La democracia funciona en México con todo y sus defectos y deficiencias. Por esa vía hemos podido elegir por casi 30 años a nuestros gobernantes, lamentablemente, la administración de AMLO busca destruirla para dar paso a un régimen político autocrático, es decir, el gobierno de una sola persona sin ningún tipo de limitación, que se ciña a la voluntad del dirigente como una suprema Ley.

En Colombia, Petro llegó por las vías democráticas, pero surge la pregunta: ¿las respetará y mostrará una política de resultados o seguirá el sendero del Peje?

Andrés, el autoritario

Una y otra vez AMLO ha demostrado su carácter autocrático, que su voluntad prevalece y que la ley y la democracia le valen madres. Por ejemplo, este fin de semana, durante su gira proselitista, se dejó ver como el autócrata que es, cuando lo aclamaron y pidieron”su reelección”, el líder contestó magnánimo, que se irá, “porque ya tomó la decisión” y remató: “Y no se preocupen porque los que vienen a sustituirnos pueden ser mujeres, hombres, hasta mejores que el que les está hablando”.

Andrés, el líder autocrático que se pasa por el arco del triunfo lo que marca la Constitución y las leyes que de ella emanan, porque es la Ley y no él, la que establece que no hay reelección.

El llamado de Liébano

En su columna de Milenio, Liébano Sáenz lo explica: “Uno de los problemas estructurales más serios y con impacto en múltiples aspectos de la vida social, es el déficit de legalidad. No es un asunto nuevo, pero lo que se ha visto en estos meses no guarda precedente y debe preocupar a todos. No es solo el incumplimiento de la norma por parte de las autoridades, sino incluso el desentendimiento abierto a las sentencias y resoluciones judiciales”.

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Y pone, entre otros ejemplos, el hecho de que Morena, en la Comisión Permanente, rechazó la resolución de la Corte de incorporar la representación de Movimiento Ciudadano. El régimen autocrático buscando eliminar a los partidos de oposición.

La autocracia no permite ni tolera la existencia de organizaciones de la sociedad civil o de partidos políticos opositores.

Por dónde vamos

Al menos tres puntos del actual gobierno nos llevan a confirmar que buscan el establecimiento de un régimen autocrático.

Primero, el culto a la personalidad, AMLO es venerado como un mesías o un santo y sus subalternos le deben obediencia ciega. Lo vimos cuando respondió al Parlamento Europeo o, en su intromisión en el manejo de la hacienda pública, donde lleva tres secretarios a los que no les permite hacer nada, Carlos Urzúa, relevado por no someterse sus ideas; Arturo Herrera, por haber expresado sus reservas hacia el proyecto de Dos Bocas y, ahora, el rumor que Rogelio Ramírez de la O está a punto de “botar la toalla”, porque no lo deja trabajar.

En Morena la instrucción es que los seguidores sean fieles devotos y se practique el culto a su persona. AMLO impone candidatos, “palomea” y decide quién va y quién no. Si no que le pregunten a Marcelo Ebrard, que el fin de semana comentó:

“Hubo mucha especulación sobre si es un destape. A mí el presidente ya me destapó cinco veces en las mañaneras. Entonces, ya me pueden considerar que estoy destapado”.

Marcelo Ebrard

Segundo, la conformación de una oligarquía. Unas cuantas manos manejan la riqueza de la nación y financian las gestiones del líder, en la historia hay ejemplos como la Alemania Nazi de Hitler, la España de Franco o la Rusia de Putin.

México va que vuela con AMLO y oligarcas como Carlos Slim, con contratos multimillonario en prácticamente todos los sectores del gobierno federal; Carlos Peralta, casi único proveedor de CFE; Ricardo Salinas, con jugosos negocios al amparo de la 4T; el compadre de AMLO, Miguel Rincón, entre otros negocios, proveedor único para la impresión de los libros de texto; Daniel Chávez de Grupo Vidanta, quien supuestamente le dio empleo al hijo de AMLO, José Ramón López Beltrán, luego del escándalo de la Casa Gris, es dueño de los mayores desarrollos turísticos de México.

Tercero, el papel de todos los partidos políticos está abriendo la posibilidad de que se instaure un régimen autocrático en México.

Los líderes

Morena juega a ser el partido “hegemónico” del caudillo, con sus rémoras el PT y el PVEM.

Mientras, los líderes que se dicen de oposición, en lugar voltear a la ciudadanía y luchar por principios y propuestas, han decidido jugar al juego de AMLO, intentar erguirse como “caudillos” y pretenden ser ellos los que disputen el poder al caudillo máximo, dando la espalda a su militancia y a los problemas de la nación.

Marko Cortés, Alejandro Moreno, Jesús Zambrano o Dante Delgado, se olvidaron del proyecto, la organización y la democracia, son pura farsa, están lejos de ser verdaderos opositores y juegan un papel como simples facilitadores de la consolidación del régimen autocrático.

Es la sociedad la que tiene que pensar distinto, no buscar un caudillo que los represente, sino un partido que proponga opciones de solución a sus demandas, capaz de negociar y fortalecer la pluralidad. No es momento de un solo hombre o partido, eso fue hace más de medio siglo. México ya es un país distinto.