A lo largo de su carrera política, Andrés Manuel López Obrador ha hecho de su muy aparente honestidad y de su pretendida “autoridad moral” en el tema, un muro infranqueable de su reputación, que lo distingue no sólo de sus adversarios sino del resto de los mortales, pero todos los días nos enteramos que detrás de esa historia, hay hechos que la contradicen y que están hundiendo su credibilidad.
Como bien dijo en 2019, en una de sus conferencias desde Palacio Nacional, no hay acto de corrupción que no sea conocimiento del líder o del presidente de México. La frase la expresó en referencia a la complicidad que, sugiere, tendrían los ex presidentes sobre los casos de saqueo presupuestal y nexos con el narcotráfico que se han destapado en los últimos años, lo mismo el Pemexgate, que el caso de García Luna o la Estafa Maestra.
Pero resulta que ahora, la frase se le está volviendo en contra porque durante su gobierno, ha habido sonados casos que nos remiten a una única y sólida conclusión, o más bien dos: 1) que la corrupción no es una asunto de sexenios, sino de la decisión de personas que ven en ella el acceso a dinero para enriquecerse o para acceder y/o mantenerse en el poder, y 2) que el pretendido “cambio” es un fiasco y que en realidad, por sus prácticas corruptas, han resultado peores que quienes nos gobernaban antes.
No son sólo los videos ahora históricos de René Bejarano, que ya anticipaban el modus operandi; ni los de Pío López Obrador o del otro hermano, Martín, ambos recibiendo fajos de dinero en tiempos en los que su hermano andaba construyendo su vía electoral para llegar al poder. Tampoco es el escandaloso saqueo de Segalmex, o los contratos directos que antes escandalizaban porque eran 40% del total de las asignaciones y ahora rondan el 70 por ciento.
Ni siquiera es la prima Felipa, que recibía contratos de Pemex a pesar del discurso mañanero en el sentido de que su gobierno ya no entregaba recursos públicos a allegados y menos ¡Dios nos libre! a familiares. Y claro, cómo olvidar la Casa Gris de Houston, que sin duda es el ejemplo perfecto de cómo se contradice un dirigente político que se la pasa diciendo que tener dinero no es bueno, y que aspirar a tener más de dos pares de zapatos es “neoliberal”.
El problema es que hay en el equipo que nos gobierna una idea generalizada de que se puede recurrir a las prácticas que tanto se criticaba al pasado priista y panista, si se hace con la idea de desplazar a “esos corruptos” del poder. Es la versión andresmanueliana de que el fin justifica los medios, un concepto del que se ha beneficiado desde que Manuel Camacho Solís le pagó miles de millones de viejos pesos para desocupar la Plaza de la Constitución luego de una prolongada protesta campesina y electoral en Tabasco, allá por 1991.
Pero aquellos dineros en cash (siempre el cash) no han sido los únicos. De hecho, el movimiento de López Obrador no se explica sin el flujo de recursos en efectivo que financiaron no sólo sus dos campañas fracasadas en Tabasco, sino los bloqueos a campos petroleros, los “éxodos por la democracia” que encabezó en 1989 y en 1991, y toda la parafernalia propagandística que se montó a su alrededor con la idea de que el efectivo, viniendo de donde viniera, se convertía en “recurso bueno” desde el momento que se iba a invertir en “la causa”.
Ver ahora en video al equipo de operadores de la gobernadora Layda Sansores llenar bolsas y portafolios con dinero en efectivo recibido en una oficina de Palacio de Gobierno de Campeche, sólo confirma el método que se utilizó en los comicios de 2021 en ese y en otros estados: les interesaba tanto ganar, para demostrar el “músculo político” de la 4T, que se aliaron incluso con los priistas corruptos, como el entonces gobernador Carlos Miguel Aysa.
El verdadero problema es que no sólo ocurrió en Campeche y que muy probablemente esos fajos de billetes fueron desviados del erario para apoyar a la hoy gobernadora de Morena. En realidad, lo más grave, es que cuando unos políticos sienten la necesidad de empoderarse siempre va a haber grupos de interés, desde empresarios ¡hasta militares ¿verdad Mi General Secretario?! Pero, sobre todo, de la delincuencia organizada, interesados en financiar sus campañas electorales.
Esa es una historia que se contará dentro de unos años, cuando –y esto pasa mucho en nuestra historia política– los carniceros de hoy sean las reses del mañana.
Mayra Jazbeth Martínez Pérez en Twitter: @mayraveraveracruz