La determinación de ‘elevar’, al todavía ahora -y hasta que termine el sexenio de López Obrador- Instituto de las Mujeres a rango de secretaría, como lo anunció el pasado lunes la presidenta electa, Claudia Sheinbaum Pardo, pareciera un despropósito y una muy cuestionable decisión de quien será la primera mujer al frente del poder ejecutivo de México. Pero si convertir al instituto en secretaría se percibe como un desacierto, nombrar a la muy polémica -y no calificada para el cargo- senadora Citlalli Hernández como su titular, es de dimensiones escandalosas.
Si tomamos en cuenta que, de alguna manera fue un logro de las mujeres contar con un instituto y que una vez creado el siguiente paso era convertirse en un ente autónomo, quizá a rango constitucional, con mayor posibilidad de compartir con la sociedad la creación, articulación y operación de políticas públicas y que pudiera ser el camino para generar mayores oportunidades de respaldo a la mujer, se podría decir que se da al traste con la determinación de transformarlo en secretaría.
De ahí que no resulte adecuado el término “elevar”, como lo presumió la propia Claudia Sheinbaum en sus redes sociales, siendo que la realidad es que pierde fuerza, toda vez que como instituto tenía otra posibilidad más importante.
Ahora bien, no se puede dejar de mencionar como una muy mala decisión la designación de la secretaria general de Morena como su titular.
No se entiende que, habiendo en México un importante cúmulo de mujeres con perfiles idóneos y con todas las credenciales para asumir la distinción de dirigir la primera Secretaría de la Mujer en el gabinete de gobierno en nuestro país, Claudia Sheinbaum, se haya decantado por entregar tal responsabilidad a Citlalli Hernández, quien desde cualquier óptica, no solo es inadecuada para el cargo sino, me atrevería a decirlo, es un insulto para las mujeres de este país que verdaderamente han hecho carrera y defendido la causa de las mujeres con convicción plena y que realmente han trabajado por la equidad, la justicia y por combatir la violencia contra ellas.
Y en este caso, la senadora morenista es su propio crítico; basta echar un vistazo en Twitter o X, para darse cuenta que su conducta ha sido inapropiada a lo largo de su trayectoria; que ha sido pendenciera y ofensiva. Pero más aún, que contrario a respaldar a las feministas; a las madres buscadoras; y a las mamás de niños con cáncer que han tocado las puertas de palacio de gobierno, se ha escondido también tras las mismas barreras que el presidente.
No me atrevería a describirle como una falsa feminista, aunque tampoco la ubicaría como una defensora a ultranza, siendo que justificó la ignorancia de AMLO sobre feminismo al decir que lo que pasa es que es un “hombre mayor” y jamás condenó que se gaseara a las mujeres durante las marchas del 8M.
En la misma red social, se le señala de defender a Félix Salgado Macedonio, quien ha sido acusado por violación; por solapar al diputado Saúl Huerta, quien purga una condena de 22 años de prisión por violar a un menor; por aplaudir cuando golpearon a la delegada Lía Limón, y por promover ataques en las redes sociales contra las hijas de opositores, y atacar a mujeres periodistas.
Así las cosas, con sus muy lamentables excepciones, podríamos decir que Sheinbaum, había venido presentando un gabinete, por decirlo de alguna manera, acertado, con perfiles interesantes y adecuados para las respectivas áreas.
Pero ha sumado a su equipo a otro personaje cuestionable, y más allá de si gusta o no, o cae bien o no, o ha hecho un buen papel o no, lo que se le puede reprochar desde ahora a la presidenta electa es que Martí Batres de ninguna manera cubre el perfil que requiere una institución de la importancia y trascendencia como lo es el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE).
Al momento de anunciar la nominación, la futura presidenta recordó que ambos se conocen desde hace varios años, ya que coincidieron en el movimiento estudiantil de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), además de que a finales de los 80 fundaron el ya casi extinto Partido de la Revolución Democrática (PRD) y hace 10 años hicieron lo propio, junto con Andrés Manuel López Obrador, con el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
La pregunta en este caso sería ¿ser amigo de muchos años basta para entregar a una persona la responsabilidad de la salud y la seguridad social de millones de servidores públicos? Parece que sí. Aunque como en el caso de Citlalli Hernandez, es de lamentar que no se premien trayectorias, conocimientos, capacidades, aptitudes y destrezas, y solo se constriñan a beneficiar a los amigos y compañeros ideológicos y de partido.
Estos dos nombramientos constituyen un traspié del esquema global en cuanto a las personas que se estaban designando por parte de la presidenta electa para integrar su gabinete legal y ampliado.
Viene a manchar lo que venía reflejando una buena opinión en general, ya que salvo excepciones como pudiera ser la designación de la consejería jurídica en la persona de Ernestina Godoy; el nombramiento de Mario Delgado en la Secretaría de Educación; y el de Rosa Icela Rodríguez en la Secretaría de Gobernación, el otro tanto de designaciones de podrían calificar adecuadas con perfiles interesantes destacando por ejemplo el nombramiento de Edna Vega en Sedatu; Emilia Esther Calleja en la Comisión Federal de Electricidad, y por qué no decirlo claramente, la designación de Marcelo Ebrard que va a tener la oportunidad de desarrollar mejor sus habilidades a favor del país con su encomienda en la Secretaría de Economía, sin menoscabo de que por ahí va a empezar a trabajar para buscar ser el candidato el próximo sexenio.
Otra elección idónea sin duda es la de Juan Ramón De la Fuente en la Cancillería, por citar algunos simplemente, que son perfiles basados más en la revisión de los atributos de su trayectoria y experiencia en los ramos que en su pertenencia a grupos políticos, aunque todavía sigue viéndose la mano de Andrés Manuel López Obrador, y es justamente en los más cuestionables nombramientos.
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