Las cosas como son. No recuerdo si este es el lema de uno de los grandes periódicos del mundo o se trata de una frase acuñada por algún periodista histórico. Pero sin duda son cuatro palabras que sintetizan la esencia del oficio más bello del mundo, como lo definió me parece que Gabriel García Márquez.

Quienes nos dedicamos a esto debemos decir, precisamente, las cosas como son. No desconozco que un problema complejo de la filosofía de la ciencia es el de la percepción. Alguien puede interpretar un fenómeno de una manera en función de los instrumentos con que lo analiza y otra persona con un instrumental distinto, puede verlo de otra forma. Lo dijo el poeta “nada es verdad, nada es mentira, todo es según el cristal con que se mira”.

No puedo estar de acuerdo con una extraña petición que acaba de hacer Marcelo Ebrard a Claudia Sheinbaum: que sea humilde. ¿Humilde? En efecto, que ella ya no diga que será Presidenta y menos que ofrezca trabajo en su gabinete a Ebrard y a Adán Augusto. Según Marcelo la gente todavía no vota. Y es verdad, nadie ha votado para elegir a quien ocupará el cargo que hoy corresponde a AMLO. Pero desde hace más de un año todos los medios han publicado encuestas para intentar anticipar cómo votará la sociedad mexicana el próximo año. Y en todas Sheinbaum supera por goliza a Ebrard… o por goleada que quizá sea la palabra técnicamente más adecuada en el ya muy famoso lenguaje físico, que es el estilo de expresión de intelectuales fifís fanáticos de la Real Academia Española.

Es decir, Sheinbaum respondió la pregunta que alguien de Milenio le hizo y dijo, sin falsas modestias lo que es un hecho objetivo: que ella va ganando en las encuestas. Podría cambiar la situación, claro que sí, pero en más de un año de mediciones frecuentes el único cambio que hemos visto es el de un incremento en la ventaja de Claudia sobre Marcelo. Así que, sin arrogancia ella puede decir —lo dice todo el mundo— que será la próxima Presidenta de México. Por cierto, lo acabo de leer en el más importante sitio informativo de internet de España, El Diario.es.

Mi percepción acerca de cada figura de la política mexicana está influida por mis experiencias de tantos años, por numerosas lecturas y en este caso por el conocimiento de cada corcholata. Si se me pidiera comparar los niveles de humildad de Claudia y Marcelo, diría que los de ella son muy altos y los de él muy bajos. Para empezar, por su modo de vida: Marcelo Ebrard es un hombre evidentemente de clase alta, mientras Claudia sin lugar a dudas vive en la honrosa medianía de la que hablaba Benito Juárez; pero este no es el dato fundamental en la comparación, sino la actitud de ella y él frente a los medios, la ciudadanía y sus colegas. Ebrard, dirían los clásicos, se siente la última Coca Cola del Estadio de Monterrey cuando hay juego a 40 grados de temperatura. Claudia de plano es una persona más sencilla, que podrá ser fuerte en su estilo de liderazgo pero eso es otra cosa.

Por cierto, si acudiéramos a las hemerotecas de antes o al Google de hoy, encontraríamos que cuando empezó la carrera de las corcholatas Ebrard presumía que iba adelante en las encuestas; como los estudios demoscópicos no confirmaron sus afirmaciones, cambió su discurso por uno de víctima, el de exigir suelo parejo, lo que definitivamente no le queda.