COMO VEO DOY
Mi amigo Antonio, que antes fue mi jefe, preguntaba:
– ¿Cómo cerraste el mes?
– Bueno, regular, superamos la meta un 10%.
– ¿Y porqué aún no lo he visto publicado en el consolidado nacional?
– Es que no hay mucho de qué presumir.
– ¡Qué dices! –frunciendo el ceño– ¿Nunca viste a una gallina? ¡Cuando se pone un huevo, aunque sea chico, hay que cacarearlo!
Algo así, apreciado lector, he estado leyendo toda la semana por parte del INE, de los Presidentes de los Partidos Políticos, candidatos ganadores, empresarios y comentaristas que están a favor o en contra de la oposición o del gobierno. Cacareando el huevo antes de ponerlo. Se entiende que no es posible recomendar prudencia, cuando existe inercia impulsada por fuertes intereses económicos y no por loables deseos de servir a la ciudadanía.
¿Una prueba?
Va: haciendo a un lado las muy obvias necesidades de los que viven del erario público, burócratas y empresarios con sus debidas excepciones, no hubo un solo comentarista, incluyendo al Presidente de la República, periodistas, conductores de televisión e influyentes ciudadanos, que no cacarearan que fue histórica y copiosa, la participación responsable y pacífica de la ciudadanía, expresada en las urnas electorales.
La oposición se declaró ganadora porque evitaron que Morena y sus aliados alcanzaran la mayoría calificada, amén de romperles la mañanera en la CDMX donde se embolsaron 9 de 16 alcaldías; los morenos se declararon feliz, feliz, debido a que lograron retener la mayoría simple (decir absoluta me parece exagerado) de la Cámara de Diputados y con ello el control del Presupuesto Federal, además de que salieron con la mano en alto en 11 de 15 gubernaturas que estaban en la tómbola.
Si todos se declararon ganadores significa que todos quedaron contentos con los resultados obtenidos.
Desde luego cada alianza y cada mini partido esperaban más. Eso será para la próxima, menos para los mini que se ahogaron en la orilla y que los debiera acompañar el Verde cuya naturaleza no es conservar lo natural si no explotar sus querencias al mejor postor.
Todos le metieron mano a la piñata. Está bien. Pero lo que no está bien es distorsionar los hechos. Cacarear que la votación fue copiosa, ostentar que rompió récord de participación cuando la mitad del Pueblo no votó mandando a todos los partidos ¡al carajo! (Disculpe la expresión, estimado Lector, pero esa palabreja de desahogo, una mañana, se puso de moda).
Exultar la mediana y fracasada participación electoral “más grande de la historia”, me parece vano y exagerado cuando con ello se trata de tapar o de plano ignorar, la dura realidad de las personas a quienes se suplica que vayan a votar para que las cosas sigan igual o peor. Quienes calentaron la campaña electoral, del bando que sea, recibieron una fuerte bofetada pero no pusieron la otra mejilla.
Los votos no mienten y los que no llegaron tampoco: ¡casi un 50%!
Igualmente parece fuera de lugar y una reacción innecesariamente ardida, señalar que la clase media en la CDMX se carga hacia el conservadurismo, expresión que agarra parejo cuando no es así, porque el voto no lleva una marca para saber la posición económica del elector. Esta afirmación hace recordar al que tajantemente aseguraba en la cantina, agarrando parejo, obviamente:
– ¡En este pueblo todas las mujeres son disolutas y todos los hombres futbolistas!
– ¿Qué dices? –le reclama un parroquiano– ¡Ofendes a mi madre!
– Disculpe compañero, ¿en qué equipo juega su madrecita?
Muchos de la clase media que votaron por Morena se van a ofender y esa ofensa se traducirá en votos de castigo.
Probablemente fue lo que pasó en la CDMX a causa del dramático y doloroso accidente de la Línea 12 del Metro, voto en contra con el que le advierten a Doña Claudia que, no es que le dan la espalda, si no que ponga atención para que este tipo de descuidos y desgracias, no permita que vuelvan a ocurrir.
Otro asunto en el que parece haber consenso, es que entre el polícromo arco que conforman los 10 partidos políticos, cachondean con la idea de que todos se envuelven en la bandera y dan la vida por la Democracia, como si el G-84, que es la mayoría de la población, supiera cabalmente qué significado tiene y cuales son sus alcances.
La democracia en México es una ficción, de la que se valen los grupos económicos y políticos para que, mediante la obtención del voto de los que nada tienen, puedan hacerse del Poder sin necesidad de sacar pistolas ni cuchillos. Hay jóvenes en el umbral de su “derecho” al voto que comentan: “Se me hace tan falso escuchar a personas distinguidas decir ¡No permitiremos que destruyan la Democracia ni a México!”. Y sí, dan ganas de llorar.
Aún no desaparecen los moretones de la campaña y ya empezaron las sonrisas entre los adversarios. Sin embargo, aunque ahora, rápidamente se hagan las paces entre los líderes de Partido, se logren nuevos acuerdos, se acomoden las fuerzas en la Cámara de Diputados y el Presidente se reúna a fumar la pipa de la paz con los empresarios que más cacarean en México (léase Consejo Mexicano de Negocios), no se puede negar que las votaciones intermedias estuvieron acompañadas de una Campaña Negra, donde la libertad de expresión rayó en el libertinaje, tanto como la ofensa y la burla, la mentira y el odio, fueron evidencia del grado de incivilidad de este país, ingrediente contrario a la democracia que se festina.
Realmente el proceso electoral se desenvolvió a través de una campaña bochornosa y a más de uno escuché decir con tono despectivo, que la actitud de provocación y choque, era la estrategia correcta para desmantelar a la 4T.
Bueno, el colmo fue cuando desde ambos bandos se comenzaron a mandar al carajo, expresión reprobable en sí misma, pero inexcusable en la voz pública de un empresario como el Sr. X. No ha faltado, obviamente, quienes se ríen y dicen con ligereza que así es la democracia, que nadie piense en un cuadro como el de La Última Cena.
Todo el tiempo de la campaña se estuvo explicando el valor del voto duro, del voto útil y de la abstención del voto.
Aquí introduzco a su amable consideración, atento Lector, lo que denomino el voto de reserva y que es aquel que el G-84 se abstiene de sufragar en ciertas circunstancias, como en las elecciones intermedias que, por su volumen y complejidad, decide no participar.
Dicho voto de reserva, casi un 50% de abstención, representa una enorme denuncia de inconformidad del Pueblo en contra de su gobierno, de su sociedad, de su pobreza y de su dignidad; es el voto verdaderamente mayoritario pues representa casi la mitad del padrón electoral; es el voto que no ha merecido un solo comentario a contrapelo del triunfalismo multi cacareado durante esta semana por los que si sufragaron; es el voto que reaparece en las elecciones presidenciales, que son muy sencillas y porque se idealizan al votar por el hombre que el Pueblo espera para la solución de sus problemas.
Bueno, pues si estas personas hubieran salido a ejercer su voto, desde luego que Doña Claudia hubiera conservado todas sus delegaciones. Me extraña que el Presidente no se hubiera dado cuenta que tiene un voto de reserva, otros 15 o 20 millones que hay que preparar para la Revocación de Mandato y para la grande del 2024, y fortalecer este guardadito en vez de maltratar a la clase media a la que pertenece, aunque simpatice, igual que yo, con la clase G-84. Los pobres, pues.
RENDIJAS
Aspiracionista, egoísta, reciclado en el confesionario, profesionista, doctorado, … todo eso y algo más le dijo a la clase media. Aunque algunos quizás lo sean ¿qué hay de malo en ello? Y Benito Juárez ¿acaso no tuvo todas esas aspiraciones? Es una pregunta.
Monsivais le dijo que la derecha es hipócrita. Él cambia Derecha por Conservadurismo y además asegura que es clasista y racista. El Sr X le podría decir: “¡Ud. me ofende!”. Y claro, le podrían contestar: “No es con Ud., ¡la ultraderecha al carajo!”
Bueno, ya se acabó la elección, basta de zarandeos, ahora pongámonos a trabajar y cuidémonos del Covid-19.
A este bicho sí, entre todos, ¡mandémoslo al …! Termine Ud. la frase, a su gusto, por favor.
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