COMO VEO DOY
Muy apreciado Lector, he leído que las olimpiadas en su origen, eran una especie de entretenimiento masculino mediante competencias de habilidad y fuerza que se realizaban como para matar el tiempo durante las treguas bélicas entre atenienses y espartanos que con cierta frecuencia se daban de flechazos y espadazos.
Dicha costumbre que no pasó de ser regional, al tiempo cayó en el olvido hasta que el Barón Pierre de Coubertin, un aristócrata francés, con el propósito de contribuir a la hermandad mundial, ojo, sin fines de lucro, fundó en el año ya nebuloso de 1894, los Juegos Olímpicos (JO), tomando el nombre de las contiendas griegas que de hermandad no tenían nada.
A 127 años de distancia de Coubertin no se puede evitar hacer algunas reflexiones sobre el valor humanitario, deportivo y económico, entre otras consideraciones, que los JO hayan aportado.
En el aspecto humanitario han sido un rotundo fracaso. En más de un siglo desde la primera celebración en Atenas en 1896, la brutalidad de la guerra ha sido una constante, ¡incluyendo dos conflictos mundiales! y, sin piedad, dos bombas atómicas sobre Japón. No trato de echarle a perder el día, paciente Lector, pero a modo de recuerdo, mencionaré algunas de las carnicerías de los últimos 70 años mientras los JO seguían desarrollándose: guerras en Vietnam, Corea, Kuwait, Irán, Irak, Afganistán, Siria, Palestina, golpes de Estado en Latinoamérica, Yugoslavia y, bueno, le paro, porque no quiero una medalla de oro para el que recuerda los peores momentos de la humanidad.
En cuanto a la contribución olímpica al desarrollo mundial del deporte, es muy cuestionable. Se rompen récords en base a la ingesta tramposa de dopaje. Las medallas como siempre se las llevan los grandotes, una docena de países. Los demás, obtienen una que otra presea gracias a un portento de la naturaleza, garbanzos de a libra que, de regreso a su país, les hacen homenajes, monumentos y los proponen para Presidente. Muchos terminan viviendo de limosna. Algo parecido sucede con los recursos presupuestales que los países del “tercer mundo” y en “vías de desarrollo” (vías que parecen no tener fin), dedican al deporte.
Respecto a la aportación económica se puede observar que los Juego Olímpicos han sido un negocio espectacular, envidiablemente exitoso, pero, para el Comité Olímpico Internacional (COI) y, a cambio, una carga multimillonaria de deudas para los contribuyentes de la mayoría de las ciudades que han recibido el dudoso honor de ser sede de los Juegos. Recuerde que iniciaron sin fines de lucro y hoy se han convertido solo con fines de lucro y lo que el COI gana, alguien lo tiene que perder. Y pagar.
A resultas de su creciente poder económico, el COI cada vez es más exigente con las instalaciones deportivas, muchas de ellas tan especializadas que pronto caen en desuso y se vuelven verdaderos elefantes blancos. El interés por vender bien su negocio prevalece sobre el número de disciplinas que no es determinado por la demanda del deportista, si no por el rating o audiencia que se interese en algún deporte. Si ésta es baja, lo sacan de la justa; si hay algo nuevo que atrae espectadores, lo incorporan, pues así conviene a sus Clientes que, a su vez, venden publicidad. El COI tiene filiales en 206 países, “franquiciadas” a hombres prominentes de cada país que reciben un moche del COI (casa matriz) y diversos apoyos económicos y en especie de sus respectivos gobiernos, a cambio de propiciar el sano desarrollo de la juventud y los atractivos turísticos de la Patria. Tráfico de influencias, pues.
Desde luego que un negocio así no puede fomentar la hermandad, ya que obvia el principio, loable por cierto, que reza: “Lo importante no es ganar sino participar”.
Hay una gran diferencia entre participar y competir. El negocio exige que lo importante es competir y ganar. Esta actitud fomenta el distanciamiento y el rencor en unos y la arrogancia (o falsa humildad) y superioridad en otros. Y desde luego, la complicidad en todos los directivos del COI que aplauden a sus compatriotas durante el desfile inaugural, exhibiendo en la muñeca sendos rolex. Coincide que cuanto más jodido está el país que participa, más brilla el reloj del directivo, joya que ha de haber sido obsequio del Presidente Mundial del COI, por su comprometido y eficaz trabajo,
Otro dato del negocio y no son otros datos, es que de los 206 países miembros del COI, apenas unos 20 han sido sede de las 32 Olimpiadas realizadas, debido a que los demás son pobres o pequeños o no compran el boleto de organizar un evento de tan desproporcionado costo-beneficio. Entre las Naciones organizadoras, hay 3 o 4 subdesarrolladas, una fue México. Y para qué, para que mataran a 325 estudiantes (Octavio Paz, Posdata) y se pudiera realizar la Olimpiada en la que se “ganaron” 9 medallas manchadas de sangre (3 oro, 3 plata, 3 bronce). En promedio 36 jóvenes asesinados por cada medalla lograda a fin de cumplir cabalmente con los contratos firmados al COI y a cientos de televisoras, otros medios de información y grandes empresas transnacionales. Caiga quien caiga, primero el negocio. Ud. lo sabe, hubo fiesta, regocijo, abrazos después de los balazos y mariachis en el Ángel de la Dependencia. Y ¡viva México ca …!
Hay mucho para argumentar sobre la pérdida de significado de los JO y de su inutilidad. Hoy el COI tiene a Japón ahorcado como a México en 1968, realizando una Olimpiada que rechaza el 80% de sus ciudadanos ante la amenaza de un contagio masivo de Covid-19. Con todo, los JO se realizan y el riesgo completo se lo traga Japón. ¿Por qué? Porque el negocio lo exige. ¿Acaso no les ha bastado dejar caer sobre el pueblo japonés un par de bombas atómicas? Pareciera que no si Ud. mira la alegría, enjundia y profesionalismo de los comentaristas deportivos de las televisoras mexicanas, haciendo esfuerzos para convencernos, ni falta hace, de que la vida tiene que seguir. Sí, pero no a cualquier precio.
Cuando todo termine solo Japón pagará los platos rotos.
Para que estos abusos dejen de ocurrir, bastaría que ningún gobierno se postule como sede de los JO, para que éstos o el COI desaparezcan y, si fuera el caso, que los coordine la ONU y se realicen eventos más modestos sin menoscabo de su dignidad y realce, pudiendo ser sede pequeños países cuyo costo de las instalaciones lo aportaran todos los miembros. Así, habría hermandad, cooperación y algo de desarrollo.
Sinceramente nuestro mejor deseo es que los educados y aguantadores nipones, salgan ilesos de esta sinrazón, gracias a sus rigurosas medidas sanitarias. Cuatro millones de muertos en el mundo por covid-19 lo atestiguan, entre ellos dos de mis hermanos y un sobrino. Todos cuentan y no hay luto.
<b>RENDIJAS</b>
¿Deporte Olímpico nuevo? Pues sí. El skateboarding y participará una niña de 12 años. Con este juguete pretenden captar una gran audiencia juvenil. ¿Sabe que es? ¡Una patineta común!
¿Para quién son los JO? Pues, ¡aunque Ud. no lo crea!, son para los abuelitos que a lo sumo jugamos dominó. Vea: el 43% de la audiencia está en el rango de 65 a 75 años.
El primero gana todo, al segundo todos lo olvidan. En la práctica son iguales pues media brazada o dos segundos en bici no hacen diferencia. Hay que premiar de otra forma. ¿No cree Ud.?
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Julio 27 del 2021