El modelo de seguridad del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, empieza a rendir frutos, al menos en los números. En una jornada récord, se reportaron cero homicidios en un día, que para cualquier país es algo que no es normal en nuestros días.
Hace un año, más o menos, empezó el trabajo del presidente de El Salvador para acabar con el problema que tienen con las pandillas y la delincuencia. La inseguridad en el país centroamericano era fuerte, tanto que salir a la calle era complicado. El gobierno de Bukele se puso las pilas y decidió terminar con esto de manera contundente y ciertamente como algo no visto en nuestros tiempos. Comenzó con un Estado de excepción donde la máxima autoridad es la fuerza pública, esto en cuestión de las detenciones de personas que tienen que ver con las pandillas. Así le daba el derecho a las fuerzas públicas para detener, sin preguntar o informar porque detenían, a las personas que tenían sospecha de estar vinculadas a uno de estos grupos criminales.
Otra de las medidas es castigar a cualquier persona que elabore o colabore con la producción de material que haga alusión a los grupos criminales. Esto quiere decir que no hay publicidad ni promoción de lo que hacen las pandillas en las calles. Con esto se erradica todo lo que tenga que ver con los criminales. Todo lo que sea o parezca ser de los maras puede llevarte a la cárcel aunque no tengas relación con el grupo.
Si hacemos un símil con México, esto significaría cancelar todas las series que tienen que ver con la cultura criminal, la música, los corridos y los himnos que en ocasiones ensalzan la forma de vida de los que tienen que ver con muchas de las muertes en el país. Imagine como estaría la “castigadera” en el país, de locura.
¿Por qué ha servido este modelo de represión en El Salvador? El Salvador es un país que lleva décadas viviendo con este problema y la vida y desarrollo del mismo se había visto frenado por la peligrosidad de estos grupos criminales. Los actores eran fácilmente identificados, al menos los que accionaban las cosas, porque eran fácilmente identificables por los tatuajes, la manera de vestir y actuar. La policía se dedicó a aprender a cualquier persona que pareciera mara y así fueron reduciendo a los que eran los actores de los crímenes, los homicidios y los retos que los convertían en parte de la pandilla. Se puede decir que si eras o parecías de la pandilla, la policía te iba a atrapar sin preguntar.
Quizá las mismas pandillas no le creyeron a Bukele cuando empezó la construcción de recintos para encarcelarlos. Quizá tampoco creyeron que iban a hacer arrestos masivos, cuando nadie los había hecho. Seguramente pensaron que iban a entrar, como lo han hecho anteriormente, los precursores de los derechos humanos y que los iban a rescatar como una mamá rescata a un niño bully. Esta vez no fue así. Y aunque el castigo de estas personas a muchos les parece brutal o fuera de proporciones, a los que han sido liberados de la preocupación de andar en la calle y ser atacados por un grupo criminal, no les parece así. Cuando se tienen este tipo de grupos criminales actuando en la sociedad es muy complicado tener un balance pues ellos al momento de hacer sus actos criminales no lo tienen.
El balance es complicado, pues seguramente se llevaron a gente inocente que por moda o por otros motivos parecen de la pandilla, aunque no lo sean. Pagaron justos por pecadores, pero cómo hacerle para acabar con estos grupos criminales cuando nadie más lo ha podido hacer.
¿Negociar, platicar? Eso es imposible pues seguramente no había ni habría disposición del otro lado. El accionar puede tener la excusa del bien común y seguramente se están aplastando los derechos humanos de muchos detenidos, pero, cuando uno de estos detenidos cometía algún crimen, ¿dónde estaban los derechos humanos?
El balance es algo que pudiera parecer pura ilusión. ¿De qué otra manera hubiera podido pasar? El Salvador paso de los abrazos a las detenciones pues los balazos ya eran incontrolables. ¿Será este el camino que se tiene que tomar para acabar con la inseguridad en Latinoamérica? Esta de pensarse.