La reforma al Poder Judicial es con diferencia la decisión de política pública más perniciosa implementada en México en las últimas décadas. Mediante una estrategia perversa dirigida a destruir el sistema como se le conoce, el régimen obradorista consumirá lo que AMLO propuso desde aquel desafortunado 5 de febrero de 2024.

La presidenta Claudia Sheinbaum, heredera de la agenda obradorista, confirmó desde un inicio su disposición a dar contenido a una reforma sin pies ni cabeza, sin planeación previa, sacada al vapor y encaminada a meter a México es un laberinto de incertidumbre jurídica, política y en términos de viabilidad económica. ¿Lo hizo la presidenta como resultado de una convicción personal o por presiones al interior del movimiento? Es imposible saberlo.

La propia jefa del Estado, en su mañanera del lunes pasado, aseguró, ufana, que México sería el país más democrático del mundo con la elección de sus jueces y magistrados. En otras palabras, echando a un lado cualquier razonamiento sesudo y sensato, la 4T ha decidido cargarse el sistema de división de poderes, el estado de Derecho, la independencia de los jueces y los principios más elementales algún día propuestos por el barón de Montesquieu.

Todo inicio mal desde su origen. Primero, con la sobre representación, luego, con la captura de Yunes, y más tarde, con las reiteradas ilegalidades parlamentarias cometidas a lo largo del proceso, amén de la contravención de numerosos amparos interpuestos por jueces injustamente cesados.

La propuesta ha sido tan mala que mismos correligionarios de la 4T han denunciado la torpeza e inconveniencia de dicha reforma.

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La pregunta más legítima, a mi juicio, es: ¿Está México en condiciones de dar cátedra al planeta cuando el país ha descendido al número 140 de percepción de corrupción en el mundo? ¿O cuando han sido descubiertos centros de matanza de presos “reclutados” por los cárteles de la droga? ¿O en un país dominado en una tercera parte de su territorio por el crimen organizado? ¿O tras la decisión del gobierno de EU de declarar a los cárteles organizaciones terroristas?

No, señora presidenta, México no es el mejor país del mundo, y está muy lejos de estar en una posición legitimada para hablar sobre democracia al mundo.