En México desde hace muchas décadas, incluso desde el siglo XIX existe una práctica recurrente (no cotidiana) de débil apego al marco constitucional por parte de los gobernantes, especialmente, del titular del poder político y su círculo más estrecho de colaboradores, el presidente de la república, suena muy fuerte, pero es verdad. Hay una tradición y cultura de ejercicio del régimen político con esta característica fundamental, de la cual los ejemplos y evidencias histórico-políticas abundan y pueden contarse por centenas, sin duda alguna. Pero no es un atributo exclusivo de México, sino de la historia de la formación y desarrollo del Estado latinoamericano y de la larga marcha de su sociedad nacional hacia la democracia. Auténtica, real y sostenida.
En México, el último crimen más atroz al que nuestro conocimiento pueda tener acceso y en el que hayan participado agentes del Estado e instancias estatales, regionales y federales del poder público, no fue la masacre de Ayotzinapa, sino los crímenes que desde el poder público se escenificaron en los gobiernos en los que Genero García Luna integró el círculo más estrecho del poder presidencial, Fox y Calderón, y aún más lejano al mismo, como el de Enrique Peña Nieto. Él (GGL) es el gran personaje de una gran trama transexenal, no sólo de envilecimiento de la función de un servidor público, sino de criminalización del poder en el ejercicio presidencial. Es un error conceptual e histórico de los analistas y periodistas que hoy salen a refrendar sus opiniones anteriores al respecto y no aseveran el hecho fundamental: Genaro García Luna es un criminal sentenciado prácticamente, no jurídicamente, a cadena perpetua, y comparado por el juez de la causa, Brian Cogan, equiparable al “Chapo Guzmán”, uno de los más famosos capos del narcotráfico mundial contemporáneo, y pronto, muy probablemente, a Ismael “El Mayo” Zambada, por encima de otros muchos de menor jerarquía criminal en la trama de macro criminal mexicana.
Seguir con la cantaleta pueril de que “si Fox o Calderón o Peña Nieto” sabían con quién trataban, a quién le dieron todo el poder para “combatir a la criminalidad” (los dos primeros), para establecer diálogos y acuerdos con los líderes de las macro estructuras criminales que se expandían aceleradamente por todo nuestro país y el territorio de otros muchos países, de la región y fuera de ella, es colocar la discusión torpemente en el terreno del inexistente sentido de responsabilidad política, ética y nacional, de estos tres ex primeros mandatarios de México. Es ubicarla en el terreno que a ellos conviene, y también a sus defensores y encubridores, abiertos y camuflados. Absurdo, ilógico, torpe política y profesionalmente.
Tampoco es viable colocar la discusión en la alegoría individual del juez Brian Cogan, de la doble personalidad de García Luna, que es un recurso de crítica mordaz al sentenciado, García Luna no es un enfermo esquizoide, no tiene una personalidad severamente afectada y desdoblada en dos realidades antagónicas, es un gran criminal, avezado, frío, brutalmente violento, criminal calculador y que planificó al detalle sus procesos delictivos en conjunción con un variado grupo de cómplices de su misma talla, más allá de los “siete jinetes del apocalipsis”, pero apoyado cuantas veces fue necesario, en cada uno de ellos.
Y sostengo que es también un grave error centrarse en la característica de “doble personalidad” de García Luna mencionada por el juez Brian Cogan, porque allí tenemos el resultado, un tipo cínico hasta el colmo y manipulador como el ex presidente Felipe Calderón, “le toma la palabra” al juez y declara con desfachatez, que él sólo le conoció a García Luna “la personalidad buena de funcionario probo e inteligente”, palabras más o menos. Error, torpeza centrase en ello, igualmente.
No. Genaro García Luna es uno de los criminales profesionales más grandes que han existido en México, enquistado en los cargos públicos como medio idóneo de ejercer su inteligencia criminal, porque desde sus primeros años en el servicio público visualizó a éste, en los órganos y funciones de inteligencia como el CISEN y en adelante, como un medio eficaz de macro enriquecimiento ilícito, consiguiendo acumular más de 700 millones de dólares en forma criminal, que es lo que la Unidad de Inteligencia Financiera de México está reclamando sean devueltos mediante un juicio civil, a la Tesorería de la Federación en México, los cuales sustrajo y acumuló García Luna de muy diversas maneras. No olvidar que el jurado de la Corte de Brooklin en Nueva York en donde se desarrolló el juicio que lo llevó a una sentencia de 38 años de prisión, lo encontró culpable de todos los cargos en forma unánime.
Los “comunicadores” que defienden las inauditas trapacerías criminales de García Luna, difunden falsamente la idea de que se le juzgó y sentenció sin haber presentado pruebas fehacientes de su culpabilidad, cuando algunas de las cintas y grabaciones, más otras adicionales, fueron conocidas en México. Una de ellas es la escritora Olga Wornat que jura haber visto una o dos de ellas, cuando García Luna está recibiendo dinero a bordo de un avión privado en un aeropuerto mexicano, lo hace -y lo ha ratificado en entrevistas recientes- en su libro “Felipe, el Oscuro”, cuya edición fue inicialmente prohibida en México y ella tuvo que huir a su país natal Argentina por los meses que restaban al gobierno de Felipe Calderón, por amenazas de muerte de parte del equipo de funcionarios de éste último:
Esos “comunicadores” para los que ahora, la justica en EUA es un ícono de injusticia porque sentenciaron a su ídolo postizo y de barro, no le creen a los “testigos cooperantes” o a los “testigos protegidos” que la fiscalía presentó en la corte para ofrecer testimonio contra Genaro García Luna, como cómplices de las múltiples tramas de criminalidad del ex flamante secretario de seguridad pública, sus socios de crimen, tampoco le creen al general Tomás Ángeles Dauahare (encarcelado con otros cuatro generales del ejército mexicano, que denunciaron a García Luna, y éste se vengó armando expedientes y encarcelándolos), ni tampoco a Florence Cassez, ni a Nelson Vargas (quienes señalan las complicidades y dirección de García Luna y sus nexos criminales en los secuestros), tampoco creen en la reunión de tres generales del ejército mexicano que en el restaurante Winston Churchil con Juan Camilo Muriño le presentaron una serie de carpetas acumuladas por el área de inteligencia del ejército y la armada, como resultado de seguimientos y vigilancia, fotos, videos y grabaciones que acusaban a García Luna de nexos con el crimen transnacional organizado, con la intención de que se hicieran llegar al presidente Calderón, las cuales Camilo Mouriño rechazó y ni siquiera las tomó, en octubre de 2006, el sexenio empezaba. Falso como dicen “algunos periodistas investigadores” que nadie en México investigó a García Luna. No formalmente, sí extraoficialmente. El grave error fue pensar que engañaba al presidente Calderón, cuando eran cómplices y socios según muy diversos testimonios.
Tampoco le creen a Javier Herrera Valles ex jefe regional y comisionado de la Policía Federal, de que, por haber denunciado a García Luna en dos oficios dirigidos a Felipe Calderón, el comisionado estuvo preso, a pesar de que la segunda carta con detalles y evidencias, la mandó con copia a Eduardo Medina Mora, titular de la PGR, (entonces, luego fue director del CISEN). También a las comisiones de seguridad del Senado y la Cámara de Diputados, etc., Nadie procedió. Había una criminalización del poder público, y específicamente, del ejercicio del poder desde la presidencia de la república. Si el titular de la PGR no procedió es porque su jefe, el presidente de la república, así lo ordenó. No tiene vuelta de hoja esto, sólo que alguien quiera hacerse tonto.
Hoy revela Javier Herrera Valles que él fue una de las fuentes que aportó testimonio y evidencias contra García Luna en reunión con los fiscales de la causa seguida en la Corte de Justicia de Brooklin en Nueva York. Lo que él aportó y se supo en México, se supo también en Nueva York. A pesar de ello, distintas autoridades y oficiales de las agencias como la DEA, CIA y FBI, tienen una gran responsabilidad moral en esto. Nunca olvidaremos que lo premiaron, aún teniendo muchos elementos para saber quién era en realidad Genaro García Luna.
La Dra. Claudia Sheinbaum debe ordenar abrir carpetas de investigación para todos los involucrados en esta tremenda trama delictiva en México, porque todos ellos criminalizaron el poder público en nuestro país, y el jefe de esta pirámide del delito fue el ex presidente Felipe Calderón Hinojosa. Absurdo y torpe seguir discutiendo si sabía o no de las actividades criminales sistemáticas y variadas de Genaro García Luna, o si éste último tenía una personalidad esquizoide. No.
García Luna fue un profesional de alta especialización del crimen trasnacional organizado, y su principal socio era su jefe político, administrativo y jerárquico en la seguridad pública, que como manda la Constitución, es el responsable del poder ejecutivo. En consecuencia, en este proceso histórico se produjo una abierta y amplia criminalización del poder presidencial en nuestro país. Pobre México, tan lejos de la justicia y tan cerca del crimen desde el poder público y de la corrupción y estulticia de muchos de sus analistas y periodistas.
Olga Wornat refiere en su libro lo siguiente: “El jefe de la DEA al que entrevisté en Miami, en el lejano 2011, que trabajó con García Luna cuando este era espía en el Cisen, fue categórico cuando le pregunté porque trabajaban con él si sabían que era corrupto y tenía vínculos con narcotraficantes: ‘Porque a veces hay que bailar con el diablo. Por ahora, es mejor tenerlo cerca que dejarlo suelto. Después veremos’”. (pag. 103). Y ya lo vimos. Chequen la fecha, desde que estuvo en el CISEN, ingresó en 1990 hasta 1999. Y ni Fox, ni Calderón sabían nada de sus proclividades y andanzas criminales. Una explicación para retrasados mentales.
La actual Fiscalía General de la República al mando del Dr. Alejandro Gertz Manero, lo ubica como directivo en el CISEN (llegó a ser subdirector) yendo a rescatar al presunto segundo tirador en contra del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio, Jorge Antonio Sánchez Ortega, en la colonia Lomas Taurinas de Tijuana, México. Un juez impidió la aprehensión de Sánchez Ortega para presentarlo a declarar sobre su probable participación en el homicidio, ya que, estando detenido en Tijuana, García Luna fue por él y lo sustrajo de las investigaciones. Eran compañeros en el CISEN y alguno de los altos directivos de dicha institución le dio la orden a García Luna para que lo rescatara. Lo hizo como siempre, con eficiencia.
Pero vamos hacia adelante con otras transformaciones nacionales.