El 16 de marzo de 1994 —la fecha podría ser incorrecta, escribo de memoria— Luis Donaldo Colosio fue abucheado en el Tecnológico de Monterrey, la universidad privada mexicana en la que, décadas antes, él se había graduado de licenciado en economía.
Colosio no contestó una pregunta sobre Manuel Camacho, quien entonces soñaba con arrebatarle la candidatura presidencial del PRI al sonorense. Luis Donaldo no respondió porque, como representante del partido en el poder, simple y sencillamente no debía responder: era mucho lo que estaba en juego y estaba obligado a ser cuidadoso, es decir, prudente, en sus expresiones.
Nunca vi tan abatido al político que una semana después fue asesinado en la ciudad de Tijuana. Fue injusto el abucheo, pero lógico ya que los y las estudiantes no tenían por qué entender de razones de Estado.
Leo en La Jornada una nota del jueves 30 de marzo del año 2000: Cuauhtémoc Cárdenas, en ese momento candidato presidencial de izquierda, acudió al Tec de Monterrey.
Leal a sus convicciones, Cuauhtémoc defendió a la educación pública, específicamente a la UNAM. En la más importante universidad privada de México calificó a la gran universidad pública como “la máxima exponente de la educación en el país”.
Inmediatamente después de eso se desató la rechifla en la que participaron muchos de los más de 2 mil 500 estudiantes que escuchaban al ingeniero Cárdenas.
Es conocida la crisis de Enrique Peña Nieto cuando, en campaña, acudió a la Universidad Iberoamericana. Al entonces candidato del PRI los y las jóvenes que participaron en el evento organizado por la Ibero no solo lo abuchearon, sino que de plano, a gritos, le exigieron que abandonara las instalaciones de esa casa de estudios. Le fue tan mal a Peña Nieto que, para no enfrentar a quienes protestaban, se escondió en unos baños.
Gente experta en elecciones deberá realizar estudios para responder una pregunta: ¿por qué las universidades privadas, no las públicas, se han convertido en foros importantísimos en las contiendas presidenciales?
Inclusive los candidatos de izquierda, como Cuauhtémoc Cárdenas, han dado prioridad a las instituciones de enseñanza superior financiadas por las grandes empresas e inclusive por asociaciones religiosas y han dejado en segundo término a las universidades públicas.
Como se mencionó, el ingeniero Cárdenas visitó el Tecnológico de Monterrey el 30 de marzo de 2000, varios meses antes de que acudiera a la UNAM, en cuyas instalaciones encabezó un mitin casi al final de la campaña. Este fue un evento exitoso y multitudinario, pero lo cierto es que el político izquierdista había acudido primero al Tec. La UNAM quedó como plato de segunda mesa.
Colosio, debo mencionarlo, siempre al pendiente de los detalles de la política, cuando se agendó su visita al Tecnológico de Monterrey pidió estar antes en la universidad pública de Nuevo León.
Así ocurrió, Luis Donaldo participó en una reunión en la UANL, pero desgraciadamente, como bien sabemos, en México buena parte de las universidades públicas en los estados están dominadas por grillos, no por académicos. Entonces, aquel acto resultó muy similar a cualquier reunión del PRI de la época. No tuvo importancia. Cumplió con las expectativas: nadie esperaba un encuentro de gran impacto en la universidad pública de Nuevo León, ya que el acto universitario principal en la campaña colosista era el del Tec de Monterrey, que se celebró al día siguiente —sí, el del injusto abucheo al candidato—.
Triste realidad: son cuevas de grillos las universidades públicas de las entidades federativas. Por eso no tienen trascendencia sus eventos políticos. La Universidad de Guadalajara organiza un evento importante, su feria del libro, aunque desgraciadamente se ha politizado en forma indebida. Pero fuera de la FIL, candidatos y candidatas desfilan por la UdeG y no llaman la atención de nadie porque prácticamente a todos sus rectores les picó la víbora de la politiquería.
Se entiende que eventos empresariales como el de la convención anual de los banqueros sean foros de gran relevancia en las campañas presidenciales. Quien aspire a gobernar México debe dialogar con los hombres y las mujeres que controlan el dinero, ya que son las personas que invierten y generan empleos.
Pero se entiende menos que una mayoría de candidatos presidenciales, al menos en tiempos recientes, hayan dado preferencia a las universidades privadas para dejar en segundo término, e inclusive ignorar, a la gran universidad pública de nuestro país, la UNAM.
Hay ahora un cierto debate morboso acerca de si Claudia Sheinbaum debe asistir a presentar sus propuestas electorales en la Universidad Iberoamericana.
La gente que simpatiza con Xóchitl Gálvez, o más bien quienes desean la derrota electoral de Morena y del proyecto político de AMLO, insisten en que Claudia acuda a la Ibero porque tienen la esperanza de que los y las estudiantes la acosen como hicieron con Peña Nieto, o al menos que la abucheen o la hagan víctima de rechiflas como a Colosio y Cárdenas en el Tec de Monterrey.
En lo personal no sé si Sheinbaum deba participar en reuniones estudiantiles en la Ibero, el Tec de Monterrey, el ITAM y otras universidades. Habrá argumentos estratégicos a favor y en contra.
Pero, sea lo que fuere, creo que la única candidata presidencial verdaderamente universitaria en la historia de México, antes de decidir si visitar o no la Ibero, por elemental respeto a sí misma, a su trayectoria académica y desde luego a la educación superior pública, debe antes estar en un gran evento en la UNAM.
No es rollo lo que de Claudia es la única candidata presidencial en la historia de nuestro país con una trayectoria universitaria reconocida. Sheinbaum es una verdadera universitaria no solo por sus estudios de posgrado en ciencias, sino también porque la mitad de su vida ha sido, en la UNAM, docente e investigadora en temas de energía y porque, no hay que olvidarlo, fue una figura fundamental en uno de los grandes movimientos de protesta estudiantil.
Así que por respeto a sí misma, ella debe darle prioridad a la UNAM. Después, solo después, ya podrá Claudia agendar eventos en universidades privadas. Pero, reitero, primero debe ser, en una reunión de nivel elevado, la Universidad Nacional Autónoma de México.
Por cierto, si nos vamos a la importancia de las universidades privadas, no hay ninguna razón para que la Ibero sea visitada antes que el Tecnológico de Monterrey.
Quienes financian y dirigen la Universidad Iberoamericana, en cuya administración participan religiosos, saben que esa institución está muy lejos del Tec en las evaluaciones internacionales.
Las dos instituciones de educación superior mexicanas mejor calificadas en los rankings globales de universidades son la UNAM y el Tecnológico. Mucho más abajo, pero bastante más abajo en las tablas de posiciones, aparecen el ITAM, la Ibero, la Anáhuac, la Universidad Panamericana, etcétera.
Contamos con dos universidades con reconocimiento fuera de México, una pública y otra privada: La UNAM y el Tecnológico de Monterrey. Después vienen todas las demás, que sin ser morralla, lo cierto es que no han hecho el trabajo que se requiere para avanzar en los rankings globales.
Creo que si Claudia va a ir a una universidad, ella, la única candidata presidencial con un currículum universitario, debe asistir a su alma mater, la UNAM. Después, si le queda tiempo, que vaya a la Ibero o al Tec, o al ITAM: da igual.