“Los tiempos mudan, y los hombres empeoran.”
ANÓNIMO
Como el hombre que huelga de soñar,
Y nace su holganza de locura,
Me viene á mi con este imaginar;
Que no hay en mi dolencia mejor cura.
Puso amor en mi mano mi ventura,
Mas puso lo peor, pues el penar
Me hace por razón desvariar,
Como el que viendo, vive en noche oscura.
Veo venir el mal, no sé huir;
Escojo lo peor cuando es llegado,
Cualquier tiempo me estorba la jornada.
¿Qué puedo yo esperar del porvenir,
Si el pasado es mejor, por ser pasado?
Que en mí siempre es mejor lo que no es nada.
DIEGO HURTADO DE MENDOZA
El AICM está saturado y los incidentes que podrían convertirse en accidentes catastróficos continúan. Sin embargo, aunque pueda sonar ilógico, NO es restándole vuelos a este o aumentando los del AIFA como se reducirá el número de dichos sucesos. “La solución” emanada de la Secretaría de Gobernación federal muestra falta de oficio y de conocimiento.
Iniciando —ya lo mencioné antes en otra columna— con que las autoridades responsables, los expertos en el tema, no fueron considerados para la reunión en la que se determinó la apertura de nuevas rutas para aviones de pasajeros y nuevos vuelos de carga en Santa Lucía.
La autoridad federal no termina de entender que el problema, que se agrava día con día relativo al tráfico aéreo, no solo se tiene que resolver con cambios logísticos en los aeropuertos; es necesario reformular la movilidad en el espacio aéreo del Valle de México.
Partiendo de la realidad de que el AICM se iba a saturar (saturado ha estado desde hace al menos dos años), es que surgió la necesidad de un nuevo aeropuerto para la Ciudad de México, uno que pudiera absorber toda la actividad del Aeropuerto Benito Juárez —mismo que se habría cerrado por completo— y aumentarla sin necesidad de generar un esquema o diseño de movilidad en el muy complejo espacio aéreo (tan complejo como el que supone la interacción Santa Lucía, Benito Juárez y Toluca).
El cambiar una o más rutas al AIFA podrá aparentar que el AICM deja de estar saturado. Pero será solo en el número de vuelos, no en el uso del espacio aéreo. El cual es el mismo que utiliza el AIFA. Con lo cual a mayor uso del AIFA, menor posibilidad de que los aviones puedan usar el mismo para aterrizar o despegar del AICM.
Pero además se requería un aeropuerto que contara con todas las vías de comunicación terrestres necesarias para hacer sencillo, y por lo mismo atractivo, el traslado de los pasajeros. El Felipe Ángeles no tiene la infraestructura necesaria para que los pasajeros lleguen y salgan de forma rápida y barata por vía terrestre. Ni instalaciones completas y en forma: hoteles, tiendas, restaurantes, bancos, servicios de transporte, etcétera para permanecer durante las horas de espera en caso de retrasos.
Aunque la Agencia Nacional de Aduanas de México (ANAM) se diga lista para recibir carga en el AIFA, lo cierto es que el transporte de mercancías enfrenta también retos descomunales.
El canalizar la carga de mercancías al AIFA no es la solución ideal para resolver la saturación del AICM. Menos cuando la aduana del aeropuerto de la Ciudad de México es la más activa e importante del país por sus ingresos fiscales, equipos y volumen de carga, además de las vías de acceso terrestres como ya mencioné.
Urge contar con la voz de expertos para paliar problemas que están explotando y pueden causar una tragedia inconmensurable. Empezando por contratar a controladores aéreos capacitados y no tenerlos trabajando sin las herramientas mínimas necesarias y bajo malas condiciones laborales.
También urge volver a rediseñar el espacio aéreo; pero no con base en caprichos o en exigencias para que puedan “convivir” los tres aeropuertos del Valle de México—el AICM, el AIFA y el de Toluca. Esto último deben hacerlo los expertos, optimizando los tiempos de los aviones y, ante todo, la seguridad de los pasajeros.
Las decisiones y los tiempos deben tomarse con base en razones técnicas, no políticas y tampoco impuestas desde Bucareli.
De igual manera se debe reintegrar el presupuesto que tenía el AICM para su mantenimiento. Ya vimos que el no dar un adecuado mantenimiento a los servicios de transporte causan tragedias, como la ocurrida en la L12 del Metro capitalino.
El capricho del AIFA resultó mucho más caro en términos monetarios que haber terminado el NAICM y ponerlo en funcionamiento. Faltan aún los costos por no contar con un HUB aéreo para toda América Latina. Esto es, lo que se perdió en derrama económica por viajes de negocio o de placer que hubieran llegado a la capital.
Sin embargo, estos costos no son nada comparados con los incalculables que pueden presentarse por un accidente aéreo.