Me refiero a dos importantes noticias del domingo pasado: el triunfo de Gustavo Petro en Colombia y la pérdida de la mayoría absoluta de Emmanuel Macron en las elecciones legislativas de Francia.

La victoria de Petro representa un triunfo indiscutible de la izquierda en América. Retomando la teoría del efecto dominó en las relaciones internacionales, las corrientes progresistas avanzan inexorablemente en el continente. Ello ha respondido (y México es quizá es el mejor ejemplo con AMLO) a una erosión de la confianza de los ciudadanos en los partidos tradicionales, a un repudio hacia la clase política y al ascenso de líderes carismáticos que han sido capaces en conquistar a una población pauperizada, acechada por la pobreza e indignada por los inaceptables niveles de desigualdad.

Las elecciones en Francia merecen una mención. Recordemos que aquel país cuenta con un régimen semi presidencialista o semi parlamentario. Me explico. El presidente de Francia, a saber, el jefe de Estado, electo directamente mediante sufragio universal (Emmanuel Macron fue reelecto en abril para un segundo periodo de cinco años) debe nombrar un primer ministro (quien es el responsable de la conducción de las labores de gobierno, de acuerdo a las directrices generales dictadas por el presidente) que cuente con la confianza de la Asamblea General (Cámara de Diputados)

En las elecciones del pasado domingo, la coalición política conocida como los NUPES (conformada por los partidos de la izquierda francesa como la Francia Insumisa y el Partido Socialista) alcanzó el 31 por ciento de los votos, lo que les convierte en la segunda fuerza legislativa por detrás únicamente del grupo que apoya al gobierno de Macron.

La pérdida de la mayoría absoluta por parte del partido de Macron en la Asamblea representa un duro golpe para las aspiraciones reformistas del presidente francés, pues, a a partir, de ahora, deberá conformar un gobierno de coalición que reúna tanto a miembros de la “izquierda radical” liderada por Jean-Luc Mélanchon (el amigo de AMLO) o por la extrema derecha de Marine Le Pen, partido que ha alcanzado la tercera posición en la Cámara Baja.

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En suma, los triunfos de Petro y de la izquierda parlamentaria en Francia representan por sí mismos dos hechos incontrovertibles. Por un lado, que el populismo latinoamericano avanza en el continente, en detrimento del interés de los partidos que históricamente han gobernado la región, y por el otro, que la mayoría de los gobiernos en los Estados europeos están ahora obligados a trabajar en coalición, lo que les condena a la renuncia de una buena parte de sus prioridades políticas.

AMLO, con su bien conocido espíritu de “hermandad” con sus amigos de izquierda no tardó mucho en felicitar a Petro; felicitación tan temprana que tuvo que justificar no haberlo hecho rápidamente con Biden cuando éste ganó la presidencia en 2020. Así las cosas.