La pugna que el gobierno de México sostiene con otras instancias, instituciones, los poderes legislativo y judicial, así como con los poderes fácticos, se enmarca en una disputa constante por lograr capturarlos y así disponer de un dominio pleno.

El gobierno despliega su fuerza y capacidad desde la titularidad del poder ejecutivo; es a partir de esa posición que pretende detonar un proceso de alineamiento de todo aquello que escapa a su control directo, como lo son los organismos autónomos, las instancias regulatorias y los otros poderes. A partir de un predominio extendido busca inducir el sometimiento de quienes expresan distintos intereses ya sea financieros, de desarrollo de negocios, de opinión pública o de ideas políticas.

Se trata de que el gobierno subordine o controle al Estado, en una especie de parangón respecto de la doctrina comunista que proponía la dictadura del proletariado para revertir el capitalismo en su carácter de modo de producción impuesto para garantizar la explotación de los trabajadores y para perpetuar la supremacía burguesa. Aunque, como se sabe, donde quiera que se concretó la dictadura proletaria, muy lejos se ha estado de apuntar al desmantelamiento o destrucción del Estado y, por el contrario, se ha puesto en práctica un brutal dominio arbitrario e ideológico, con el grave costo de la pérdida de libertades.

Cierto, el comunismo postulaba garantizar el control proletario sobre el Estado; a su vez señalaba que tal hecho constituía una medida intermedia o una fase provisional para encaminarse al propio exterminio del Estado y así garantizar la eliminación de la dominación de una clase sobre otra, que éste aseguraba.

Ahora ya no se trata de tomar al Estado para instaurar la dictadura proletaria; pues se plantea una dictadura distinta. La intención es garantizar una preeminencia sobre todas las instituciones a fin de que las definiciones e intereses del gobierno queden garantizados y puedan permanecer mediante la subordinación o sometimiento del edificio estatal; ahora la tesis no es la dictadura proletaria sino la del gobierno. La tesis subvierte la relación entre Estado y gobierno, pues la teoría supone que aquel contiene a éste; ahora se trata que sea a la inversa; es decir que el gobierno integre o contenga al Estado.

Las columnas más leídas de hoy

De hecho, la idea de la toma del Estado, así como la del unipartidismo o partido de Estado, son de inspiración marxista y se convirtieron en uno de los sustentos sobre los que se levantó el marxismo-leninismo y de quienes lo emularon. Sobre esa misma pista se encaminó el fascismo, en el sentido de pretender establecer una proclama superior a partir de lo que se pretendió identificar como los intereses de la nación, así como de la necesidad de garantizar su debida protección o expansión, a partir de una especie de mandato superior e inapelable que habría de alcanzarse a través de la toma del Estado. En ello radica que el partido de Estado rechace a otras fuerzas políticas y se oponga a la pluralidad, pues ya existe un solo partido que garantiza los intereses esenciales, los auténticos, los legítimos… ¿Para qué otros partidos?

El nazismo importó tales ideas, pero sumándole el dogma del predominio de la raza aria. Así, en la parte de lo que se podría llamar estructura política de dominación, el comunismo y el fascismo son primos hermanos; no habría que olvidar el hecho de que, en su origen, Mussolini fue socialista-comunista y tuvo contacto con Lenin; después repudió y se alejó de esa doctrina, pero mantuvo la inspiración que provino de la estructura política que ella planteaba.

Otros componentes de inspiración fascista-comunista son la polarización ideológica, la pretensión de que sólo existe una causa legítima y que ésta adquiere dicho carácter debido a su clara superioridad ética; de ahí que no debe concedérsele ningún mérito al adversario. Esos postulados han sido reivindicados y reprocesados por el populismo con la legitimación que le otorga el poder establecerse mediante elecciones democráticas.

La pugna que ahora escenifica el gobierno de la república para someter y controlar al INE, al INAI, así como para reclamar el respaldo a sus propuestas por parte de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, se inscribe en tal óptica. En el fondo no hay nada nuevo; lo novedoso son los adjetivos que se emplean en torno de las pugnas que siempre se han planteado con relación a este esquema.

Ahora se habla de un gobierno que no se corrompe y que representa en cualquiera de sus posiciones o definiciones al pueblo sabio; se trata de erradicar controles y de ejercer el presupuesto para garantizar una relación clientelar con los electores; que del otro lado están confinados, y sin remedio. Los fifís, los corruptos… son ecos del populismo y del fascismo que lo inspiró. Humberto Eco menciona que se dice que el maestro de la propaganda nazista, Goebels, refería que cada vez que oigo hablar de cultura me dan ganas de agarrar la pistola. Aquí se reduce el presupuesto a la ciencia y a la cultura ¿paralelismo?