar lata.
El general secretario del fraude de 2006
En su momento, el general Vega apoyó al gobierno democráticamente electo del presidente Fox. Hizo muy bien. Y, en ese periodo, hizo algo todavía mejor: según se dijo en aquel tiempo, oponerse a que el esposo de la señora Marta encarcelara a Andrés Manuel para sacarlo, en la crisis del desafuero, de la contienda presidencial de 2006. Si algo le reprocharía a Vega fue no haber combatido el fraude electoral de ese año.
El único de los generales secretarios mencionados por Salvador Camarena a quien habría que cuestionar es al colaborador de Felipe Calderón. El esposo de Margarita Zavala no fue un presidente con legitimidad —no podía serlo: se robó las elecciones—, entonces el informado general Guillermo Galván, a sabiendas, apoyó a un gobernante que se había robado las elecciones.
El origen de tantos ladridos sin fundamento con los que se busca atemorizar al presidente López Obrador está en ese fraude. Muchos mexicanos y muchas mexicanas de hoy quizá no lo recuerdan y debe haber demasiadas personas jóvenes, pero en edad de votar, que ni siquiera lo vivieron o eran muy pequeños cuando ocurrió.
Es una muy buena idea, entonces, que el programa de exhibición de películas de la CDMX vaya a presentar, muy pronto —el próximo sábado 27 de noviembre, así se ha anunciado—, la película de Luis Mandoki “Fraude: México 2006″. Como el director estará presente en alguna de las funciones y seguramente la entrada será gratuita, ojalá algunos perros de rancho tan manipulados por Reforma se aparezcan por ahí, quizá en el Centro Cultural Los Pinos, para que comprendan qué es exactamente lo que ocurre en la actualidad. Supongo que podrán, si quieren, hasta debatir con Mandoki, quien hizo un espléndido trabajo para documentar la mayor traición a la democracia que ha habido en nuestro país.
El documental se exhibirá, además de en el Centro Cultural Los Pinos, en las siguientes ubicaciones:
- La Alameda Central, alcaldía Cuauhtémoc
- Explanada de alcaldía Xochimilco
- PILARES Margarita Maza, alcaldía Azcapotzalco
- PILARES Huayatla, alcaldía Magdalena Contreras
- Explanada de alcaldía Tláhuac
- PILARES La Conchita, alcaldía Álvaro Obregón
- Explanada Futurama, alcaldía Gustavo A. Madero
- Explanada de alcaldía Iztacalco
- Utopía Aculco, alcaldía Iztapalapa
- Canchas de futbol Tlalpan