La Iglesia católica, en tanto que organización dirigida por hombres, ha sido golpeada por crisis dramáticas a lo largo de su historia. No obstante estos acontecimientos, se ha mantenido como un pilar de la civilización occidental.

Mientras algunos historiadores apuntan, en consonancia con la tradición católica, a la fundación de la Iglesia de manos de Jesús de Nazaret en aquellos lejanos primeros años de nuestra era, otros señalan hacia tiempos del emperador Constantino, y con ello, el reconocimiento de la comunidad cristiana romana, como el momento del nacimiento de la Iglesia católica. En todo caso la Iglesia universal es la organización más antigua del mundo.

Su primera gran crisis tuvo lugar en el momento mismo de la diáspora cristiana a lo largo del Imperio Romano. Las persecuciones contra el cristianismo primitivo perpetradas por emperadores como Calígula y Nerón condujeron a la muerte y crucifixión de personajes como San Pedro y San Pablo.

Siglos más tarde, bien entrada la Edad Media, las corrientes arrianas y los cismas provocados por pontífices avariciosos y sin escrúpulos llevaron a la Iglesia a un estado de putrefacción interna, no en términos de los dogmas ni de la tradición, sino de la administración conducida por una curia más interesada en la expansión de la influencia de los estados papales en Italia que en la salud espiritual de los católicos.

En el siglo XI tuvo lugar el cisma de Oriente, es decir, el rompimiento del patriarca de Constantinopla con el obispo de Roma. A partir de aquel momento, se mantendría una escisión que perdura hasta hoy. A pesar de los esfuerzos de Roma dirigidos a la solución del distanciamiento, las iglesias ortodoxas se han conservado firmes en su ruptura con la iglesia universal.

Las columnas más leídas de hoy

Más tarde, el siglo XVI sería testigo de un evento que cambiaría por siempre los derroteros de la Iglesia y del cristianismo: la reforma luterana. Martín Lutero, otrora fraile agustino, repudió agresivamente ante la venta de indulgencias y ante la corrupción romana, e inició un movimiento que conduciría a la partición de Europa occidental en dos: católicos y protestantes.

Como respuesta a la amenaza protestante, la Iglesia católica, de la mano de personajes destacados como San Ignacio de Loyola, dio cauce a una serie de reformas en aras de la renovación moral, educativa y administrativa de la Iglesia.

Hoy la Iglesia enfrenta una crisis de otra naturaleza. La emergencia del pensamiento liberal del siglo XXI, sumado a los escándalos de pederastia, ha colocado a la institución ante un dilema perverso: ¿cómo detener la pérdida de fieles, y a la vez, mantener la unidad y el dogma en el seno de la propia organización?

La elección del Papa León XIV parece atender esa interrogante. Formado pastoralmente en un pequeño pueblo de Perú y con experiencia en el seno mismo de la administración de la curia, el nuevo pontífice deberá responder a la altura de los hombres que le precedieron.