Los tiempos están cambiando. Lejos están los tiempos cuando “representar” a los Estados Unidos era algo codiciado y sinónimo de “prestigio”.
El caso más reciente, en el marco de los Juegos Olímpicos de Invierno de Beijing 2022, es el de la atleta Eileen Gu, un prodigio de apenas 18 años de edad en la difícil disciplina del salto acrobático en esquí.
Eileen, nacida en San Francisco, California, de padre estadounidense y madre china, decidió renunciar a representar a su país natal para competir por la superpotencia asiática en ascenso. Las reacciones furibundas y racistas por parte de ciertos sectores de los Estados Unidos no se hicieron esperar.
Poco importó que Gu se trate de una adolescente y de que sus atacantes sean, principalmente, hombres anglosajones que al menos, le duplican la edad. Entre los comentarios patrioteros, orientalistas y racistas, la decisión de la atleta terminó por probarse como correcta. Una buena parte de la sociedad de Estados Unidos jamás la aceptará como “una de ellos”, mientras que más de mil 300 millones de chinos ahora la vitorean y la seguirán en su búsqueda de tres medallas de oro en estos Juegos Olímpicos espectaculares y seguros.