Siempre es difícil despertar de un buen sueño, pero lo es aún más, cuando este dista mucho de la realidad, que de pronto y sin avisar, se hace presente sin mirar atrás. Volver a dormir no es opción cuando el tiempo se ha agotado y el reloj sigue su marcha, hay que afrontar las consecuencias de lo que se dejó de hacer por vivir con somnolencia en una realidad alterna que nos hizo descuidar lo que en verdad teníamos.
En política sucede igual, el idilio en el que viven nuestros políticos, desde alcaldes hasta gobernadores, desde diputados hasta altos funcionarios federales, es un hábito que se forja en la idiosincrasia del mexicano, que los hace desviarse fácilmente del camino y perderse en una ruta que los conduce a los excesos, y a perder toda sensibilidad real de su momento y las consecuencias de su trabajo.
Muchos creen que la victoria los acompañará toda la vida, que teniendo el poder sería imposible que se los arrebataran; que contando con los recursos a su favor, podrán comprar voluntades y operar su continuidad, como si el electorado no sintiera, no pensara y no se desquitara en cuanto tuviera su oportunidad.
Peña Nieto ganó sus elecciones intermedias con un amplio margen en 2015, quedándose (junto a sus aliados) con la mayoría de la Cámara de Diputados, para que en 2018 su partido no solo perdiera la Presidencia, sino que pasara a tener solo una cuarta parta de los diputados que 3 años atrás había conseguido, con todo y que la mayoría de las entidades eran gobernadas por los suyos. El fracaso fue estrepitoso, y tiene todavía al tricolor en medio de una profunda crisis de la que no se sabe si podrán salir algún día.
Por eso el gobierno federal y los gobiernos estatales de su partido deben de evitar ese triunfalismo desmedido que hoy los caracteriza tanto, minimizando sus pifias y errores, y viviendo en la mentira de que estarán en el poder para siempre; porque como todo ciclo, siempre hay un principio y un final y no hay recurso, poder ni programa social, que pueda cambiar el sentir de quien ha perdido a un ser querido por falta de atención médica o por culpa de la violencia, o quien ha perdido su empleo, o quien ya no puede llevar de comer a su casa lo que antes acostumbraba por la escalada de precios que se ha vivido en los últimos meses. El poder desgasta, los errores comienzan a mermar y si no se hace nada, esos márgenes de ventaja sobre sus adversarios, de punto a punto se irán reduciendo.
Como llamada de atención deben de tomar los recientes abucheos a Claudia Sheinbaum en la Ciudad de México, y a Rocío Nahle y Octavio Romero en Dos Bocas. Las elecciones de junio próximo podrían servir para aterrizarlos un poco o por el contrario, para hacerlos volar más en un sueño en el que si no hacen los ajustes y correcciones necesarias, los puede ir llevando a que en el 2024, tengan un amargo despertar.