Singular momento el que se vive en la política nacional, sin consensos, con acusaciones, agresiones y una polarización que no se había sentido por lo menos en la era moderna. En donde no hay autocrítica, no hay la más mínima intención por entender a quienes piensan diferente, todo tiene que ser blanco o negro, no hay una zona gris en donde podamos coincidir.
Lo anterior describe el comportamiento que curiosamente observamos del partido en el gobierno, pero también, de la misma oposición; que ha apostado por entrar a este juego y sin objetividad alguna, muchas veces se pierden en la falta de sensibilidad para entender que el comportamiento de nuestras autoridades, responde a una estrategia que muchas veces va dirigida a atender los reclamos de un sector de la población mayoritario y que se sintió defraudado por los errores y omisiones que cometieron sus anteriores gobiernos.
Parece curioso y en ocasiones hasta un poco surrealista, observar como tanto Morena como los partidos de oposición y sus respectivos liderazgos, a veces pareciera que están hablando frente a un espejo.
En el partido en el poder, han tachado de traidores a todos aquellos que no piensen como ellos, principalmente ahora que no lograron pasar la reforma eléctrica, y por lo cuál, Mario Delgado y sus diputados han optado por iniciar una campaña de desprestigio hacia sus contrarios; cuando pareciera que han sido ellos mismos, los que por su incapacidad política y falta de acuerdos, han traicionado al Presidente al no poder sacar adelante su ley.
Y es que López Obrador puede decir muchas cosas desde el púlpito presidencial, tiene una imagen y un estilo que para bien o para mal le han dado resultados, y es el que le ha forjado una personalidad que hoy lo mantiene con una aprobación elevada que carga con su mismo partido. Pero el resto de sus importantes funcionarios, legisladores y liderazgos, tendrían que complementarlo, no solo imitarlo, tendrían que ayudarlo a llegar a sus objetivos y no solo (como hasta ahora lo han hecho) colgarse de él y darle por su lado para permanecer cómodamente y sin hacer méritos en sus respectivas posiciones. De ahí que los que hoy acusan de traición, son los que en la práctica, están traicionando la confianza de su jefe.
Por el otro lado ocurre un fenómeno similar, en la oposición han tachado a los integrantes de la 4T de falsos profetas, de timadores, de farsantes. Dicen que se están aprovechando de la necesidad de la gente y que van a terminar acabando con el país. Lo que destaca de esto, es que en la mayoría de los casos, este tipo de acusaciones y señalamientos provienen de personajes desgastados, que ya han estado en posiciones de poder y nunca dieron resultados, de cacicazgos que no fomentan la democracia pero si el enquistamiento de grupos de poder, de personas que sin recorrer el país, dicen conocer las necesidades de la gente. De políticos que no han entendido que la gente tiene memoria y que la mejor aportación que podrían hacer, es abrir el camino para que surjan nuevas voces, con mayor credibilidad y compromiso por México.
Así es como nuestra política se encuentra entre la espada y la pared, entre traidores y falsos profetas, porque es una fórmula más fácil y que le funciona a ambos bandos. La única vía para salir de esta incómoda y desgastante situación, sería lograr una participación mucho más activa, objetiva y apartidista de una sociedad que está lejos de comprender que sin unidad y sin acción, las cosas seguramente seguirán por el mismo rumbo, con este o con cualquier otro gobierno que venga.