El domingo pasado se hizo viral el hashtag “#Volaris” por una fotografía donde se observa a un pasajero de la aerolínea sosteniendo un banderín; y como suele suceder en estos temas, brotaron como hongos los “expertos en seguridad aeronáutica”, llegando incluso a calificar de “arma blanca” a un palo de madera de un centímetro de grosor, y no más de 30 centímetros de largo.

Dejaré de lado el sinfín de variopintas respuestas y opiniones sobre el particular. Hablemos seriamente de seguridad aeroportuaria. Desde el gobierno de Ernesto Zedillo comenzó la privatización de las terminales aeroportuarias, y empezaron a concesionar la operación y administración a particulares. Como Grupo Aeroportuario del Centro Norte (OMA), Grupo Aeroportuario del Pacifico (GAP), Grupo Aeroportuario del Sureste (ASUR); sin embargo, la empresa paraestatal Aeropuertos y Servicios Auxiliares (ASA), todavía opera y administra 19 aeropuertos en el país.

No se necesita mucho tiempo para darse cuenta que la imagen viralizada, junto con el hashtag, pretenden golpear políticamente al actual gobierno, haciendo creer que se trató de un fallo garrafal y una falta de seguridad de la aerolínea. Y es que se trata de un buen caldo de cultivo que sirvió -porque lo logró- crear enojo y tachando de “peligrosísima arma blanca” el palo de un banderín. Y es que el banderín decía “Vota Sí, que siga AMLO”.

Vamos por partes; para empezar, los responsables de haberle dejado pasar el banderín al pasajero, fueron los empleados de seguridad del aeropuerto. ¿De qué aeropuerto salió?, este punto no importa para la narrativa golpista; pues como lo he explicado en otras ocasiones, la administración y contratación del personal de los filtros no corre a cargo del Gobierno Federal, sino de empresas de seguridad privada.

Si acaso hubo un fallo en la seguridad, fue justo ahí, en los filtros, pero de ello no son responsables las aerolíneas, como se pretende hacer creer. Esta falsa narrativa busca en todo momento crear en la memoria colectiva, que Volaris es una aerolínea al servicio de la 4T, y que por eso le permitieron abordar al pasajero con su banderín.

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Reitero para que quede muy claro, la responsabilidad de verificar qué objetos pasan al área estéril del aeropuerto -la sala B- es el personal privado de seguridad. No es responsabilidad de la aerolínea. Pero en este caso no faltó quien se aventó la puntada de decir “pues si el capitán es la máxima autoridad a bordo, debió de quitarle el banderín al pasajero”. No señores, no tan rápido, para no sacar conclusiones erróneas.

Mientras la puerta del avión está abierta, la máxima autoridad es el Jefe de Aeropuerto, o el Comandante, que no son empleados de las aerolíneas, sino de la administración aeroportuaria (concesionada o no). En el momento del abordaje del avión, el Capitán (Piloto) realiza un montón de procedimientos previos al vuelo, indispensables para la seguridad de todos los usuarios. Aunque quisiera, es humanamente imposible ver qué y quién sube al avión. Y simplemente no es su trabajo, como ingenuamente (o francamente con dolo) opinaron muchos internautas en este tema viralizado.

Hubo quejas de personas sobre este tema que se preguntaban cómo había pasado ese banderín si no dejan subir carriolas, ni bastones -lo cual es falso-, o portabebés. Tales restricciones dependen de las políticas de cada aerolínea, y son en razón del tipo de aeronave. Tanto las carriolas, como las sillas de ruedas de los pasajeros se documentan en la puerta del avión y se entregan de la misma forma cuando desembarcan. Nunca pierdan de vista, amigox lectores, que cada empresa, cada aerolínea pone sus reglas. Ojo, no estoy diciendo que sean decisiones caprichosas, subjetivas o volubles… simplemente cambian de una empresa a otra.

Un ejemplo: ¿Sabían que en Aeromar no pueden viajar animales en la panza del avión? Aunque los vuelos de Transportes Aeromar no están presurizados artificialmente -pues vuelan a una altitud en la que no requieren oxígeno artificial-la cabina de carga no esta climatizada, y la temperatura que promedia una aeronave comercial, en vuelo de crucero, es de -40 grados Celsius. A pesar de esa información, hay gente que se molesta porque su mascota no puede viajar. En Aeromar no, y mi consejo es que en otras líneas aéreas revisen que el área de carga no solo esté presurizada, sino también climatizada.

En el ardid desatado en las redes sociales también se argumentó que era obligación de los sobrecargos quitarle el banderín. Otra premisa falsa; solamente pueden actuar en caso de noten que se trata de un pasajero disruptivo, y los sobrecargos cuentan con el entrenamiento para estos casos; y les puedo asegurar que a estas personas tan quisquillosas por un palito de madera no les gustaría la aplicación del protocolo, porque tendrían que agregar más quejas por la demora que inevitablemente requeriría.

Es ridículo, y así lo expreso, que hagan olas por un trozo de madera de un centímetro de grosor y no más de 30 centímetros de largo. Y es que en la zona estéril venden comida, y con ella entregan cubiertos de plástico: cuchillo, tenedor y cuchara; pero si compras sushi, te dan dos bonitos palitos de madera de un centímetro de grosor y no más de 20 centímetros de largo ¿notan mucha diferencia con el palito del banderín? Es más, si de hacer escándalo se trata, digamos que es doblemente peligroso, porque en la comida japonesa dan dos palitos, y el banderín solo tenía uno. No podemos tapar el sol con un dedo, en las aerolíneas bajo costeras los pasajeros suelen subir con alimentos comprados en la última sala de espera.

Ahora, en términos llanos, a partir de los eventos del 11 de septiembre del 2001 la aviación cambió para siempre. Las puertas de todos los aviones, por ley, están reforzadas, son de acero y pesan casi una tonelada, son impenetrables, tienen un sistema de seguros y de apertura de puertas para impedir cualquier interferencia ilícita, o como los pasajeros lo conocen de manera coloquial, que “secuestren” un avión.

Por si fuera poco, también hay un sistema de cámaras que monitorea todo lo que sucede desde la cabina de pilotos hasta la cabina de pasajeros, y otro sistema con muchas claves especiales para la apertura de puerta. Esto no lo saben la mayoría de pasajeros, pero es posible avisar a los pilotos, sin emitir palabra alguna, lo que sucede en cabina de pasajeros, en caso de interferencia ilícita, bomba a bordo o cualquier otra situación. Evidentemente y por motivos de seguridad son claves que no se pueden compartir.

Los sobrecargos están entrenados para hacer frente a muchísimas situaciones que en verdad pongan en peligro un vuelo. De hecho, nuestro país es uno de los que menos incidentes tiene, y generalmente los pasajeros son “bien portados”. No podemos decir lo mismo del vecino del norte, cuya escalada de pasajeros disruptivos se ha vuelto un serio problema. En 2019, la autoridad de aviación estadounidense, la Agencia Federal de Aviación (FAA), tuvo un total de 146 investigaciones por pasajeros disruptivos. Hasta octubre de 2021, el número ascendió a 727. Se han reportado sólo el año pasado más de 5 mil casos de pasajeros disruptivos.

A tal grado que el director de Delta Airlines, Ed Bastian, ha pedido a la FAA, una vez más a presentar una lista nacional de “no volar” para los viajeros indisciplinados. Contrariamente en México no tenemos ese problema y espero que los pasajeros nacionales se sigan comportando correctamente como hasta ahora.

Todos los quejosos tienen el sagrado derecho de externar su desaprobación a la consulta del próximo 10 de abril. Pero es mucho más honesto decirlo así, y no estar buscando “pretextos de madera” para ocultar su verdadero sentir. Por favor, no sean más papistas que el papa, no les va… y no les sale.