Por más irreal que parezca, hasta ese punto ha llevado el presidente mexicano la división y el encono en este país. ¡Un duelo de marchas!, todo porque simple y sencillamente el Ejecutivo de la Nación no pudo superar que cientos de miles de mexicanos salieran el pasado domingo a las calles de todo el país para decirle que no estaban de acuerdo con su propuesta de Reforma Electoral, que consideran pone en peligro al Instituto Nacional Electoral y por ende la democracia en México.
Entre bromas, algunos acostumbran decir “imagina vivir en Suecia y perderte de esto…”; con ello generalmente se refieren a situaciones incoherentes, fantasiosas e irreales que suceden solamente en nuestro querido México.
Y el duelo de marchas es un caso de esos. Millones de mexicanos confrontados entre sí que salen a las calles para demostrar quien tiene mayor poder de convocatoria, quien muestra mayor músculo, como se suele decir.
Pero bien vale hacer una distinción
La primera marcha, la genuina, la convocada por la sociedad civil, la que tenía una razón de ser, esa es la que ya ocurrió el pasado domingo 13 de noviembre cuando la gente se volcó a las calles de las principales ciudades del país para resguardar la última estructura vertebral que le queda y que considera no debe morir por capricho de una sola persona, que no supo valorar lo que la sociedad le entregó en aquella funesta jornada electoral de julio de 2018, cuando 30 millones de mexicanos votaron por él, muchos con la genuina ilusión de una transformación favorable pero que solo ha traído desgracia y destrucción.
Es la marcha que tuvo eco hasta “La Chingada”, el rancho en Palenque, Chiapas, propiedad del presidente a donde fue a ‘celebrar’ su cumpleaños número 69. Hasta allá trascendió el éxito de la protesta y el descalabro para el Gobierno en el poder.
Lo que vimos de Andrés Manuel en La Mañanera del lunes y hemos observado el resto de la semana, es a un presidente fuera de su zona de confort, desencajado, hablando por la herida; mintiendo, atacando, descalificando, mofándose e intentando ridiculizar -con su tono irónico y luego burlón- a quienes participaron en una marcha que si algo puede destacarse de ella es, además de lo concurrida, que tuvo origen ciudadano; porque fue la sociedad civil la que convocó y los políticos los que se sumaron, no al revés.
Luego entonces, en una actitud totalmente infantil y berrinchuda, López tuvo una ocurrencia -de esas que tiene a menudo- y decidió hacer patente su poder para mostrar a los “hipócritas, ladinos, corruptos, rateros, fifís, y neoliberales” que osaron marchar el domingo, que es él el único capaz de convocar masas y que tiene “más canicas para seguir jugando”. Por ello sacó de la chistera una Marcha a efectuarse el domingo 27 de noviembre. Una marcha que no estaba en el scrip, que no tiene una razón de ser y que ya anunció que él mismo estará encabezando.
No es difícil adivinar las diferencias entre la marcha en defensa del INE y lo que se verá en la movilización convocada por el presidente, la cual por cierto, ya han dado en llamar “La Marcha del ardor”, siendo que ha sido motivada por la herida abierta que dejó en Palacio Nacional la multitudinaria convocatoria que reunió a cientos de miles de mexicanos para defender al INE.
Desde ningún punto de vista se puede presuponer una marcha con poca asistencia o desairada, siendo que quien convoca ostenta todo el poder en este país y dispone de todo el dinero, de todo el aparato gubernamental, de todo el servilismo de funcionarios y de 22 gobernadores que igualmente pondrán a disposición todas sus estructuras de gobierno.
Obviamente, en esta ocasión, a la jefa del Gobierno capitalino no se le ocurrirá inventarse -como hizo el sábado pasado- una contingencia ambiental; no dispondrá el “no circula” para evitar que los camiones de apoyo que lleguen del interior del país puedan ingresar a la CDMX y circular sin mayores problemas; tampoco disminuirá la circulación del transporte público ni enviará vehículos a mantenimiento. Claudia no ordenará abrir las fuentes públicas para evitar que se mojen los asistentes; y mucho menos instruirá bloquear las señales de internet en las zonas de mayor afluencia de manifestantes, acción que sí ocurrió en la marcha en defensa del INE.
En “la marcha de la venganza”, como también han dado en llamar a la manifestación que viene, no habrá contubernios ni acciones desesperadas para reventarla, así que veremos seguramente cientos de miles de personas circulando sin contratiempos, y compartiendo en tiempo real en redes sociales las imágenes y transmisiones en vivo desde todos los puntos de la marcha.
Pero insistiré en algunas discrepancias más; en la marcha en defensa del INE fue la ciudadanía quien convocó y los políticos se sumaron. En la de del próximo domingo es el presidente de la República quien decide salir y llama a todas sus huestes a seguirlo y hacerle llegar a la gente.
En la del INE no hubo acarreados. No se entregaron sandwiches ni frutsis. No hubo amenazas. Ninguna persona acudió bajo riesgo de perder su trabajo, su beca o algún tipo de beneficio. No hubo destrozos. No hubo pintas. No hubo negocios afectados. De la que viene, no tengo certeza de qué ocurrirá, pero tampoco tengo dudas.
AMLO seguramente estará muy feliz el domingo viendo la multitud que habrá logrado convocar. Y el lunes en La Mañanera y el resto de la semana presumirá y se jactará de su poder de convocatoria. Reiterará que la gente lo quiere, lo sigue, y “está feliz, feliz”. Habrá pues salido triunfante.
Sin embargo, no podemos ignorar que esta marcha tiene su origen en el rencor, el odio, el desprecio, la venganza, y el encono que siente el presidente López Obrador hacia sus propios gobernados que no coinciden con su forma de gobierno.
Ya lo dijo el expresidente de la Cámara de Diputados, Porfirio Muñoz Ledo -y razón no le falta- al pedir la renuncia del Ejecutivo, “el presidente reaccionó con incoherencias e injurias desorbitadas reveladoras de perturbaciones psicológicas graves”. Y esto, insisto, debe ser motivo de preocupación.
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